No hay silencio pa’ tanta gente: Escribir en Santurce, un concierto de contrastes y abandonos

Creativo

La palabra se transforma y reforma la ciudad desde sus ambigüedades y abandonos. Un edificio grafitero hace esquina en la De Diego con Ponce de León intersectando un mega banco; mientras una señora vestida de verde, chancletas floripondias rosadas y labios color passion, son la base de control de una cabeza enrolada cual parabólica. La susodicha acomoda su Cosmopolitan e insulta al adicto que le pide pa’… lo que sea. A su vez, dos banqueros esconden sus sudores ensobacaos entre los pliegues de una chaqueta Armani, mientras echan una mirada con gesto de puro asco clasista… Una escena cualquiera de un film, un cuento o un poema.

Lo anterior bien pudo haber ocurrido, con sus variantes, mucho antes en el París decimonónico de Jean Baptise Grenouille, donde los ambientes se definen por su propio olor. En un ambiente cargado se pueden distinguir pestes inquietantes... y en un ambiente alegre se pueden distinguir aromas más sutiles. En El perfume de Patrick Suskind, los olores tienen la función de separar lo agradable de lo desagradable o incluso, lo peligroso de lo seguro. En este caso se trata de la ambientación de una tarde laboral, por las distintas locaciones desde Barrio Obrero a Miramar, ahorita mismo en el siglo XXI: tierra de contrastes.

Santurce es el barrio que me habita desde la decadencia y sus disparidades; los colores y olores de la riqueza y la pobreza. Es tan dolorosamente rico en la diversidad. Así nos obsequia innumerables historias a los escritores que recorremos sus avenidas, calles, callejones… En mis libros de cuentos (Verdades caprichosas, Réquiem, Bocetos de una ciudad silente e (In)somnio) camino, construyo, destruyo y de(s)construyo caprichosamente (como caprichoso es el gobierno, también improvisado el segundo) este arrabal urbano que posee todo lo necesario para ser independiente. En un extremo tenemos un barrio obrero (construido en los años veinte del siglo XX para resolver el problema de vivienda en Puerta de Tierra); de inmediato una universidad (antiguamente de señoritas) asociada con estudiantado pudiente, rodeada de comunidades de todos los niveles de nuestra desnivelada sociedad; recorriendo la Ponce de León al otro extremo el Colegio de Abogados, el Departamento de Justicia… Y en el Centro están los colores, los ambientes multirrímicos, multiculturales, multidevastados de esta ciudad que se nos viene entre las manos, entre la mirada, parafraseando de alguna manera a la poeta Amarilis Tavárez Vales.

Se me ocurre visualizar esta zona como un manjar de carne al pincho, que tanto nos gusta en las fiestas patronales. El palito que aguanta la carne y tostones es la Ponce de León; la carne y los tostones son los barrios y barriadas con sus deambulantes y la salsa BBQ es lo que nos quieren embarrar los grandes intereses económicos (dícese empresarios, contratistas y el gobierno) con su plan de mejoras, para que nos pasemos los distintos trozos de carne sin distinguir sus texturas, diferencias o si es cerdo, vaca, pollo, perro o iguana.. ¿Y quién se robó el pan? ¿Y quién es el valiente que agarra el extremo del palito? ¿Y luego en dónde arrojamos el palito vacío? ¿Para qué nos sirve vacío?

Santurce es hogar de todos como de extraterrestres, donde un encuentro cercano con la comemierdería es inversamente proporcional a qué mierda hay pa’ comer, para meterte o para sobrevivir, y aun así el gobierno de turno, en cualquier turno, pretende “blanquear” la ciudad derribando una barra dominicana y par de casas cincuenteras de paredes despintadas junto a un estacionamiento de brea para construir un edificio, medio millón comenzando por simple apartamento de tres habitaciones. Que al final no logran vender, y proyectos que terminan quebrando al par de años, si tienen suerte.

Y es que blanquear implica demasiadas, tantas cosas… No se trata de hablar de ese nuevo pecado de la iglesia llamado diferencias abismales entre ricos y pobres, de anular el “limbo”, ni se trata de retratar la realidad de una niña riquita que entra en su Mercedes Benz mientras la otra, de la misma edad en la otra esquina se prostituye con sus piernas ulceradas. Igualmente son personajes de esta película en la que somos espectadores y actAntes, los que escribimos sea en una servilleta con olor a Medalla Light y tostones o una Ipad 3 y acondicionador de aire con incienso de pacholí.

