Una hermana llovió en el monte

Creativo

Creció en mi casa. El divorcio de sus padres, me atizó repentinamente. Aquel bulto de pasada cobijaba dos biberones, tres pañales, y en diadema la cinta púrpura.

Hincando mis pies con brea, somnolienta me despedí fraternalmente de su padre, ordené mis bendiciones y regresamos a mi cama. Prendí el televisor. Le puse muñequitos. Intente dormir unos segundos más, no tuve éxito.

Era inquieta. Su tono de voz acaramelado. Muy curiosa de espíritu. Deslizaba las puertas de espejo de mi infancia. Me atreví atenderle sin consuelo. Anclé al lado de su bulto mi sueño, cuando el ruido de los ganchos metiéndose en mis zapatos me alertó con su magia. Una pequeña Hechicera. Sin aviso alumbró mi espacio con su dulce. ¿Sería posible encarnar mi hechicera de orejas largas y cuatro patas dentro de la lealtad en sus ojos?

Luego del muñeco que enterneció mi noche buena a los ocho años, mis gavetas habían quedado vacías de ternura. Hasta que Irmgarita disfrazándose con mis telas hipnotizada llegó a mi vela.

La guarida se hizo circo. Ambas Impresionadas entre multitudes nuevas, despertamos sensaciones coloridas. La pequeña mareada de su propia Andrómeda de perfumes, atomizó su discernimiento, brió la gaveta de maquillajes, escogió una fina brocha y se pintó en el espejo con olor rojo: una sonrisa, una flor y un pez.

“Ven es tu turno, te toca a ti pintar ahora”… ciñó la brocha en mi mano.

Yo nunca había dibujado fuera de un libro de pintar. Más no podía defraudarla.

Tomé su color en la punta. Lo maticé con claro. Pinté un corazón alrededor de su trío. Mi tembloroso pulso me abandonó. Rayé aquel espejo de alegría formando un corazón inmenso protegiendo su creación

Y es que la mañana del sueño había raptado mi soledad. Iluminó mi carta de colores con su melodía. Resonancia de dos almas en una lluvia convergían. Saciamos una a la otra nuestra sed. Susurramos familia, pintando una sonrisa en nuestros labios oxigenando nuestra sangre.

Irmgarita en su semblanza afianzó mi condena. Aquella pena de muerte incrustada en mi cuando segregaron nuestra familia. El frío que marcó mi vida otra vez al mis hermanos partir temprano a colonizar su educación superior lejos de nuestra tierra.