Camino a Cuba 5

CAMINO A CUBA1

altUn día del año 2006, cuando sostenía una conversación “at random”, al azar, entre compañeros de trabajo, se reanudó una amistad.

Habían pasado varios años, crecí, me desilusioné, hice un breve recorrido por la universidad (fui a la UPI), amé ciertas mujeres y dejé de escribir poesía. Dejé la poesía pues creí entender que aquella orientadora tuvo razón al decirme que la literatura no me dejaría dinero, pero, no estudié nada que si dejara. Así que con un 4to año y un minúsculo diploma de un grado asociado, me las tuve que buscar.

Después de muchos trabajos encontré uno que valía la pena en un centro de distribución en Caguas. Allí dejé la idea de ser poeta y comencé a ser un trabajador común, trabajar ocho horas, llegar a casa, compartir con mi compañera de entonces, comer, ver televisión, tener sexo, bañarse y dormir para al otro día realizar la misma rutina. Somos animales de costumbres.

Creo que era miércoles, cerca de las seis o siete de la noche. Algunos de mis compañeros conocían sobre mi interés por la poesía, ya llevaba un año trabajando allí y entre chismes y otros ejercicios lo dije, además de que al decirlo había cierto aire de orgullo en mí.

Ese miércoles hablando con un compañero salió el nombre de José Manuel Solá, el maestro. Luego de varias historias compartidas me dice aquel muchacho que la esposa de Solá había muerto. Yo sabía que esa mujer era todo para Solá y enterarme que había muerto me consternó.

José Manuel Solá y yo habíamos dejado de escribirnos hace unos años, la última carta fue en el 2003 o 2004 cuando le dije que pensaba renunciar a la poesía. Al otro día de la noticia, luego de practicar los hábitos de un hombre común, llamé a Solá.

La poesía reapareció vestida, de luto esta vez. Hoy, Camino a Cuba, a la Feria del Libro, la honro llena de colores, alegrías y esperanzas.