La lucha por la independencia de Puerto Rico: antecedentes históricos y vigencia (quinta parte)

Historia

VII. La crisis de un modelo de desarrollo

Con el triunfo de la Revolución Cubana, la Guerra Fría se trasladó al escenario de la lucha por la independencia de Puerto Rico. Durante las primeras tres décadas de desarrollo del Estado Libre Asociado, Estados Unidos utilizó a Puerto Rico, entre otras cosas, para anteponer frente a América Latina un modelo de desarrollo capitalista colonial que enfrentara los desarrollos de la Revolución Cubana y su influencia sobre las luchas de los pueblos de América Latina. Para la Unión Soviética, Puerto Rico fue la piedra en el zapato utilizada para la denuncia de Estados Unidos como potencia colonial en el Caribe.

De la misma manera que para los pueblos en lucha latinoamericanos, Cuba fue el faro o referente común a la posibilidad del desarrollo de una sociedad socialista en América Latina; Puerto Rico representó para Estados Unidos ese modelo alterno, colocándonos como la ¨vitrina de la democracia¨ frente a nuestros hermanos latinoamericanos.

Con un modelo de industrialización por invitación, construido a partir de la existencia de mano de obra barata; de las exenciones contributivas; de la apertura para la exportación de los productos de Puerto Rico hacia Estados Unidos; del libre tránsito hacia dicho país que aseguraba a los puertorriqueños la ciudadanía estadounidense; de las llamadas ¨ayudas¨ o ¨transferencias de fondos federales¨ al país, fuimos por mucho tiempo la respuesta de Estados Unidos al mundo. Todo ello, sin embargo, se desarrolló dentro del marco de la represión del independentismo y la política seguida por las autoridades federales y puertorriqueñas dirigidas a la invisibilización de la lucha de independencia.

A partir de finales de la década de 1950, sin embargo, con el surgimiento de la Federación de Estudiantes Pro Independencia; del Movimiento Pro Independencia; de la participación electoral en el proceso político del Partido Independentista Puertorriqueño, que ya existía como expresión política en el País desde la década de 1940; así como de otras organizaciones que retomaron, una vez más la lucha armada como método de lucha en Puerto Rico, el independentismo comienza a rearticular sus luchas.

Las décadas de 1960, 1970 y 1980 fueron importantes en el desarrollo de una concepción político-militar en la lucha de independencia y en la vinculación del socialismo con las luchas independentistas y del movimiento obrero. Surgieron organizaciones políticas clandestinas como los Comandos Armados de Liberación (CAL); el Movimiento Independentista Revolucionario Armado (MIRA); el Ejército Popular Boricua (Macheteros); las Fuerzas Armadas de Resistencia Popular (FARP); la Organización de Voluntarios por la Revolución Puertorriqueña (OVRP); el Partido Revolucionario de los Trabajadores Puertorriqueños Macheteros (PRTP-M); y en los Estados Unidos, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), por solo mencionar algunas de las más importantes.

Fueron años donde la lucha internacional por la descolonización de Puerto Rico tomó auge en el seno del Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas; y fueron también décadas donde en Estados Unidos, las comunidades puertorriqueñas se organizaron en la defensa de sus propios intereses nacionales, comunitarios y en el apoyo a la lucha independentista en Puerto Rico.

Las luchas contra la explotación minera por parte de las compañías multinacionales de Estados Unidos desarrollada en Puerto Rico a finales de la década de 1960; la resistencia al desarrollo de complejo petrolero en el País que comprometía nuestro ambiente isleño a comienzos de la década de 1970; la lucha contra el servicio militar obligatorio dentro del marco de la Guerra de Vietnam; la lucha contra la Marina de Guerra de Estados Unidos en las islas municipio de Culebra y Vieques; el fortalecimiento del movimiento obrero y sus organizaciones junto al desarrollo de la luchas sociales; la oposición a la presencia de bases militares de Estados Unidos en Puerto Rico; la solidaridad del pueblo puertorriqueño independentista con la Revolución Cubana y las luchas de liberación nacional en América Latina; la resistencia cultural del pueblo puertorriqueño ante los intentos de anexión política a Estados Unidos y la lucha contra el régimen colonial de Estados Unidos, todas ellas adquirieron importantes dimensiones en ese período.

