La importancia de recordar a Maelo

Historia

altSiempre he pensado que recordar es como viajar a nuestro pasado con absoluta libertad. Recordar también son deudas que no expiran. Como quiera que lo deseamos ver, recordar revitaliza y justifica la existencia. Ahora bien si ese viaje va acompañado de ritmos, cadencias y afinque la cosa puede ser más interesante.

De tener que hacer una clasificación de las cosas que rememoramos, dentro de los acontecimientos y vivencias que suele marcar a los individuos, están aquellas que se vinculan con el alma y el espíritu. Esa misma que identifica la esencia de la nuestra raíces y denotan el sentido de pertenencia. Desde la visión caribeña, esa misma que mezcla lo mágico con la realidad, lo irreal con la objetividad, dejando confundir a quienes creen en lo increíble o viceversa, donde se realza lo místico y lo armonioso, recordar es como secuencias de escenas que acompañan los colores vivos montados en la Clave.

Así mismo es. Aquí nos sembramos en la Clave y de ella somos fieles hijos. Con esa misma Clave los caribeños arraigamos, en nuestra genética, la llave que nos llama cuando se enciende la rumba. Justo allí, cuando el tiempo evoca pasión y el sudor corre en la memoria de quienes se encuentran con sus melodías, aparecen los legados, las leyendas, los mitos, las semblanzas, los cuentos, las historias, el origen, el mestizaje, los aromas, las formas, el ritmo, los tiempos, las letras, las caras, el sonido, los eventos y hasta la textura. A esa elevada instancia de la memoria, cuando algo nos ha marcado profundamente, de ese recuerdo lo que se ha vivido se materializa. Hasta allí es capaz de sentir el latinocaribeño.

Ismael Rivera es, para quienes sostienen el sentir montuno y urbano de nuestra región, la piedra fundamental, es la pieza icónica del sentir. Es la conjunción y punto de encuentro del transporte de lo humano, lo melodioso, lo atrevido, lo improvisto y lo armónico. Por eso es importante recordar y revivir a Maelo, ya que es directamente proporcional a nuestra forma de ser y sentir. Pero para nuestra buena suerte no solamente se trata de recordarlo, la conspiración es de tal nivel que él también nos recuerda a cada instante, en nuestro andar, en nuestro ser y hasta en nuestro sentir.

De tal manera que recordar a Maelo es ser cómplices, por metástasis intelectual, de los sueños y las maneras de accionar de quienes abrazamos nuestros pasados. Recordar a Maelo no es una tarea gratis, es un compromiso tatuado en nuestra idiosincrasia, ¡y gracias que es así!, pues cargar con este ideario es sentir que otro corazón late inconfundiblemente en el centro de nuestro tambor legal.

Es importante recordar a Ismael Rivera, pues nos ancla a nuestras regionalidad y nos regocija con su encanto. Recordar a Ismael es mirar olas de sabor acercarse a la orilla de nuestras sensaciones. Nos alegra nuestras labranzas y nos motiva en nuestros pesares. Recordar a Maelo nos acerca a

nuestra humanidad y hace de nuestras propias remembranzas un hilo conector con nuestra humildad. Recordar a Maelo hace ver a hombres que hacían idilio reverencial por quien ofrecía de todas maneras rosas, así como aquellos que seguían al nazareno. Por eso es importante recordar a Maelo. Y como si fuese un defecto de fábrica, basta con oír un tema de Ismael e inmediatamente las neuronas son estimuladas sin importar su condición y lugar, el recuerdo florece y la llama cadenciosa, con fuerte olor a guiso, tabaco y ron, aparece rápidamente mientras nuestras manos y pies llevan la Clave.

Ismael Rivera es una obligación, a estas alturas, más que un recuerdo casual. Y me atrevo a decir que Rivera es la referencia musical más inobjetable que podemos concebir, por lo que al reducir al absurdo hace a Maelo el axioma de la música caribeña. Así de sencillo y complejo es asumir la estatura de la importancia de Maelo en nuestros recuerdos y en nuestras vivencias. Es como sentir que Himno de la Alegría lo lleva a tiempo de Cortijo empujando las improvisaciones de Maelo.

Por todo eso y más, es importante recordar a Ismael Rivera. Despreocúpese si alguien, antes o después de la existencia terrena de

Ismael Rivera, no tuvo la dicha de saber de su presencia latina, no debe sentirse en deuda con esa experiencia, ya que todos poseemos información de origen, en nuestro torrente sanguíneo, de quien miraba las caras lindas.