Entre la tecnología y la moral

Historia

Se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad. -Albert Einstein

Vivimos en una época de avance tecnológico sin precedente en la historia. Cada día vemos cómo se achican los dispositivos electrónicos, pero proporcionalmente aumentan sus capacidades. En mis cortos veinticinco años de vida, vi los cassettes, discos compactos, los mp3, y ahora nos vemos en la época de los Pandora y Spotify. Ha pasado también un fenómeno semejante con las películas y series de televisión. Hace apenas cien años, un viaje de Puerto Rico a Nueva York fácilmente tardaba unos días, pero hoy un vuelo directo de San Juan a La Guardia se tarda unas seis horas. Sin lugar a dudas, estos avances traen un beneficio extraordinario para el ser humano. Programas de computadoras avanzados permiten diseñar y analizar fenómenos físicos para predecir el comportamiento de algún componente antes de ni siquiera construirlo. Existen también varias herramientas para facilitar y complementar el proceso pedagógico. Comunicarse con seres queridos ahora se puede hacer casi instantáneamente. Los ejemplos son innumerables. Pero en el torrente tecnológico en el cual nos vemos ahogados, ¿dónde queda la moral?

Es evidente que este desarrollo tecnológico, dentro de nuestro sistema capitalista y cultura consumista, se ha convertido en el enfoque de la mayoría por su potencial económico. La revolución industrial le abrió las puertas a la tecnocracia y en cambio a la degradación de nuestra sociedad. Este enfoque a lo tecnológico, a las ciencias, puede traer graves problemas como hemos sido testigos. La dependencia que hemos creado en la tecnología ha causado la disociación con aspectos fundamentalmente humanos. Por ejemplo, vemos un fenómeno donde jóvenes se están suicidando debido a que una persona o varias los insultan y se burlan a través de las redes sociales, conocido como el "cyber bullying". Lo que ocurre aquí es que el antagonista no ve el efecto que crea en la otra persona al burlarse, por ende, se priva de una oportunidad para desarrollar un sentido de empatía, a diferencia de cuando un niño insulta a otro estando en su presencia y ve la reacción emocional. Esto ocurre no tan solo en jóvenes sino personas de todas edades.

Ya no hay que salir del hogar para comprar algo, se puede hacer desde el celular sentado en el sofá. Perdemos la oportunidad de desarrollar destrezas claves para poder operar en la sociedad. Niños que prefieren quedarse encerrados con sus videojuegos en lugar de salir a compartir con otros niños de su edad. Entonces cuando los llevas a un lugar público, a una actividad familiar o del trabajo, se vuelven inmóviles y sin habla porque no saben qué hacer. Perdemos la empatía, perdemos el humanismo y buscamos refugio en nuestro dispositivo que nos brinda un confort iluso.

La tecnología en sí es amoral, carece de ética. Es la persona utilizando la tecnología quien le asigna algún tipo valor ético. Tenemos en nuestros bolsillos, a través de los celulares inteligentes ("smartphones"), acceso a cualquier tipo de información de una gran variedad de temas. Cuando uno se pone a reflexionar, es sumamente impresionante. Sin embargo, estiman que un ochenta por ciento del tráfico cibernético son páginas pornográficas. Las redes sociales tienen un poder para difundir conocimiento, sin embargo, se difunden bazofias, bochinches y basura. Uno entra a la barra y ve un grupo de amistades sentados, todos con su mirada fija en su celular, y en lugar de estar buscando alguna información para luego compartirla o aclarar algún tema de conversación, están jugando Angry Birds. ¿Cuántos no se gradúan con un grado en ingeniería, pero no tienen idea quién fue José Campeche?

Para hacer un intento de pagar la deuda nacional y cuadrar el presupuesto gubernamental, se reducen los servicios ofrecidos al pueblo. Matemática básica, ¿no? ¿Reducir gastos? Una postura que tomaría cualquier tecnócrata, echando por el risco cualquier rasgo de empatía y humanismo. Pensamos en los numeritos, no pensamos en las implicaciones sociales, culturales, morales, ni éticas cuando se toman decisiones. Nos vemos mirando hacia las ciencias para buscar respuestas a problemas, los cuales las ciencias no pueden resolver. El pensamiento empírico nos resulta insuficiente ante preguntas como: ¿vale la pena vivir una vida justa? ¿Cómo se define la justicia? ¿La moral es algo fijo en el universo o será sujeto al desarrollo de las sociedades, y de ser así, cómo evitar un relativismo irremediable?

Sería absurdo intentar debatir la idea de que la tecnocracia es insostenible y, por ende, no logra resolver los grandes problemas de la sociedad puertorriqueña del siglo XXI. ¿Cómo borrar más de quinientos años de colonialismo? ¿Qué data utilizo para analizar ese problema? No se puede llegar a un nivel de entendimiento real dejándonos llevar solamente por números. Aquí entra la importancia del arte, pictórico, musical, y literario, y de las humanidades en general. Leer Las venas abiertas de América Latina nos permite entender la situación de América Latina del siglo XX, como también lo hace Cien años de soledad. No es lo mismo ver en gráficas y tablas la deuda del País y otras proyecciones diciéndonos el estatus actual económico, que ir a una feria de empleo en Aguada el pasado 17 de julio, donde alegadamente asistieron unos cuatro mil individuos desesperados buscando empleo, algunos con lágrimas en sus rostros. Ahí es que logramos entender las implicaciones reales de la crisis económica, de las medidas de austeridad impuestas por este Gobierno neoliberal. No basta desarrollar nuestro conocimiento tecnológico sin complementarlo con conciencia. La energía nuclear pudiera resolver la crisis energética en Puerto Rico, como se pudiera utilizar para el genocidio de todo un pueblo. La crisis actual de Puerto Rico es mucho más profunda que solo lo económico. Puerto Rico tiene un problema fundamentalmente filosófico y al no reconocerlo inmediatamente y hacer el intento de remediarlo, nos veremos viviendo bajo el yugo del neoliberalismo.

Crédito foto: Sharon & Nikki McCutcheo, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)