En este proceso el pueblo puertorriqueño obtuvo importantes victorias. Se derrotó el proyecto minero y el establecimiento de un superpuerto petrolero; se libraron importantes batallas por la afirmación de nuestra nacionalidad y nuestra cultura frente a Estados Unidos; se logró el cierre de importantes instalaciones militares, incluyendo el cese de los ejercicios de la Marina de Guerra de Estados Unidos de Culebra y, eventualmente, la salida de la Marina de Guerra de Vieques y el cierre de varios de sus polígonos de entrenamiento. Se han librado, además, importantes movilizaciones en las luchas contra la implantación del modelo neoliberal y la preservación del idioma español. Ha sido nuestra perseverancia, a pesar de no haber alcanzado hasta ahora la anhelada independencia y la justicia social a la cual aspiramos, el testimonio de un pueblo en lucha, con identidad caribeña y latinoamericana, que cada día manifiesta su voluntad de seguir siendo una nación con su propia identidad.

Puerto Rico hoy está más que nunca en una profunda crisis donde día a día se debate el colapso de nuestra economía. Durante la pasada década cientos de miles de profesionales han emigrado hacia Estados Unidos por falta de empleos; decenas de miles de puestos de trabajo calificados se han perdido al cerrar sus operaciones una gran cantidad de empresas de alta tecnología; los índices de deserción escolar (casi un 50 por ciento de los jóvenes en edad escolar) y desempleo (14.3 por ciento en el año 2013) han llegado a niveles tales que comparan con aquellos existentes hace medio siglo. Las drogas (se calcula existen 186 mil usuarios de drogas fuertes), la delincuencia generalizada (21 asesinatos por cada 100 mil habitantes), el crimen organizado y la incapacidad del Estado en brindar seguridad, educación pública de calidad y salud a sus ciudadanos, forma parte también de la realidad puertorriqueña.

Hoy Puerto Rico tiene una deuda pública muy superior a su PIB. La deuda privada, estimada en no menos de $50 mil millones, igualmente casi excede su PIB. Esta deuda privada que coloca a cada puertorriqueño al momento de nacer adeudando la suma de $17,000.00. La deuda pública consolidada, para un país de 3.5 millones de habitantes, alcanza la astronómica cifra de $167,846 millones. Esta deuda conlleva que cada uno de los puertorriqueños adeude a los organismos financieros internacionales en el mercado de bonos, la suma aproximada de $47,845.00. Mientras más crece la deuda privada y pública, los servicios a la población se reducen dadas las insuficiencias fiscales que tiene el País y su Gobierno.

En Puerto Rico, donde cada día la población se torna más vieja, el 50 por ciento de las personas de edad avanzada vive en la pobreza. Vivimos colectivamente en medio de la incertidumbre, la corrupción, la desesperanza y el deterioro continuo de nuestra calidad de vida.

La vitrina de la democracia sencillamente se encuentra hecha añicos. Mientras se continúa hablando de las famosas ¨ayudas¨ del Gobierno federal a Puerto Rico, los datos demuestran que todo es un mito dirigido a mantener la ideología de la dependencia. Los datos demuestran la falsedad del discurso colonial según el cual, sin Estados Unidos y sus transferencias monetarias los puertorriqueños, no podríamos desarrollarnos como país independiente.

¿Qué dicen los datos? Anualmente, los puertorriqueños compramos directamente a Estados Unidos $22,600 millones en mercancías y bienes producidos en dicho país. Las empresas multinacionales de Estados Unidos en Puerto Rico, por su parte, obtienen en rendimientos de capital por sus inversiones, es decir, ganancias netas anuales, que ascienden a $34 mil millones de dólares. Si a lo anterior se suma el costo que nos imponen las leyes federales, obligándonos a que todos los productos provenientes desde Estados Unidos tengan que transportarse en barcos de matrícula estadounidense y que hayan sido construidos en Estados Unidos, tal exigencia representa un incremento adicional en el costo anual de dichos productos valorado en $1,500 millones de dólares, todo ello para un total anual de $58,100 millones de dólares.

En lo que concierne a las llamadas ¨transferencias monetarias federales a Puerto Rico¨, de un total anual estimado en $13,530.00, aproximadamente $8,902 millones son ¨transferencias devengadas¨; es decir, se trata de ¨aportaciones¨ por las que ya los puertorriqueños han cotizado o hemos pagado por servicios prestados a Estados Unidos, por lo que, en consecuencia, representan derechos ya adquiridos por nosotros.

Entre estas transferencias se encuentran los pagos del Seguro Social, las pensiones a veteranos de sus fuerzas armadas y los pagos salariales a los empleados del Gobierno Federal que trabajan en Puerto Rico. El restante de estas asignaciones se divide en $2,704 millones en aportaciones del Gobierno de Estados Unidos al Gobierno de Puerto Rico; y $1,923 millones correspondientes a programas de asistencia social distribuidas directamente a individuos y familias, como es el caso del ¨Programa de Asistencia Nutricional¨ y los fondos dirigidos al Departamento de Educación u otros Departamentos del Gobierno de Puerto Rico.

