Entre la poesía dominicana y el ensayo boricua

Voces Emergentes

altHay una fábula en donde un DJ y un poeta / caen en un pozo. / Empiezan a vocear y a vocear hasta / que un hombre se asoma y les tira una / cuerda para irlos subiendo poco a poco. / Sube el DJ primero y cuando se la / arrojan al poeta este grita que lo dejen abajo / y el hombre y el DJ así lo hacen, aguardan / en silencio y se marchan al rato”.

Frank Báez

¿Para qué sirve una poesía, una escritura que se humilla,

que se odia, o un poeta que se ‘desprecia’ a sí mismo en

la poesía odiada?

Yván Silén

I

Cuando abro el poemario dominicano de Frank Báez, Postales (2009), “Sentado ahí escribí un poema / que me gusta mucho. / A la semana volví e intenté / escribir otro poema / sin resultado alguno…,” siento el tirón de un ensayo boricua, La poesía piensa (2010) de Yván Silén, como si fuera un pellizco filosófico-político: “La postmodernidad, la anemia del espíritu (su impotencia —su frigidez—) ha estado ligada antipuertorriqueñamente a la estadidad-jíbara, a la ‘estadidad-radical,’ que no es otra cosa que la mentira de la ‘colonia-precaria’ o de la ‘hiper-colonia-del anexionismo.’”

Entre el poemario, Postales, “John Keats escribió que no hay nada menos poético que un poeta,” y La poesía piensa, ensayo que, desde una ensayística que empieza en 1980, lo apuesta todo a la centralidad del absoluto poético y del poeta como centralidad absoluta, “El poeta es el que domestica al Dragón, el que lo monta, el que lo vuela paradigmáticamente. El poeta es el señor de los anillos”; entre Postales y La poesía piensa se produce un cortocircuito metapoético. Vórtice literario. Chisporroteo de páginas sueltas.

II

En dos de las tres partes en que se divide Postales, “Te esperé en un apartamento donde las ardillas / entraban y secuestraban mi poesía,” esta, la poesía, se inscribe en la tradición de la degradación del sujeto prepotente, como decía Severo Sarduy en defensa de un neobarroco de la revolución en guerra epistémica contra el logos hegemónico que perseguía capitalizar la significación literaria.

Crítica a la subjetividad logocéntrica y prepotente que, a partir de la década posmoderna por antonomasia, 1990, estalla en las Antillas hispanófonas. Torbellino que llega a Postales: “publiqué un libro de poesía y una vecina lo leyó / y escéptica dijo que era capaz de escribir / mejores poemas en media hora, y lo hizo.”

Trueno de esa tradición, “Tal si fuera un pájaro atrapo el poema. / Lo siento latir en mis manos. / Pero a veces lo aprieto demasiado / y lo destrozo,” que se inscribe en Postales como minusvaloración del Poeta: “El poeta es a la poesía lo que las tuberías son al agua.”

De Los ciudadanos de la morgue (1997) a La poesía piensa (2010), el ensayo de Silén escribe contra la posmodernidad, su “demokracia” podrida y su anulación del Poeta y de la Poesía, la cual el ensayo plantea como la “antimercancía por excelencia, su atacar la miseria con el sólo hecho de estar, su juicio contra el trafagar del poder...” Por eso, ante la analogía de Postales, “Con esto [el poeta es a la poesía lo que las tuberías son al agua] quiero decir que el poeta sólo escribe…,” La poesía piensa se estremece frente a la liviandad del adverbio (sólo).

No, dice La poesía piensa, “La poesía es zen.” El poeta es más que la escritura y la poesía es más que el escritor. El poeta es Poeta y la poesía y es Poesía (lo terrible): “¡Pensar (cavilar) es ser! Pensar (reflexionar) es imaginar. Pensar es poetizar el sentido del sueño y la angustia del amor, del desgarramiento y el mundo.”

Postales no se amilana:

Con un palito toqué el cuervo

que encontraron los niños

debajo de ese árbol

le decía vuela lejos

vuela a la rama

y el cuervo graznaba

y era enorme

como el del poema de Poe

y lo tocaba con el palito

y le decía vuela lejos vuela a la rama

como alguien que hablara con algo

que no está ahí y lo supiera.

