Un ramo de domingo para l@s cuidadores

Caribe Hoy

altHoy domingo de ramos, se celebra la entrada de Jesús en Jerusalén y el inicio de la semana mayor. Este día es visto por los cristianos como el momento para proclamar a Jesús como el pilar fundamental de sus vidas. Jesús representa al hijo de Dios hecho hombre. Ese ser espiritual que sacrificó su propia vida por la humanidad.

Los y las cuidadoras de personas enfermas, sacrifican sus vidas mientras se dedican en cuerpo y alma a hacerse cargo de ese otro ser. El trabajo de un cuidador requiere de esa persona paciencia, compasión, dedicación y estamina entre otras características. También requiere salud y sanidad mental. Para los cuidadores, particularmente para aquellos y aquellas que lo hacen no por profesión sino por un compromiso de amor familiar, es importante poder contar con el apoyo de toda la familia y de sus amistades.

Hace varios días una mujer cuidadora mató a su madre usando violencia extrema. Esta cuidadora llevaba 9 años ocupándose de su madre. Sin embargo ella y sus otros familiares se olvidaron de ocuparse de la salud de la cuidadora. La mujer tenía padecimientos mentales propios y fue desgastándose hasta el extremo de agotar su paciencia y su compostura hacia la mujer que ella cuidaba. El cuidar de alguien, sin tener apoyo de familiares ni amigos, puede erosionar y desgastar el cuerpo, la mente y el alma hasta destrozar emocionalmente al cuidador o cuidadora.

Se debe reconocer que el trabajo de cuidar a otra persona conlleva sacrificios personales, que de cierto modo es un sacrificio parecido al que hizo Jesús al dar su vida para salvar la nuestra. En este domingo, extiendo mi ramo de palmas a todos y todas las cuidadoras de enfermos y envejecientes. Lo extiendo particularmente para aquellos que lo hacen como parte de un compromiso familiar. Es importante recordar que es responsabilidad de toda la familia, y no solo de una persona, el asistir en el cuido de los familiares enfermos o envejecientes. Y que al asumir esa carga se honra tanto al Cristo que hay en tanto en la persona que se cuida, como al Cristo que cada uno lleva dentro.