Lola Rodríguez de Tió: vigencia y pertinencia

Caribe Hoy

alt(Palabras pronunciadas en ocasión de la Conmemoración del natalicio de Lola Rodríguez de Tió en la Plazuela Santo Domingo, San Germán el Miércoles 14 de septiembre de 2016.)

Tengan todos, sangermeños y visitantes, muy buenas noches.

Es con mucho placer que me dirijo a ustedes. Vengo hoy a recordar y reconocer con ustedes una figura cimera de las letras y de las luchas libertarias de nuestra patria. Estamos hoy aquí porque Lola Rodríguez de Tió se ganó el reconocimiento y recuerdo de su pueblo de San Germán, de su patria Puerto Rico, de su Caribe amplio, de su tierra inmensa latinoamericana. Aquí estamos congregados por la gran Lola, la Hija de las Islas como la llamó Rubén Darío o la Lolísima como la llamó Manuel Pichardo Peralta, embajador de Cuba en España para la década del 1920. Yo, hija adoptiva de Puerto Rico desde el 1961 e hija adoptiva de San Germán desde el 2004, agradezco el que se me haya conferido el honor de dirigirme a ustedes con estas breves palabras para avivar la memoria de Lola Rodríguez de Tió.

Todos los años, nos reunimos para recordar a Lola Rodríguez de Tió, gran poeta sangermeña, mujer de excepcional personalidad y aplomo. En otras ocasiones he hablado con gusto de otras facetas de su vida, de su obra literaria y política, de las tertulias en su hogar ya fuera en San Germán o desde sus destierros y exilios en Caracas, en La Habana, en Nueva York. Hoy hablamos de dignidad y resistencia; de vigencia y pertinencia.

En este septiembre del 2016, ante la dolorosa y continuada realidad de tantos presos políticos como lo son ahora Oscar López Rivera y Ana Belén Montes, ante los terribles hechos de una Junta de Gobierno impuesta por el régimen colonial, ante la inestabilidad social visible debemos recordar la presencia de Lola Rodríguez de Tió precisamente por su vigencia. Esa mujer de mediados del siglo XIX y principios del XX se nos hace vigente y pertinente por su amor decidido y aguerrido por esta su tierra originaria y por las luchas sociales que confrontó en su época de vida. Miremos de frente, veamos con claridad pues las de ella, entonces, son las mismas realidades que confrontamos nosotros hoy.

Dolores Rodríguez Astudillo y Ponce de León de Tió, que así se llamaba Lola, nació en San Germán el 14 de septiembre de 1843 y falleció en La Habana el 10 de noviembre de 1924. Entre ambas fechas existió un ser humano cuya vida y obra, al conocerla y estudiarla, llenan de significados la historia de su pueblo. Van 173 años desde su nacimiento y el entonces y el ahora de Puerto Rico confrontan los mismos dilemas y demuestran semejantes valores identitarios. A continuación presento muy brevemente cuatro ejes culturales que unifican a los puertorriqueños desde Lola hasta hoy, estos son: familia y niñez, las migraciones, los presos políticos, el idioma y los versos.

El año 1865, señala un momento central de la vida de nuestra poeta pues contrae nupcias con Bonocio Tió y Segarra, periodista y poeta. Ambos eran conocidos y respetados por el verbo poético y el valor patriótico; ambos vivieron un peregrinar prolongado, con frecuencia muy sufrido pero hondamente compartido. Su casa, la de ambos, donde estuviera ya que estuvo en muchas ciudades y en muchos lugares, fue siempre centro de tertulias poéticas y políticas; su vida, la de ambos, fue siempre ejemplo de amor patrio y dedicación al servicio de la comunidad. Así fue su vida compartida hasta la muerte de Bonocio en el 1905 en La Habana. Fueron 59 años de matrimonio cimentados en la labor creativa de la escritura poética y el periodismo y, desde luego, en la tenaz lucha por la independencia de Puerto Rico y Cuba. Estemos claro que Cuba y Puerto Rico fueron siempre, y lo son ahora, dos alas de un mismo pájaro “comparten flores y balas en un mismo corazón”. En Cuba, Lola trabajó por el bienestar de la niñez como inspectora de escuelas y en el transcurso de su vida escribió muchísimos poemas desbordantes de ternura por los niños pero también hay entre sus textos poemas acusatorios ante el maltrato infantil. Ella vivió preocupada por la niñez sufrida y triste, por la educación deficiente que era necesario transformar. Estos son temas que a diario nos estremecen; quién no se duele ante las ineficiencias del sistema de educación para los niños con necesidades especiales, o ante el vil maltrato, el abandono e incluso la muerte de un inocente con tanta frecuencia reseñados en la prensa del país. ¿Quién no se estremece?

