Cataño: entre mis recuerdos y el olvido

Cultura

Caminando el sector de Cataño pueblo donde crecí, veo ahora, en las calles aledañas, tantas estructuras y casas vacías. Muy distinto al ambiente de antaño; una época en la que los niños jugábamos béisbol con una pelota de goma en la calle durante las tardes, o terminábamos en el patio de la casa de mis padres, con el combo de vecinitos arrimado, cada cual tratando de encestar el balón en un canasto improvisado.

Era la época en la que don Enrique, el vecino inmediato, tenía su tiendita de dulces. Y don Marquito, que vivía en la esquina, vendía limbers de tamarindo, guanábana, coco o china. En nuestros improvisados partidos de pelota vespertinos, o mañaneros si se trataba de un sábado, no podía faltar el arbitraje de Rafa el mongo o de Riverita, un ex-policía del pueblo.

A veces teníamos que ponerle pausa al partido, dejar de correr las bases marcadas por los postes, porque doña María Burtrón, una anciana casi centenaria iba caminando la borrachera de turno con su acostumbrado vaivén; o cuando había que hacer el mandado en los mismos negocitos del vecindario; a una cuadra comprábamos huevos frescos en la pollera, o plátanos verdes en casa de Chukín, cerca de un laundry vecinal, en medio de un entorno en el que Pedrito, otro vecino, tenía su taller de reparación de autos en la calle de atrás.

Recuerdo cuando me correspondía llevarle la fiambrera a Herminia, una anciana que vivía sola y a la que mami le cocinaba en la tarde. También cuando se trataba de algún empacho o torcedura de dedo, y llegábamos hasta Doña Monina, abuela de mis amigos Luis y Roly, que nos santiguaba.

Ya en las noches, y ocasionalmente, doña Carmen, doña Gloria, Helen y Tere podían organizar el rosario o vía crucis de turno en la comunidad. Y algunos chicos, como Cuco, Pito, o Félix, más allá de ser buenos muchachos fueron sucumbiendo de un modo u otro a la dinámica del vicio.

Son muchas las anécdotas que este espacio no da para más y esto es solo una diminuta nota de la oceánica añoranza que puedo compartir, ahora que veo vacías tantas estructuras y casas en las calles aledañas de mi pueblo.

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