Se acabaron las promesas (cuento)

Voces Emergentes

altGuillermo observaba el uniforme encima de la cama, las botas en el piso, el cinturón con las armas que requerían el trabajo como agente policiaco y el casco recostado en la silla.

Meditaba sobre el tiempo que llevaba en la uniformada. Lo perturbaban las veces que tuvo que arriesgar la vida persiguiendo a narcotraficantes y delincuentes.

-Cómo olvidar el último operativo en el residencial donde me hirieron de bala y terminé en el hospital- recordaba.

Esta vez le tocaba pararse frente a una marcha de jóvenes universitarios que protestaban contra una Junta Fiscal y una ley llamada “promesa”.

Guillermo no entendía de dilemas políticos, nunca habían sido de interés. Sin embargo, los compañeros hablaban de la reducción en las pensiones de retiro y otros beneficios laborales.

-La Junta Fiscal se opuso al esperado aumento de salario prometido por el gobernador. Indicaron que no hay dinero en el próximo presupuesto aprobado por la Junta para este aumento salarial- dijo uno de los compañeros de trabajo.

-El salario que recibo por mi trabajo apenas me da para cubrir las necesidades básicas. Contaba con ese aumento para casarme- contestó enojado Guillermo.

Hace un tiempo había conocido a una muchacha y pensaba que con el aumento de salario que prometió el gobernador ahora sí tendría la familia que tanto anhelaba. Esta vez la llamada Junta Fiscal tronchaba sus ansiados sueños.

Guillermo vistió su uniforme de la Fuerza de Choque y tomó su casco protector. Llegó molesto al lugar de la marcha y se apostó al lado de sus compañeros policías frente a la gran multitud amenazante de jóvenes con escudos de madera bajo un sol irritante. “Se acabaron las promesas”, leían sus camisetas negras.

Mirando fijamente con indignación al joven que tenía de frente solo se escuchó decirle:

-Estoy contigo, se acabaron las promesas.