Si se toma en consideración el presupuesto consolidado anual del Gobierno de Puerto Rico, el cual asciende a $28,114,745 millones, encontraremos que apenas alcanza para atender a su población dado los compromisos ya contraídos: el 23.43 por ciento se consume en nómina gubernamental; el 18.85 por ciento en subsidios corporativos y personales; 16.02 por ciento en el pago de la deuda pública; el 10.29 por ciento en compras de materiales; el 6.40 por ciento en compras de servicios; y el 4.24 por ciento en mejoras permanentes. El restante 19.75 por ciento se distribuye en facilidades y pagos por servicios públicos, donativos y subsidios, servicios profesionales, otros gastos operacionales, gastos de transportación, compras de equipo, aportaciones a entidades no gubernamentales, anuncios y pautas en los medios de comunicación, asignación para el pareo de fondos federales y el pago de la deuda de años anteriores.

Como indicamos antes, cada año decenas de miles de personas abandonan el País hacia Estados Unidos en busca de empleo. En los últimos quince años han sido fundamentalmente los jóvenes y los profesionales quienes emigran. Los precios de los productos de consumo incrementan día a día mientras las personas se estancan en sus niveles de ingreso; surgen menos oportunidades de empleo y la mayor parte de los que se crean no sustituyen los perdidos. Gran parte de los empleos que se crean son a jornada parcial o empleos precarios. La tasa de participación de la fuerza de trabajo se limita a un 40.1 por ciento, decrecimiento día a día el producto bruto real. El barco de la colonia hace agua y amenaza con hundirse en un contexto donde el capitán y su tripulación carece de los poderes políticos necesarios que le posibilite al menos, conducirlo a puerto seguro.

A pesar de este cuadro y las posibilidades de luchas sociales que posibilitaría, el País aún adolece de fuerzas políticas organizadas con un claro programa de unidad descolonizadora, que plantee una opción real de transformación radical de la sociedad. La ideología centenaria que se abroquela en la defensa del colonialismo, la dependencia y la falta de confianza en nuestras propias posibilidades como pueblo, continúa percolando casi todas nuestras conciencias, limitando nuestras capacidades para echar abajo el actual régimen de subordinación política y económica a Estados Unidos.

Se impone, pues, para el pueblo puertorriqueño, la imperiosa necesidad de acceder a esos poderes que desde 1898 conculca el Congreso de Estados Unidos y que mantienen nuestra subordinación colonial a dicho país. Es necesario que aquellos sectores que promovemos la descolonización y afirmamos la posibilidad de un nuevo modelo de desarrollo económico nacional que permita revertir el proceso de crisis social y económica que vive nuestro país, logremos romper el nudo gordiano que nos limita. Para ello la soberanía y la independencia, junto con un claro proyecto de justicia social hecho suyo por la inmensa mayoría de nuestro pueblo, es necesario. Por ello, es tarea inmediata e ineludible redirigir nuestros esfuerzos colectivos como pueblo en un proyecto político alterno.

VIII. El reclamo por la excarcelación del prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera

No quiero terminar estas palabras sin traer ante su atención una petición muy especial. A lo largo de los 117 años de relación política entre Puerto Rico y Estados Unidos, no ha habido una sola década sin que haya habido prisioneros políticos puertorriqueños en prisiones de Puerto Rico, como también, en las prisiones del Imperio. Por más de un siglo, nuestros luchadores han sido objeto de encarcelamientos por todo tipo de acusaciones por violaciones a leyes impuestas por Estados Unidos, dirigidas a intentar frenar nuestras ansias de libertad política.

Solamente durante las pasadas tres décadas cientos de puertorriqueños(as) hemos sido arrestados, encarcelados y perseguidos por luchar contra el Imperio. En el caso particular de la lucha por la salida de la Marina de Guerra de Vieques, el cierre de sus polígonos de tiro y de la Estación Naval de Roosevelt Roads en la región este de la Isla, más de setecientos desobedientes civiles cumplimos términos de cárcel como resultado de enfrentar en los polígonos de tiro de la Marina y terrenos ocupados por esta, los ejercicios militares de Estados Unidos en la isla-municipio de Vieques.

