María, cíclope

Crítica literaria
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alt[Nota editorial: el pasado 20 de septiembre se presentó en la librería Casa Norberto, el libro Crónicas de María, compilado por María Zamparelli. Aquí reproducimos la presentación de Rosa Margarita Hernández para dicha ocasión].

El ojo del huracán solo vio horrores, dice el tirabuzón de Salvador Tió Monte de Oca, uno de los epígrafes del libro Crónicas de María: voces para la historia. Unos versos de versos de Zulma Quiñones Senati me ofrecen el pie para desarrollar el escrito :

Nos atacó con la fuerza de un cíclope herido

Exhaló fuego de dragón que quema las talas.

Inundó los cauces de quebradas, lagos y ríos.

La lluvia borró los caminos y tiró los puentes

dragó la tierra, se volcó en lodo y derrumbes.

Y es que el ojo del huracán es tiempo en calma, suficiente para contemplar el destrozo realizado en una isla que se pensó bendita. ¿Se deleita el huracán mirando el desastre causado? No importa, porque eso no detiene su paso: arremete nuevamente y con más fuerza, desintegrando todo lo que encuentra.

Al otro día, no es ese ojo, sino los nuestros, llenos de lágrimas y espanto, los que ven la destrucción que nos dejó María.

El ojo del cíclope:

Dice Maite Ramos en su escrito Antes y después:

Otra vez la vuelves a ver (Ada Monzón) en el boletín de la 3 de la tarde. En esta ocasión, señala por dónde entrará el huracán. Por el sureste, Yabucoa o Humacao. Te das cuenta de que ya no vives en el Área Metropolitana, sino en el este central. Pero eso no importa. Piensas en el ojo. Por más vueltas que le das, no puedes imaginar que te tocará el ojo. Dicen que la pared del ojo de un huracán categoría 5 es devastadora. No, el ojo no pasará por tu pueblo, ni por tu calle, ni por tu estudio.

… minutos después aparece en la pantalla Ada ojerosa, despeinada y descompuesta, avisando que el ojo está entrando por Yabucoa. Y eso es todo. La imagen se congela. Te has quedado sin señal.

Esperanza Colón Contreras explica en su escrito 5:50

a las 5:50 a.m. del miércoles 20 de septiembre, la perla del Caribe quedó cubierta por un manto de nubes en movimiento. El sonido era ensordecedor, producto del impacto de objetos que incidían como proyectiles sobre los hogares y todo tipo de estructuras. Un olor parecido a perro mojado agarrotó el ambiente. Este era producto de las aves que, aprovechando la calma, volaban en la parte interna del ojo del huracán, pero que, al sobrevolar grandes distancias caían desvanecidas. La incertidumbre ante el ataque de un sistema meteorológico de gran potencia llenó de pavor a los habitantes de la isla. Esa mezcla de sensaciones quedará imborrable en la memoria ante el impacto del devastador huracán categoría 5, con un nombre extrañamente sublime…María.

Mayda Colón nos dice en su poema sin título,

A dónde voy si en el ojo está el pájaro,

si el hambre está en el ojo que busca su migaja

¿qué soy?

porque si no soy el pájaro

¿seré entonces la mano miserable?

acaso, la frágil esperanza que esta vez se cerró por entender su inútil conexión con el vacío…

Ese viento que rugía fuerte, ese viento con lenguaje de furia logró asustarme. Caminé de un lado a otro, el reloj aprisionó los minutos y el maldito ojo no llegaba aún. El ruido de objetos en volandas... Me hice un moño una y otra vez, ansiosa. Cuando llegó el sol, las lágrimas se arremolinaron... escribe Betty Díaz, En ese viento que rugía fuerte, y continúa María, esa natural manera de soplar tan fuerte que dejó al descubierto nuestra verdad. Nos convertimos en fantasmas... la oscuridad nos obligó a huir de nosotros mismos…

Lisandra Torres Pedraza, cuya casa se inunda al embate de María, nos dice: El gigantesco ojo del huracán María se ha estacionado sobre el sector. Es el momento apropiado para abandonar la casa. Veo cómo los vecinos, con el espanto pintado en sus rostros, atraviesan la corriente y decidimos que es el momento de aventurarnos a cruzar también. Cuando los vecinos nos ven, empiezan a gritar animándonos.

