Magaly Quiñones, una poeta boricua y caribeña, para el mundo

Cultura

“En mi poesía, en mis ensayos, siempre he tenido esa dirección. Yo me siento bien puertorriqueña, y después descubrí que además de puertorriqueña era caribeña”. Esa afirmación de la poeta nacional Magaly Quiñones acerca de su identidad, se dio en una de las diversas conversaciones que hemos tenido a lo largo del tiempo. Entrevistas que me confirman lo siguiente.

Es tanto lo que le debe Puerto Rico a Quiñones, una de sus principales voces literarias durante las pasadas cuatro décadas, que creo que ha llegado la hora de que las principales instituciones o colectivos culturales del País, como la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, el Instituto de Cultura Puertorriqueña, el Ateneo Puertorriqueño o el Pen Club Internacional de Puerto Rico, entre otros, honren la trayectoria de una escritora que ha plasmado versos contundentes y perdurables en una veintena de libros poéticos que cantan a la vida, al amor, a los niños, al ser humano y a la naturaleza.

Ahora que se acerca el mes de octubre, en el que se cumplen 45 años de la publicación de su primer libro, Entre mi voz y el tiempo, acontecimiento que ocurrió en 1969, y dentro de los próximos cinco años, Magaly Quiñones merece que su nombre sea propuesto por nuestro País para los principales premios internacionales que reconocen la excelencia poética (lo mismo puedo decir, pero en el ámbito de la narrativa, acerca de la novelista Marta Aponte Alsina).

En diferentes ediciones del boletín “En las letras, desde Puerto Rico”, he pasado revista por el catálogo poético y su pensamiento creativo. Por lo anterior, el próximo sábado, en el suplemento sabatino de El Post Antillano, Página 0, compartiremos con los lectores una síntesis de sus impresiones.

No quiero concluir, sin dejar de puntualizar que una escritora como Quiñones, que se caracteriza por su capacidad de servicio así como por su modestia, merece lo que dice aquella famosa canción del Gran Combo de Puerto Rico, titulada Que me lo den en vida.

A continuación, dos poesías de Magaly Quiñones, para ustedes.

 *

Para grabar tu nombre


Para que yo me cure

el indio que hay en mí baila su danza

quemando la memoria de tus días

frente a la gigantesca fogata.


Y para que yo suba sin resbalar

sobre el despeñadero de mis ansias,

el negro que en mí vive

mezcla yerbas y savias en prietas calabazas

y me obliga a beber tu sudor y tu sangre

en feroz exorcismo.


Y para que yo olvide

el dolor que tu piel dejó en mi piel,

la moral religiosa del colono español que vive en mí,

obedeciendo al dogma desata

la frialdad en mi mano, la firmeza en mis ojos,

mudez en mi palabra.


La última vez que me atreví a salir a enfrentar a mi dolor

las tres razas me dieron de comer

pero no pude contener las lágrimas.

La última vez que quise anochecerte el alma,

vi al sol que se escondía tras mis versos

para grabar tu nombre.


*

Mequedo lela


Esta tarde sin sol me has preguntado

de qué lado se estrena el corazón

cuando amor nace y nos sentimos viejos.

Ahora que caminamos

por las calles obscenas de New York,

que recortamos sueños y poemas

desde Strawberry Fields hasta West Village,

apurando, a lo Lennon,

la música del alma sobre el cuerpo,

se te nubla la voz y aún me preguntas…


Te podría decir que todo importa.

Que tú y yo, como todos, en la medida justa,

conformamos la inmensa postal de rascacielos.

Podría hasta jurar que amar, libar, besar

son ejercicios sin edad ni tiempo.


Pero, me quedo lela,

meditando en la hondura de tus ojos.

Me quedo lela ansiando, sopesando

lo que cuesta soltar nudos y velas

en medio de una historia de hundimientos.


Esta tarde sin sol en que preguntas,

rimando el fuego de tu corazón,

con qué mano se enciende el universo,

no hallo respuestas en mi corazón,

a lo sumo unos versos, estos versos…