Lola y Bonocio sufrieron tres exilios o destierros políticos. El primero fue en el año 1877, el régimen les dio escasamente dos horas para salir de la isla y se exiliaron en Caracas. En el 1889, se da el segundo exilio que los lleva primeramente de regreso a Caracas y en 1893 a Cuba. El tercer destierro los lleva de su hogar en La Habana a Nueva York en el 1896, regresarían en el 1899. Esa migración era una realidad de época. A mí me hace pensar en este terrible y constante peregrinar de puertorriqueños por las ciudades de Estados Unidos, desarraigados de la tierra patria, de sus costumbres, de su idioma. Los puertorriqueños no nos vamos porque queremos, nos vamos porque las circunstancias económicas y políticas nos expulsan en una espiral de vuelos y anclajes, una diáspora que puebla el norte con cinco generaciones de boricuas adaptándose a otro tipo de puertorriqueñidad. ¿Quiénes de los que estamos ahora, aquí haremos las maletas para emprender camino?

El año 1887, el año del componte, fue un año terrible para Puerto Rico en general y para San Germán en específico por la cantidad de personas presas por la persecución política. El General Romualdo Palacios y González, de triste recordación, era el Gobernador General. Lola y Bonocio estuvieron muy activos llevando reclamos ante los poderes políticos, incluyendo una campaña epistolar con personas poderosas en Europa y socorriendo a los componteados y sus familias. Esa obra de agitación política tuvo dos resultados tangibles importantes: uno, fue el residenciamiento del déspota, Romualdo Palacios, quien tuvo que regresar a España. El segundo resultado importante fue la liberación en la Navidad de 1887 de los presos políticos que Palacios había encerrados en El Morro. Lola personalmente intercedió ante el nuevo Gobernador, el General Contreras y logró la liberación de los presos. En otro momento escribí “Cien años más tarde, los esfuerzos por la libertad de los presos políticos son los mismos: cartas, visitas a los administradores del régimen de turno, actividades de manejo de opinión pública. En aquel entonces no había que recoger miles y miles de firmas, como hemos hecho nosotros para liberar a estos once patriotas. Bastó la palabra de Lola”. Y hoy ¿cuánto más puede, tiene que hacer este pueblo para reclamar la liberación de Oscar? ¿Hasta dónde el cinismo del imperio ante el reclamo de este pueblo colonizado pero en lucha constante?

Lola Rodríguez de Tió publicó tres poemarios: el primero fue Mis Cantares de 1876 con prólogo del mismo Bonocio; luego Claros y Nieblas en 1885 y Mi libro de Cuba en 1893. Cada uno correspondió con momentos significativos de su historia personal. Como todo poeta gran parte de su obra quedó dispersa al morir. En el caso de Lola la muerte la sorprendió dictando un soneto que quedó inconcluso y que empieza “¿Por qué he de amar? Si la existencia mía se va acabando en silencioso duelo…”. Un escritor escribe porque tiene algo que contar y en ese relato se juega su existencia. Entre el público nos acompañan esta noche muchos poetas, algunos colaboran en por lo menos tres grupos: el Colectivo Literario En los bordes, Las Musas Descalzas y Poetas en Marcha; próximamente nos deleitarán con sus versos, pinceladas de su propia existencia. Los poetas no escribimos para producir libros, simplemente escribimos porque no podemos dejar encerradas las palabras. Cada escritor que nos acompaña sabe que en este país publicar un libro es una hazaña mayor. Pero sabe también que sus textos son documentos de vida e historia; sabe que un verso defiende su idioma, pulido con esfuerzo y esmero y, por lo mismo, defiende y manifiesta con tesón la identidad nacional.

Hoy, celebramos una vez más y con gran regocijo el natalicio de la más ilustre de todos los sangermeños: Doña Lola Rodríguez de Tió. Aquí estamos entre poemas y buena música dialogando y compartiendo, recordando a Lola porque su vida y su pensamiento están aún vigentes en la realidad social de Puerto Rico. Al recordarla hacemos pertinente la lucha continuada que ha llevado esta gran patria por mantener su identidad. De eso se trata, cada año este pueblo demuestra que con todos los ajustes de época que debemos hacer, existimos para mantener vivo lo que somos y pasar ese legado de identidad otros cien, doscientos años, quinientos años más… lo que sea necesario.

Muchas gracias por su atención.