Nuestros ojos

Nuestros ojos ven lo escuchado en la noche. La tragedia avisada. Aquella que hubiéramos preferido no ver nunca. La que María Zamparelli denuncia en El día de los muertos:

Cuando abrimos los ojos, el país que conocíamos había desaparecido, cegado por las fuerzas de la naturaleza. Entonces deambulamos, atolondrados de fila en fila, de carencia en carencia, sin electricidad, agua o medios de comunicación, incrédulos aún de lo que vivíamos. Queríamos desmentir la pesadilla por la que transitábamos y que nos condenaba a un limbo incierto. Caminamos entre la frontera de lo que fuimos y de nuestro devenir. El zanjón es cada vez más profundo y oscuro.

Tuvimos que enfrentar esas carencias. Buscar alimento, agua… gasolina aquellos (des)afortunados que tienen planta: filas interminables en horas de espera desde la madrugada (Miriam Alba Zamparelli). En los hospitales no hay servicios médicos adecuados y los trabajadores de salud intentan hacer milagros y nos hacemos a cada alegría, por pequeña que nos parezca (dra. Carmen Zorrilla). Faltan medicamentos. Algunos han perdido todo, hasta la vida (Las matemáticas del Emperador)

Se marchan familias en un éxodo (Sandra Morales Blanes). Se van los niños que no volverán a nuestras escuelas (Eluciano Vega, artista plástico) pero no caerán víctimas de los cambios al sistema educativo (Héctor Nieves). Por necesidad se destierra a los ancianos.

Muchos pierden la vida ante la escasez y el sufrimiento. Algunos se privan de ella y la tasa de suicidios aumenta en una isla que se desangra, sin recibir una ayuda efectiva de las agencias que no estaban preparadas para aliviar la angustia.

Unos se enriquecen a costa del pillaje que se acrecienta. Dice Ana María Fuster se han robado hasta el diésel de los hospitales. Ni la lámpara de Aladino, tiene luz se queja Marcial Torres Soto. Se pierde la ayuda de la diáspora, que vino en nuestro auxilio (dra. Delia Toledo).

Whitefish tiene sus quince minutos nefastos de (des)gloria y los toldos azules son parte de la decoración navideña, de aquella y de esta ya tan cercana.

El huracán María descorrió ante nuestros ojos la cortina de nuestra pobreza, no solo la material sino la moral. Podemos escuchar las voces de generaciones pasadas que clamaban justicia, en el llanto de los niños quienes hoy aún tienen hambre, en la persona encamada que nadie auxilia, en el anciano que se deja en un “hogar” porque ahora no tengo dónde ni recursos para cuidarlo. Las instituciones que están para servirnos y unos cuantos compatriotas olvidan pronto que futuros huracanes embestirán nuestros hogares y lanzarán sobre nuestras vidas nueva destrucción y sufrimiento. María ha descorrido ante nuestros ojos la cortina de nuestra pobreza, denuncia Digna Villanueva Alequín.

Algunos enfrentan sus miedos y los vencen (Ydalia Molina, Yolanda Ortiz Romero); y Edgardo Nieves Mieles nos exhorta: Abre el ojo del entendimiento, boricua.

Nos sobrepondremos porque esta tierra y nuestra raza es fuerte. No será fácil, será diferente; pero para destruirnos, tendrían que arrancarnos el corazón.

En palabras de la dra. Luce López Baralt:

Los periodos de crisis y oscurantismo pueden dar paso a un renacimiento histórico. Ojalá así sea para Puerto Rico. Dudo que en el lapso que me queda de vida pueda ver con mis propios ojos la reformulación -y la puesta en efecto- de mi país como nación digna, pues sé bien que son procesos históricos muy largos y demasiado complejos. Pero también sé que un país como este, que tanto ha resistido y que tanto amo, no puede desaparecer sin más de la faz de la tierra, ni asimilado a otro ni humillado para siempre. Me ato a esa esperanza. Si así fuera,

Perdonen mi alegría

Gracias a todos los colaboradores que generosamente contribuyeron a esta antología. Sin ellos, no habría sido esta posible