En la década de los ochenta, por ejemplo, veintenas de hombres y mujeres fueron condenados a prisión en cárceles federales en Puerto Rico y Estados Unidos como resultado de la lucha anticolonial. A pesar de que al presente la inmensa mayoría de estos luchadores encarcelados en los años ochenta se encuentran ya en libertad, aún permanece encarcelado en Estados Unidos un prisionero político puertorriqueño acusado del delito de sedición; es decir, conspirar para derrocar el Gobierno de Estados Unidos. El pasado mes de mayo, ese prisionero, Oscar López Rivera, cumplió 34 años encarcelado en prisiones federales. Se trata del mismo delito por el cual en la década de 1930 fueran a prisión tantos nacionalistas y el mismo delito por el cual fue condenado en África del Sur, Nelson Mandela.

Oscar López Rivera es hijo de una trabajadora puertorriqueña que emigró a la ciudad de Chicago, Estados Unidos, en la década de 1950. Su juventud la vivió en el barrio puertorriqueño de dicha ciudad. Reclutado bajo la legislación que entonces imponía el Servicio Militar Obligatorio, fue enviado a pelear en la Guerra de Vietnam donde permaneció un año. Allí Oscar se distinguió por su valor en combate. Por ello fue condecorado con la ¨Estrella de Bronce¨. A su regreso a Chicago en 1967, Oscar se involucró en el movimiento de los derechos civiles entonces vigente en Estados Unidos; en las luchas por la protección de su comunidad; en el trabajo social voluntario; en las luchas y resistencia comunitaria contra el racismo; en la defensa de los derechos de las minorías nacionales; así como también, en la lucha organizada por la independencia de Puerto Rico. En Chicago contribuyó a la formación y el desarrollo de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN).

Al momento de su captura en 1981, Oscar reclamó la condición de ¨prisionero de guerra¨. Como tal, invocó los Protocolos de la Convención de Ginebra que amparan a los combatientes en las luchas anticoloniales.

Oscar no reconoció la jurisdicción de los tribunales de Estados Unidos para juzgarle. Como combatiente anticolonial requirió ser juzgado por un tribunal internacional o por un tribunal de un tercer país que no fuera parte en el conflicto entre Estados Unidos y Puerto Rico. Amparó su reclamo en la condición de Puerto Rico como país intervenido por Estados Unidos a raíz de la Guerra Hispano-cubano-americana de 1898 y la nulidad del Tratado de París sobre Puerto Rico.

Sin que se le acusara o probara delito alguno de sangre, al igual que ocurrió un año antes con otros de sus compañeros y compañeras que fueran capturados en Chicago y Nueva York, Oscar fue procesado por el delito de conspiración sediciosa, encontrado culpable y condenado a 55 años de prisión. Más tarde, ante una falsa acusación donde sus carceleros alegaron un intento de fuga, fue condenado a 15 años adicionales para un total de 70 años de prisión.

Cuando el presidente Clinton en 1999, luego de casi veinte años de prisión, conmutó las sentencias a la mayor parte de sus compañeros y compañeras (30), a Oscar se le ofreció ser puesto en libertad luego de cumplir un término adicional de diez años. A varios de sus compañeros no se les extendió oferta alguna para salir de prisión. En aquel momento Oscar optó por rechazar su oferta mientras algunos de sus compañeros a los cuales no se le ofreció la conmutación de sus sentencias permanecieran encarcelados. Oscar en alguna medida repitió lo que le llevó a ser condecorado años antes en Vietnam en medio de un fuego intenso, negándose a abandonar a sus compañeros. Estos, sin embargo, salieron de prisión bajo supervisión hace ya cerca de cinco años. El Gobierno de Estados Unidos, sin embargo, se ha negado a excarcelar a Oscar. Indican sus carceleros que la fecha para ¨considerar¨ su salida de prisión será el año 2025. Para entonces Oscar habrá cumplido 82 años de edad de los cuales habría extinguido 44 años de prisión.

Oscar es hoy el preso político latinoamericano que más años de prisión ha cumplido por luchar por la independencia de su patria. Oscar ha cumplido más años de prisión que aquellos que cumplió Mandela por el mismo delito (31). Oscar es el prisionero político latinoamericano que más tiempo ha permanecido en prisión, y ciertamente puede decirse hoy, que es uno de los prisioneros políticos más antiguos del Hemisferio y del mundo. Oscar no merece estar un día más en prisión. Su delito ha sido por luchar por la independencia de su patria. ¡Queremos traerlo a casa ya! En manos del Presidente de Estados Unidos está la facultad para así ordenarlo sencillamente conmutando su sentencia por el tiempo ya cumplido, o concediéndole un indulto. Por eso recabamos de ustedes su solidaridad en este reclamo.

