Clara Luisa Forestier Chauluissant nuestra primera reina de belleza negra

Voces Emergentes

altEn una conversación que sostuve recientemente con Daniel Nina salió a relucir el nombre de mi amada Clara Luisa Forestier Chaluissant. Clara fue un grandioso ser humano que en su época hizo historia al ser la primera afrodescendiente en ser coronada reina de un club social en la ciudad de Mayagüez. Clara Luisa contaba en ese momento con 22 años.

Corría el año 1945, el mundo estaba saliendo de la Segunda Guerra Mundial. La rancia aristocracia mayagüezana se vio seducida por la simpatía, la inteligencia y la belleza de Clara. Con la coronación de Clara Luisa I, el aristocrático Club Mayagüezano transformó sus valores arcaicos y caducos para dar paso a una organización más inclusiva, aunque siempre se mantuvo elitista.

Clara contaba la experiencia con gran orgullo. Logró lo que nadie antes había conseguido, derrumbó una muralla divisoria que separaba a la gente por el color de la piel. A las generaciones más jóvenes este hecho puede sonarles como una experiencia trivial, pero para su generación fue un paso gigantesco.

La distancia en el tiempo nos ha empañado la memoria sobre el discrimen racial que existió en Puerto Rico en la primera mitad del siglo XX como consecuencias de las políticas raciales estadounidenses. Ni siquiera los artistas afrodescendientes podían entrar en los salones de un hotel a cantar por la puerta principal. No es hasta que Ruth Fernández, a principios de la década de los 1940, entró como dueña por su casa por la entrada del Hotel Condado Vanderbilt que las cosas comenzaron a modificarse.

Los clubes sociales también estaban segregados. Estaban los casinos (club social) de primera donde sus socios eran blancos con ínfulas aristocráticas, los de segunda de pobres y los de tercera de negros. Había clubes para empresarios y para artesanos. La sociedad estaba polarizada, imitando a la metrópoli regente.

Mi relación con Clara Forestier, una mujer sumamente elegante y hermosa, se inició desde la más tierna infancia. Clara era muy amiga de mi vecina doña Marý Pérez Acevedo y se hizo amiga de mi madre, Carmen H. Jusino Acosta. Luego el hijo de Clara, el músico Abel Pérez Forestier y sus sobrinos Néstor Torres (el afamado flautista), Haydee Torres, Basil Saunders y Albert Saunders estudiaron en la Escuela Elemental Theodore Roosevelt en Mayagüez donde compartimos y nos hicimos amigos. Con el paso del tiempo, ya de adulto, la relación de amistad con Clara creció hasta hacernos amigos y compinches.

Clara nació en el seno de una familia acomodada el 29 de octubre de 1923. Fueron sus padres don Conrado Forestier Moyé, comerciante e industrial y doña Providencia Chaluissant Chaluissant, quien fue maestra, pero dejó el magisterio al casarse. La familia Forestier Chaluissant era originaria de Las Marías, pero se habían establecido en la calle Jagüita del barrio urbano La Salud en Mayagüez. Entre los negocios de don Conrado estaba la Cantera Providencia en el barrio El Limón de Mayagüez. Clara fue la mayor de 5 hermanos: Irma, Conrado, David y Providencia.

Clara cursó la elemental en varias escuelas en los barrios Juan Alonso, Mineral, Muñoz Rivera y Broadway. Se graduó de programa general y secretarial en la antigua secundaria José de Diego.

Hizo su internado en el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez, hoy Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. Don Conrado, hombre de grandes valores ético-morales, no permitió que ella cobrara por su trabajo como secretaria. Eran tiempos difíciles para muchos y ellos eran privilegiados.

En busca de una independencia, Clara estudió costura, tejido, bordado y otras manualidades. Aprovechó también para estudiar estética en San Juan. Abrió un salón de belleza, pero resultó alérgica a algunos químicos. Años más tarde utilizaría su experiencia en estética y costura colaborando con doña Ana Santisteban en el Certamen de Miss Universo.

Clara viajó extensamente. La colección de recuerdos de sus viajes era impresionante. Entrar en la residencia de Clara era traspasar el umbral de una de esas casas de magazín. Recuerdo que me enamoré de un biombo en nácar y oro que trajo de Tailandia.

A principios de la década de 1950, Clara se dedicó al escutismo, fundando la tropa 216 de Niñas Escuchas de la Iglesia Central Presbiteriana.

En 1957 nació su hijo Abel. Clara modificó sus actividades profesionales para dedicarse a la crianza de su hijo. Ella y sus hermanas Irma y Providencia lucharon para integrar la Escuela Theodore Roosevelt en el programa de escuelas modelo establecido por el Dr. Ángel Quintero Alfaro. Establecieron y amueblaron el kindergarten de la escuela y la cooperativa escolar.

La educación, el escutismo, la religiosidad, la estética y el modelaje fueron las pasiones de Clara.

Los que la conocieron destacan su liderazgo, su altruismo y su alto sentido de voluntariado. Clara participó activamente en la Asociación del Corazón, del Pulmón y en la Liga de Mujeres Votantes.

Clara era sensible, romántica, soñadora y apasionada. Mujer alta, manejaba su cuerpo con garbo. Era una gran conversadora y poseía una risa estruendosa que te llenaba de gozo el corazón.

Disfrutaba mucho conversar con ella sobre sus aventuras, la historia de su familia, temas literarios, música, temas teológicos y hasta de extraterrestres. La regla de oro era avisarle con antelación para ella estar regiamente vestida y con la mesa servida ya fuera con café, té, vino, canapés y otros entremeses.

Una vez llegué de improviso. Estaba enfundada en un elegante albornoz de seda y se veía regía. Solo pensé que las mujeres distinguidas, por más elegantes que una las vea desean lucir siempre sus mejores galas para recibir visitas.

Clara amaba profundamente a su familia y compartía mucho con sus hermanas y sobrinos. La plenitud familiar la alcanzó con sus dos nietos, Aida Franchezka, un regalo de cumpleaños porque también nació un 29 de octubre y Guillermo Abel.

Hasta el final de sus días se mantuvo activa en asuntos culturales, comunitarios y en la Iglesia Central Presbiteriana. En los últimos meses de su vida su salud se deterioró mucho. Clara desencarnó el 1 de abril de 2011.

Clara Luisa Forestier Chaluissant es un ícono de las luchas femeninas y de los derechos civiles. Un simple acto cambió drásticamente toda una comunidad.