Ante el absolutismo poético del ensayo, Postales se reafirma: “escribe y espera y escribe esperando / que este es el último poema.” La poesía piensa escupe tinta: “el mal de la poesía, su [sic]libertá irreductible e infinita… está relacionado con la esencia del poeta…”

Postales se explaya sobre la página, “La tinta del lapicero es fría / sobre el papel,” e insiste en su visión metapoética, según la cual el poeta “utiliza las palabras, las sube aquí, allá, / las baja, las roza, / al igual que un albañil levanta ladrillos y empañeta…”

Antiutilitario, “¡la poesía es sinuosa!,” el ensayo piensa en lo sagrado más allá y más acá de la religión; periplo del poeta maldito al poeta prohibido. La poesía piensa contesta: “Porque el mal de la poesía, su libertá irreductible e infinita (su hedor de Dios), está relacionado con la esencia del poeta que ellos resisten y con la esencia del lenguaje que la academia no puede manejar.”

Postales termina la imagen constructiva de la poesía: “ya que el poeta con las palabras construye casas / para los lectores, esos que son unos hipócritas y se van sin pagar / y que a veces se meten en la boca una escopeta tan sólo porque / les falta / lo que hay dentro de un poema…”

Sustancialidad. ¿Se acerca la poesía, Postales, al ensayo, La poesía piensa?

III

Salto cualitativo; del poeta degradado, “Tener treinta años y ser el hazmerreír de los poetas,” Postales modula una subjetividad que suspende la minusvaloración moderna-posmoderna del poeta: “¿Aquél que escribe sonetos con los dedos de los pies?”

En la tercera y última parte, la poesía transforma la subjetividad del poeta degradado, “Pongámoslo claro, tú nunca serás / la General Motors / y yo nunca seré García Lorca,” en intersubjetividad del poeta que, sin denigrarse, tampoco sin borrarse, se remite a otros, escribiéndoles, como intermediario en off, 88 postales, algunas muy breves, “A Virginia que se ahogó en su bañera,” “A Patricia que caminó ida y vuelta la 27 de Febrero llorando,” y otras más largas: “A Ramón que se fue a España para dedicarse a escribir y ser famoso, escribió y escribió y escribió, se rompió los dedos escribiendo, hasta que cierta mañana se miró al espejo y se dio cuenta que no tenía talento.”

88 postales prosaicas que se transforman en memorias-crónicas concretas de la dominicanidad de todos los días, transnacional y neoliberal, que por lo general anda a pie: “A Sofía que es sirvienta en Barcelona y su marido asegura que es cuero”; “A Henry que le dispararon a quemarropa en un callejón de Boston bajo la nieve que caía”; “A Héctor que se lo llevó una ola cuando recogía cangrejos en los arrecifes”; “A Juan que tiene sida y agoniza en una cama del Darío Contreras”; “A Raposo que le dijeron que corriera, pero no corrió y lo deportaron”…

Postales: “todos los poemas de amor son irreales / los poemas de amor que el poeta escribe intencionalmente irreales / son los más reales de todos.”

Solidaridad: “A Benito que se lo desayunó un tiburón”; “A Julia que intentó lanzarse desde la azotea del Plaza Central.” Empatía: “A Gilberto y sus hermanos que subieron el ataúd de su mamá en una yola que iba rumbo a Puerto Rico.”

Imantación política; Postales abandona el verso de las dos primeras partes, “Por cierto, no les hagas caso a los críticos / ni a las profesoras de literatura que te dirán / que esto no es poesía,” para transformarse, en la tercera, en prosa a quemarropa: “A Osvaldo que le cortaron un dedo y se lo mandaron por correo a su mamá.”

Del verso del yo-poético a la prosa del nosotros-a pie: dominicanidad concreta. Escritura abierta; prosa que no termina ninguna postal con punto final: “A Patria que se fue en yola a Puerto Rico con todos sus ahorros, trabajó y trabajó hasta llegar a Nueva York, alguien la preñó, sudó el lomo bailando encuera en Queens, limpiando toilets en Manhattan, cocinando en un restaurante polaco, luego en uno italiano y finalmente en Burrito Buggy, donde le pagan más”

Postales. Del verso a la prosa: fuga libertaria de la subjetividad moderna-posmoderna a la intersubjetividad transmoderna. Empatía en tercera persona: “Al papá de Omar que caminó hacia San Cristóbal y se pegó un balazo antes de llegar.”

IV

Entre la poesía dominicana y el ensayo boricua, la literatura filosofa en clave caribeña.