IX. Conclusión

Cinco siglos de dominación colonial han tenido gran peso en las circunstancias por las que hoy atraviesa nuestra lucha de independencia.

A diferencia de otros pueblos latinoamericanos que iniciaron sus procesos de independencia en el siglo XIX, tiempos revueltos en los cuales también Puerto Rico hizo sus primeros intentos, nuestro país sigue subordinado al poder político de otro Estado imperial.

La lucha de independencia que nos ha tocado librar, particularmente en los últimos 117 años, ha sido ardua, difícil y fuera de toda proporción. A diferencia de otros pueblos que han enfrentado la lucha anticolonial frente a imperios decadentes, a nosotros nos ha tocado librar esta lucha, siendo un país pequeño con una población muy reducida, contra el imperio más poderoso que ha conocido la historia. Contra nosotros, Estados Unidos ha ensayado todo procurando destruir nuestra identidad nacional. Aun así, no han logrado quebrar nuestro espíritu de lucha. A pesar de todo su poderío, nuestra nacionalidad sigue afirmándose en nosotros como parte de América Latina y el Caribe. Los puertorriqueños seguimos soñando, amando, y expresándonos, tanto en el plano individual como colectivamente, en el idioma de nuestros padres y madres; seguimos afirmándonos en nosotros mismos como pueblo, incluyendo tanto aquellos que vivimos en la Isla como millones más que viven en la diáspora

estadounidense. Los puertorriqueños mantenemos nuestras costumbres y nuestra personalidad como país, una personalidad de la cual nos sentimos orgullosos y orgullosas, donde el proyecto de absorción y asimilación ha fracasado.

Si bien los independentistas no hemos podido aún prevalecer en ese largo recorrido, iniciado por nuestros mayores desde 1795, tampoco hemos sido derrotados. Estamos convencidos que más temprano que tarde, prevaleceremos.

La lucha por la independencia de Puerto Rico ha tenido que librarse dentro de muy difíciles y desiguales condiciones. Somos una nación pequeña, ocupada por la potencia imperial más potente de la historia. Nos dice Germán Delgado Pasapera en su libro Puerto Rico: sus luchas emancipadoras, Op. Cit., lo siguiente:

¨De todas las corrientes presentes en la historia de Puerto Rico la primera en hacer su aparición fue la independentista o separatista que, pese a los riesgos a la defensa de sus postulados, logró afianzarse en un sector de la población, manifestándose una veces en forma combativa; otras de modo latente, pero nunca inadvertido”.

Estamos conscientes que la independencia de Puerto Rico tiene que ser obra de los puertorriqueños y puertorriqueñas y así será. Sin embargo, en la lucha por la independencia de los pueblos, siempre la solidaridad de otros pueblos ha sido una importante en el esfuerzo que nos toca librar a aquellos y aquellas que luchamos por ella. ¡Acompáñenos cada uno de ustedes en este esfuerzo! ¡Apoyemos el reclamo por la excarcelación de Oscar López Rivera! ¡Apoyemos el reclamo del pueblo puertorriqueño por ejercer su derecho a la libre determinación e independencia!

De nuestra parte, siempre estará el compromiso de perseverar, no claudicar y juntos vencer. Muchas gracias. ¡Viva Puerto Rico Libre!


(30) Carlos Marx acuñó durante el siglo XIX la siguiente expresión: ¨Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino.¨ En la lucha que nos ha correspondido llevar cabo a lo largo de la historia, participación de la mujer puertorriqueña ha estado presente de manera muy particular. Desde la legendaria Mariana Bracety, quien bordó la bandera del Grito de Lares y cumplió prisión, sin abandonar sus hijos, como resultado de los sucesos del Grito de Lares; pasando por múltiples mujeres nacionalistas que asumieron no solo el rol auxiliar en la lucha impulsada por dicho partido, sino también ocupar el puesto de combatientes en las décadas de 1930-1950; pasando también por aquellas militantes que desde las luchas sociales, las abiertas y las clandestinas, han contribuido y al presente contribuyen al desarrollo de nuestra conciencia nacional, todas ellas han sido un factor esencial en la búsqueda de un Puerto Rico libre. En este catálogo de mujeres también se inscriben aquellas valerosas mujeres que desde nuestra Diáspora, se han incorporado igualmente a hacer valer nuestro derecho a la libre determinación e independencia.

 

(31) Estados Unidos también mantiene en prisión, incluso por más años que los que ha cumplido Oscar, prisioneros políticos pertenecientes a su población originaria como es el caso de Leonard Pielper y prisioneros políticos del movimiento de lucha afroamericano de las Panteras Negras.

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