Mi último encuentro con Don Pepe Ferrer Canales

Voces Emergentes

altAquella noche me despedí de Don Pepe Ferrer Canales sin imaginar que sería la última vez que lo vería.

Tras terminar un recital de textos martianos en la Casa Aboy, Don Pepe, junto a su inseparable compañera, la profesora cubana Doña Ana Hilda Betancourt, se me acercaron para decirme que iban a Cuba a renovar sus votos matrimoniales en Santiago de Cuba.

Quedé profundamente conmovido y sólo atiné a decirles que esperaba verlos al regreso del viaje para que me contaran sobre esa singular experiencia.

Volví a ver a Ana Hilda en el Ateneo Puertorriqueño la noche en que velaba los restos de Don Pepe en compañía de Ruth Fernández y Carlos Delgado-Lassalle.

Esa noche mi mente se remontó a la ocasión en que conocí a Don Pepe en el Ateneo Puertorriqueño en una de sus brillantes disertaciones sobre José Martí, las veces en que viajamos a distintos sitios en la isla para compartir recitales en que el maestro hablaba sobre el Apóstol mientras yo recitaba algunos de sus textos. Una vez de regreso de Utuado reí cuando le escuché decir: “Ud. y yo estamos como el gordo y el flaco, claro, yo soy el flaco…”

Tras fallecer mi querido y admirado amigo don Gilberto Concepción de Gracia en 1968 escribí un artículo titulado “La muerte del último antillano”. Cuando conocí a Don Pepe poco después me alegró saber que la estirpe antillana seguía viva en él así como en otros hijos ilustres de nuestras islas.

En momentos en que se conmemoran los 105 años del nacimiento de don José Ferrer Canales, reproduzco aquí una columna que escribí en 1983 en El Reportero sobre su pasión martiana y antillana.