Comenta el historiador y escritor Mario Cancel en su libro Literatura y narrativa puertorriqueña (Ed. Pasadizo, 2007) que “no se hace literatura en el silencio y el aislamiento. … La escritura es una rescritura abierta, un medio mixto de cosas que se recogen de una diversidad de lugares, o del reino de lo heterogéneo. … La alternancia caótica es la regla”.

Ese caos divino lo recogemos desde nuestras vivencias, a lo leído, lo visto, lo caminado y nos repetimos Santurce a lo caótico: una riqueza pura de seres vivientes desde su propia realidad o des-realidad, como le llama el profesor y crítico Luis Felipe Díaz, alias Lizza Fernanda. Así bien lo entenderán los escritores nacidos en Santurce, algunos de ellos son: Vicente Rodríguez Nietzsche, Néstor Barreto, Rafael Acevedo, Chiara Merino, Dalia Nieves, Ana Lydia Vega y Andy Montañez, además de muchos otros que sí escriben claramente del mundo sanjuanero, santurcino desde Barrio Obrero hasta Miramar, sin necesariamente ser santurcinos, el mismo Manuel Clavell, Daniel Torres, Ángel L. Matos, Guillermo Rebollo Gil, Gallego, Marta Aponte Alsina, Luis Rafael Sánchez, José Ferrer Canales y muchos otros.

La literatura urbana no es una novedad, aunque en Puerto Rico ha tomado mayor relieve y destaque desde la generación del 70, ya René Marqués había publicado en 1960 una antología de cuentistas: En una ciudad llamada San Juan). Se ha escrito mucho, nunca lo suficiente. Esta literatura en su mayoría a partir de los años noventa, además de experimentar (oficio de escritor) con LA ruptura de estructuras creativas de la palabra misma, se incorpora el elemento visual, la Internet, el grafiti y el cómic. Así aparecen revistas como Must-urbana (1994) del escritor Pablo S. Torres, nos comenta Mario R. Cancel (Literatura y narrativa puertorriqueña: la escritura entresiglos, Ed. Pasadizo, 2007):

“El lenguaje, el formato y la temática de Must-urbana demuestran una intención de que se les interprete como un proyecto de ruptura. En esta escritura hay algo parecido a una afirmación neopopulista posturbana que expresa una condición de ajuste al caos ciudadano que estimula el disfrute abierto de su condición en tiempos de la globalización. … La iconización de la escritura es una marca asociada a la era de la cibernética que tiene sus antecedentes en el lenguaje del mercadeo y la publicidad.” (pág. 59)

Imagen, palabra, Internet, creatividad, iconografía continúan desarrollándose en la literatura actual del siglo XXI, desde la diversidad de las voces se retrata la policromía del mundo santurcino. Un microespacio que revela los grandes contrastes de la sociedad puertorriqueña, la marginalidad, los desaciertos gubernamentales entre estructuras/personas-desechables y estructuras con personas de rentables “nombres y apellidos”, dónde un engabanado mira con asco a un tecato en su mugre que se puya la vena, para luego encerrarse en su oficina climatizada a 59 grados acondicionados y se esnifea una rayita con clase o brega con dinero de campañas políticas. Todo se ve, la mayoría se calla. Están también los que no se meten, esos de vidas estáticas. No todos son iguales, claro está, no peco de absolutista. Sin embargo, pretender reconstruir, léase blanquear o “enriquecer” el Santurce llamado Ponce de León y barrer esa verdad “Inconveniente?” hacia los márgenes, barrios y barriadas (Bitumul, Barrio Obrero, los callejones ENTRE la 15 a la 18, y tantos otros que pretenden esconder), que ellos mismos llaman de forma eufemística “especiales”, no es más que una hipocresía institucional. A fin de cuentas, Santurce es un barrio de San Juan, y el emperifollado Condado (también decadente) es un barrio dentro del barrio mismo…

Queda de nosotros plasmar en imágenes y palabras, cuerpos y sangre de las historias, más allá de los juicios valorativos, más allá de la oferta y la demanda, y los aburridos sermoneos. Esa es la palabra que construye, de(s)construye y reconstruye ese lugar llamado Santurce.