Camino a Cuba 6

CAMINO A CUBA1

altPude reencontrarme con José Manuel Solá después de varias semanas de intentos, sucedió que andaba en un encuentro de poetas por Buenos Aires o en alguna otra parte del Sur.

José Manuel llevaba la inocencia de un niño de 5 años en su mirada, su hablar era pausado, hondo, tierno. Sostenía el cigarrillo con maestría, la misma con la que escribía versos. Después de tantos años de cartas y darle una voz que no era la suya a aquellas palabras, Solá y yo por fin nos conocimos. Resulta gracioso que siendo los dos de Caguas nunca nos vimos después del certamen, pero, así la historia estaba destinada a escribirse.

Aquel primer encuentro estuvo lleno de risas, historias, tristezas, poemas y más risas. Recuerdo que mientras andábamos por alguna de las calles del pueblo le entregué un manojo de poemas que venía escribiendo hace algunos años atrás. Miró aquel cuaderno con cierto recelo, lo abrió y leyó un poema. Luego me dijo estas palabras “Nesty, tienes que sentir lo que escribes. Si vas a escribir del árbol tienes que ser el árbol, estar dentro de él, sentir las hojas moverse, las hormigas treparse. No escribas desde afuera, escribe desde adentro de las coas”. Aún al día de hoy no sé si lo he logrado. Desde ese entonces la amistad se solidificó.

De entre tantas historias que Solá contaba desde sus días en el ejército, los amigos en la plaza de Caguas, la joyería de su hermana, cuando era flaquito las que siempre me emocionaban eran las de sus viajes a encuentros de poetas. Pero de todos, Montevideo fue el que me sedujo. Solá hablaba de Montevideo con la misma pasión con la que hablaba de Puerto Rico y esa pasión me llevó a enamorarme, sin conocerla, de esa ciudad.

Hoy, entre el barullo de los carros de Santurce, el humo, los transeúntes, el ruido excesivo de la vida cotidiana, pienso en Solá, en su abrazo insobornable, en su caminar lento pero seguro, en su eterno cigarrillo prendido que enardecía cada palabra puesta en mis oídos. Y pienso que, sin aquellas visitas a su hogar, viéndonos crecer, cantándonos nuestras historias hoy sería un transeúnte más en estas calles santurcinas y no un poeta Camino a Cuba, a la Feria del Libro, con una mochila colmada de versos y el abrazo insobornable que me enseñó Solá dispuesto, siempre, a la amistad.