Evaluación histórica del urbanismo en los primeros siglos de la nación puertorriqueña

Historia

altPuerto Rico atraviesa por momentos de inseguridad creados por la crisis socioeconómica que vive la nación y la falta de respuestas sólidas por parte de su liderazgo, afirmó el investigador e historiador Luis Caldera Ortiz.

“La desesperanza se apodera de las familias puertorriqueñas y el miedo obliga a cientos a buscar soluciones fuera del País”, añadió el coameño. “El impacto se siente en las necesidades básicas del ser humano: alimentación, vestimenta y vivienda”.

La vivienda es el renglón más afectado por la crisis económica y fiscal del País. Se ha detenido la construcción. Hay cientos de proyectos vacíos, algunos han sido destartalados por los vándalos. Familias han sido desplazadas por no poder pagar su hipoteca o su renta. “El miedo y la desesperanza por la posible pérdida del techo se puede palpar a través del País”, señaló Caldera Ortiz.

Es en momentos de crisis como los que vive Puerto Rico cuando una revisión histórica de la evolución de nuestro pueblo es imperante, pues en experiencias previas podemos encontrar respuestas a nuestras inquietudes y problemas, aseguró Caldera Ortiz.

Sobre el aspecto vivienda, Caldera enfatizó que esta no varió mucho por 450 años; no es hasta mediados del siglo XX donde se popularizó la construcción con cemento y bloques, que no es necesariamente la mejor alternativa para el clima en que vivimos, ni la más apta para un mundo que busca economía, seguridad y conservación de recursos, indicó Caldera.

Los habitantes originales de Puerto Rico, los taínos, habitaban en aldeas cuyas casas eran construidas con ramas de palma real y yaguas. Se había superado la etapa de las cuevas, pero la invasión castellana obligó a nuestros primeros habitantes a recurrir a ellas intentando escapar del avance conquistador.

“Las casas observadas por Colón a su llegada a las islas del Caribe estaban construidas de hojas de palmas, a manera de alfaneque y eran de gran espacio”, sostuvo Caldera, citando fuentes históricas.

Los españoles trajeron su experiencia habitacional europea, pero se adaptaron a las realidades del Caribe tropical. Las primeras casas de los españoles eran similares a las de los nativos, pero cumplían con la prohibición de 1496 que emitió la corte de Castilla, prohibiendo la tala desmedida de árboles, que según Itvas Szasdis se debió a la deforestación creada por los conquistadores en regiones de las Islas Canarias.

En el año 1504, Nicolás de Obando indicaba que era necesario el uso de la piedra y la cantería para la seguridad de las ciudades y villas establecidas en la Española, expresó Caldera. Obando quería urbanizar las carreteras y plaza de los lugares urbanos oficiales. “Con esto Obando quería establecer el mismo estilo de Castilla y tener emplazamientos permanentes”.

La ordenanza de Obando no duró mucho, pues en 1511 el virrey Diego Colón, tomando en consideración el clima en el Caribe en comparación con el de Castilla, aceptó que los materiales adecuados para construir en la isla de Santo Domingo y territorios ocupados, lo eran la teja y el ladrillo. “Las casas de piedra hacían que se creara humedad y por consecuencia afectaba a la salud del propio colono castellano”.

Los primeros núcleos urbanos en Puerto Rico, Caparra, Santa Germán y la Villa de Sotomayor, eran en su mayoría poblados con casas de madera y paja. Es con el traslado de la Ciudad de Puerto Rico a la Isleta que se incentiva la construcción en piedra y de varios pisos.

“Las casas de los vecinos comunes y corrientes, su morada consistió ser mayormente construida en ladrillo y tapiera. A modo de interés estos materiales eran menos costosos que la piedra”.

La segunda mitad del siglo XVI llevó al empobrecimiento de los lugareños y un incremento en el uso de materiales más baratos. Las casas de la capital se comenzaron a construir en tapia o madera, techadas con ladrillos y en otros casos con hojas de palmas entrelazadas. La casa de los negros libertos, construidas en regiones como Cangrejos, Las Marismas y Trujillo, era de madera y paja.

Las casas en la Villa de San Germán eran de madera y techada con yaguas. Abundaban los bohíos de pajas. 

El siglo XVII no trajo cambios mayores en la construcción, pero sí un aumento en el número de edificaciones. En este siglo comienzan a formarse los pueblos donde estaba la gente organizada con su iglesia, plaza y un terreno en específico. Usualmente, estos asentamientos no pasaban de unos 20 o 30 vecinos. La constitución de núcleos urbanos marca la diferencia entre el pueblo y el partido, siendo el primero el lugar donde estaba la iglesia y la plaza y el segundo los campos aledaños. La mayoría de las estructuras tenían un valor que podía oscilar entre los 100 y 1,000 reales, manifestó Caldera. 

Dos características importantes de las casas eran poseer “un patio espacioso donde se colocaba la cocina y se sembraba todo tipo de productos menores de agricultura. Además, se criaba ganado mayor y menor en estas propiedades dentro del pueblo”.

El desarrollo del urbanismo en la Isla es lento. Los materiales más caros, la piedra, el ladrillo y la mampostería, eran un lujo que solo se podía costear por una cantidad limitada en la Cuidad de Puerto Rico. La economía y la construcción dependían en gran manera de la mano esclava.

El siglo XVIII y la primera mitad del XIX no trajeron grandes cambios en la vivienda. La segunda mitad del siglo decimonono fortaleció el desarrollo humano y la construcción en materiales más duraderos. La vivienda de las clases pobres continuó utilizando la madera, la palma y la yagua como materiales primarios de construcción hasta la década de los años sesenta del siglo pasado.

Los altos costos en la construcción nos hacen repensar los estilos modernos de construcción. El gran reto del siglo XXI es simplificar la vivienda y aprender a utilizar materiales ecológicamente amigables para abaratar costos. “No dudo que veamos un incremento en casas de madera techadas con yaguas”, concluyó Caldera.