Maelo: el incomprendido en el amor

Voces Emergentes

Nada fácil es tomar como fondo la figura de Ismael Rivera. Nada sencillo es poder dedicarle unas líneas sin que una idea simple evoque rápida y contagiosamente nuestras mentes desde la lírica de sus canciones. No importa el tema, no importa la estrofa, siempre será un hilo que de manera cómplice invade alguna esquina de nuestros recuerdos o de nuestros deseos.

No platicaremos de la vida personal de Maelo, no haremos referencia a sus angustias y a sus pesares, ni mucho menos jugaremos a ser analista de sus actos. No es justo ni necesario. Solo nos entretendremos en aplaudir a la ricura de su sencillez y a la escondida profundidad humana de sus glosas.

Incomprendido, un tema de Bobby Capó que en 1972 lo escribió en un concepto del tal para cual. Incomprendido quedó registrado en la producción “Esto Fue Lo Que Trajo El Barco” y definitivamente pintó en esa composición a quien dándolo todo termina con algo menos que nada. Alguien pudiese decir: Bobby soñó el futuro inexorable del Sonero Mayor, así como si fuese el Réquiem de Mozart pero entre los dedos de quien sí lo vislumbró desde la acera de enfrente.

Del párrafo anterior podemos hacer alusión a la primera estrofa y coincidencialmente nos tropezamos con este límpido poema: “Yo, creo que voy, solito a estar, cuando me muera, he sido el incomprendido, ni tu ni nadie me ha querido, tal como soy.” Confieso haber escuchado este tema incansablemente y a mi modo de ver las cosas todos en algún momento hemos vivido o estamos próximos a vivir una situación donde Maelo nos revive delicadamente esta condición de distancia o vulnerabilidad.

De las aproximadas 121 interpretaciones, que el hijo de Margarita nos dejó en su eterno legado, ninguna tan fotográfica y tan representativa. Aunque no sería tan verosímil si no es porque Maelo prácticamente se miró absolutamente en esta pieza solemne, que dirimía un etéreo sentimiento de “deja vu”. Así era Maelo, sin envolturas, ni complejas posturas. Era tan simple y transparente como las carátulas de sus acetatos, como su sonrisa, como su mirada ingenuosa y su natural presentación.

Para quienes estén incorporándose a estas lides de la salsa observarán, en su recorrido por Maelo, que se trata de alguien el cual los temas más difíciles los hacía llanos; y mejor aún, cómodos de seguir con nuestras cuerdas vocales pocos entrenadas. No se trata de imitarlo, solo se trata de apreciarlo, pues mientras Ismael Rivera los interpreta, tras los parlantes, no está cantando propiamente dicho, en realidad Maelo está sintiendo lo que entona.

Amar como un todo fue para nuestro Maelo la premisa. Amar a su patria que es toda nuestra patria, amar su soledad y sus desengaños, amar su madre y a su familia, amar su negritud y su latinidad, amar a su pasado y su presente, amar a las cosas sencillas y tiernas, amar a sus creencias y sus ideas, amar a su barrio y a su gente, amar su gracia y su alegría, amar su encanto y su improvisación, amar a sus jíbaros y a su jaragual, amar al tambor y su tiempo legal, y sobre todo amar profundamente al aroma de la mujer. Todo está en esas letras miles de veces oídas. Es como un libro abierto que desprende apologías de sabrosura.

Pero quién no es capaz de hacerlo tan evidente, en el amor, como Maelo, si desde su entorno musical se comprometía con esas cosas que quería intensamente. Es aquí donde entra perfectamente la siguiente estrofa: “Yo, solo estaré, y juraré, que cuando muera, aun así con mi presagio, tendré tu nombre a flor de labio, y moriré.” Y es que eso que se expone a flor de labios son tantas cosas, son tantas ideas, tantos recuerdos que cuando usa el término “moriré” puede ser interpretado como una despedida franca o un inclemente adiós.

