Nadine Gordimer o las palabras que no se deben olvidar

Cultura

El pasado 13 de julio, falleció la escritora sudafricana Nadine Gordimer, a la edad de 90 años. Tengo recuerdos muy especiales acerca de su obra, ya que fue Gordimer  la primera escritora de la cual leí gran cantidad de sus cuentos. Experiencia similar me había sucedido con el uruguayo Horacio Quiroga, los argentinos Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, así como con el francés Guy de Maupassant en el género de la narrativa corta.

A través de Gordimer, como me ocurrió con Tolstoy en cuanto a la vida rusa del s.XIX, pude conocer la dura realidad del apartheid, ese infame sistema de segregación racial en Sudáfrica, que prevaleció de manera formal de 1948 a 1992.

Y de ese ambiente se nutrieron muchos de los cuentos y novelas de Gordimer, conciencia que comenzó a adquirir cuando recién comenzaba a tomar cursos universitarios, en uno de los pocos espacios donde los negros, la mayoría de la población, podían estar con blancos. Aunque –es importante destacarlo- fue desde niña que comenzó a escribir. Y lo hizo solo por sentir esa alegría que nace como resultado de hacer aprehensión de las experiencias a través de los sentidos, inquietud que fue hilvanando con las emociones que le confundían o se debatían en su ser. Con el tiempo, en esa capacidad apalabrada de la joven Nadine también afloraría su entorno, el ambiente propio de un pequeño pueblo sudafricano con oro en sus minas, donde los negros que extraían con sus propias manos y sudor la riqueza de aquellos suelos eran tratados como menos que humanos por la minoría blanca opulenta.

Por lo que vivió, siendo testigo de las situaciones más injustas hacia sus conciudadanos negros, Gordimer entendió, aunque peligrara su propia vida, que su misión como escritora era explorar el estado del ser, del cual emanan los diversos roles y experiencias humanas (desde la amistad hasta las manifestaciones de protesta). Con eso presente le otorgó a la literatura su papel social implícito e inalterable. Eso sí, algo que esta autora reafirmaba en diversas entrevistas era esa noción de balance que debía tener la obra de un verdadero creador: “La vida, las opiniones, no son la obra, porque es en la tensión existente entre apartarse y comprometerse donde radica la imaginación que transformará ambas”.

Ahora que en Puerto Rico lanzan algunos valiosos poetas un manifiesto como parte de su marcha, vale la pena recordar la obra y trayectoria de Nadine Gordimer. La escritora que desde el Ser apalabró una experiencia histórica que jamás se debe repetir, ni en Sudáfrica ni en ninguna otra nación. Es imprescindible no olvidar sus palabras en estos días, en que vemos como Israel bombardea a Palestina. Y es que, a la hora de leer su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 1991, Nadine Gordimer habló muy claro: “Pasamos nuestras vidas intentando interpretar a través de la palabra las lecturas que hacemos de las sociedades, del mundo del cual formamos parte. En este sentido, en esta participación inefable e inextricable, la escritura es siempre y simultáneamente una exploración del yo y del mundo; del ser colectivo y del individual. […]  Esta empresa estética nuestra se convierte en subversiva cuando los pequeños secretos de nuestro tiempo se exploran con profundidad, a través de la integridad de la conciencia del ser del artista que manifiesta la vida que hay a su alrededor; y es entonces cuando los temas del escritor y sus personajes inevitablemente se forman por las presiones y distorsiones de esa sociedad tal como la vida del pescador está determinada por el poder el mar”.