A la luz de este trabajo estimé 19 boleros a los efectos de puntualizar sobre la capacidad interpretativa de Maelo. En un género tan difícil como lo es el bolero y viviendo en un momento tan competitivo donde tuvo que codearse con –quizás- los más versados y experimentados dentro de esta modalidad, por citar: Tito Rodríguez, Vitín Avilés, Lucho Gatica, Daniel Santos y hasta Julio Jaramillo, entre muchos. Maelo pudo, desde el bolero, fantasear con su tierra, hacer dúos y añorar las navidades, pero en especial pudo, con su estilo, su voz grave y su porte de paisano latino, decirle a ellas cuan dentro tenía su pasión por declarar su amor, y en difíciles circunstancias, donde expuesto por ese deseo primario, aun es capaz de apartase para dejar que sea el destino quien decida lo que ha de suceder. Que difusa es la soledad.

Es aquí donde entra esta bella estrofa: “miro una estrella y deja de brillar, toco una flor y se ha de marchitar, negra suerte la que me tocó, que es todo lo que quiero yo, por eso que solo voy, yo no fui nada soy, ya sin ti.” Diría Cheo Feliciano: “Como hinca!”

Así como si no quisiera, recientemente tuve la oportunidad de compartir micrófonos en un programa radial, en Radio Nacional de Venezuela, con César Colom (académico de la Universidad Sagrado Corazón, Santurce, Puerto Rico) y ante una astuta pregunta que le realizara el moderador del espacio, el profesor Miguel Salazar –alias Miguelito-, logré escuchar -palabras más palabras menos-, de parte de nuestro invitado de la isla del encanto, que se sorprendía que consideráramos a Ismael Rivera como una expresión de resistencia. Admirablemente se puede identificar otra interesante manera de ver una manifestación de incomprensión a la que se puede inscribir, quien desde su lecho sobrelleva con entereza la defensa de sus creencias clave en mano.

Pareciera ser no comprensible, sin embargo, un amigo de la juventud de Maelo, Rafael Bassi Labarrera, se refiere a Maelo de la siguiente manera: “El Sonero Mayor fue un rebelde, un desordenado, un irreverente, un hombre generoso que derrochó su canto, su arte y su sabiduría popular.” Y más adelante cierra: “Hay otra dimensión de Maelo, poco reivindicada en nuestro medio, es su profundo sentimiento nacionalista que se expresa claramente en canciones como Profesión Esperanza y La Perla de Tite Curet Alonso o en La llamaría Borinquen de Bobby Capó o aún en sus propias composiciones Lejos de ti y Borinquen.” Esa reflexión de Labarrera indica su carácter y su aplomo a la hora de asumir su valía como quien defiende su sentido de pertenencia.

De lo anteriormente es entonces cuando se ve oportuno agregar esta estrofa: “por qué no me comprenden a mí, si yo soy, un negrito chévere.”

Con el riesgo de que me califiquen como otro incomprendido o más bien deseándolo ser, me voy a atrever a decir que los temas bailables que heredamos de la voz de Maelo son más expresivos, más envolventes y sentimentales. La intencionalidad y la decodificación del personaje permitieron que quienes tenían la pluma y el tintero pudieran comprometer fragmentos de composiciones de exquisita lírica para que Maelo se luciera ante el candor de su corazón apasionado. Implicados en sus pecados caribeños, tanto el Tite Curet, como Bobby Capó, y de lucir con el tino del pulso de Rafael Hernández o Pedro Flores, entre algunos, se dibujaron las piezas que calzaban perfectamente en el estilo de este albañil de profesión pero trovador de alma.

No importa si se tratase de Bomba o Plena, bien sea que pase por Son Montuno o Guaracha, Ismael hacía con su perfecto tiempo algo que muchos cantantes se les hacía difícil. Sin importar que la mayoría de los cantantes representen sus diferentes prestancias, afinadas voces, capacidades interpretativas, elegancias al cantar e inclusive sus gracias en la escena. Ismael Rivera tenía algo que pocos lo logran con tan poco esfuerzo y es que nuestro Maelo es CREIBLE. Si mis estimados amigos, Ismael Rivera trasmite algo que nuestras percepciones son capaces de no rechazar y la razón es muy simple ya que oír a Rivera es como si esperamos a un amigo confesar sus angustias o sus alegrías en la misma cuadra o en la misma esquina del barrio de la siempre Latinoamérica.

Pero, aun así, como dice su última estrofa: “incomprendido, yo soy Maelo el incomprendido.”