Nuestra Victoria Espinosa: maestra suprema, artista inmortal

Crítica literaria
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alt[Nota de la autora: Este artículo fue publicado originalmente bajo el título “Victoria Espinosa: Mujer in” en Cuarto Propio. Revista literaria en Línea de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Arecibo, número 6, mayo 2010].

Hoy celebramos la vida de la primera dama del teatro puertorriqueño, nuestra Dra. Victoria Espinosa (1922-2019). Fue un honor para tantos, incluso para mí, haberla disfrutado como profesora de teatro y de dirección escénica, como mentora y amiga.

Esta célebre caribeña, mujer negra de todas las épocas, murió el pasado 6 de julio a sus 97 años, y dejó una marca hermosa en las muchas generaciones de estudiantes que en la actualidad conformamos la clase teatral y el magisterio de teatro en Puerto Rico. Su carácter férreo para dirigir ensayos hasta las 3:00 o 4:00 de la madrugada le hizo famosa. Su pasión por el arte total, su arrojo al experimento escénico, su originalidad, su vanguardismo se nos grabó profundamente. Y aún más, Vicky sirvió a sus discípulos con increíble humildad. Cuando la ocasión lo ameritaba, se acomodaba el afro antillano y el atuendo colorido y asistía a los espectáculos que ya en el mundo profesional o educativo presentábamos sus eternos discípulos. Ella seguía nuestros logros. Indistintamente a que los montajes teatrales se representaran en la capital o en la cordillera central, Victoria Espinosa llegaba como por arte de magia. Asistía para ver los éxitos, atinos y desatinos. Y luego nos hacía crecer con sus comentarios de auténtica apreciación; ofrecía una crítica madura, relevante y piadosa a la vez. Ahora, ya no la veremos entre las últimas butacas de la sala de teatro, allí, a la maestra… pero su esencia prevalece en nuestro carácter, en nuestra persistencia por la excelencia artística.

Bajo estas líneas les comparto un artículo previamente publicado (2010) en el que recreo un momento, de tantos, cuando Victoria Espinosa de modo espontáneo y sencillo nos mostró belleza didáctica. En la crónica a continuación notarán cómo la maestra activó su impresionante capacidad de actualizarse. El texto fue originalmente titulado: “Victoria Espinosa: Mujer in”.

La anécdota sucedió en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras hace aproximadamente un año. La vi desde la distancia. Allá, en un salón anexo al Teatro Universitario llamado “El teatrito”. Me sedujo una pista inconfundible… aquellas canas iluminadas con la luz del teatro. Victoria Espinosa, allí, enseñando al pie del cañón (tomemos en cuenta que el oficio de enseñar siempre es batalla además de deleite). Era ya de noche y encontré a la maestra jubilada ―que nunca se jubila― entregada a sus estudiantes: chicos y chicas “in” que usan celulares, iPods y I.phones (tecnología que no existía en las décadas del ’40-’50 cuando Espinosa comenzaba).

Me acerqué a su butaca, celebramos el encuentro y, de paso, aproveché para observar al grupo de muchachos ―actores y actrices en formación― que le representaron una escena dramática como examen de fin de curso. La sapiencia no se hizo esperar, más de sesenta años de experiencia como teatrista y mujer de las tablas se activaron en un instante: surgieron correcciones y directrices de cómo llevar aquella escena a la excelencia. De pronto, atención a esto: pasó algo increíble ―por lo menos para quienes fuimos sus estudiantes de Dirección Escénica durante 1988-1989―. Resulta que la profesora Espinosa, la educadora veterana, actriz, directora escénica desde 1949, celebrada por sus estrenos mundiales y variados montajes vanguardistas del país, merecedora de que se le construya un teatro y que éste lleve su nombre, premiada nacional e internacionalmente, Profesora Emérita del Recinto de Río Piedras… tendría que sentarse a esperar al resto de estudiantes. ¡Victoria Espinosa sentarse a esperar por la nueva generación! Esperar, porque andaban un poco al ritmo de cada cual. Algunos, ciertamente diligentes y esforzados pero otros, laxos y ausentes.

¡Qué Vicky se siente a esperar! ¡Esto nunca será!, pensé. Para los códigos de las generaciones anteriores esto suena a “dejar a la profesora plantá”. Sus discípulos de otras épocas no nos hubiésemos atrevido, jamás y nunca, a hacerla esperar. ¡Imposible! Se trata de la misma “profe” a quien respetábamos, venerábamos y a quien respondíamos con puntualidad exacta. Más aún, como directora, nos sometíamos obedientes cuando nos exigía trabajar hasta las cuatro (4:00) de la madrugada, hasta que los ensayos finales llegaran a lo excelente. Y que ella nos sacara el jugo contaba como privilegio porque era La maestra. Pero ahora, bajo los códigos nuevos…

Pues les cuento… Victoria esperó. Hizo los ajustes. No sé por qué me sorprende. ¡Si fue una de las primeras mujeres de su generación en usar celular, navegar por Internet, escribir un libro en computadora y adoptar la nueva tecnología sin chistar! Pues sí, Vicky esperó. Iba a atender a sus estudiantes nuevos hasta las tantas de la noche… ¡Me tragué la lengua! No le valió ninguna nostalgia los códigos de sus estudiantes de otras épocas. ¡No se quedó apegada a los viejos tiempos! ¡Victoria Espinosa adoptó la sencillez de colocarse en los zapatos de la nueva generación! La maestra vio las ganas y la voluntad de sus estudiantes jóvenes por encima de los defectos o particularidades generacionales. Imagino que lo hizo esperando que más adelante en la vida sus muchachos aprendan la lección de puntualidad, mayor responsabilidad y deferencia (a los que les falta tal lección). Y así fue, como les cuento: discreta y sabia, la eterna profesional accesible optó por ir negociando, “bregando” para posibilitar la enseñanza. Victoria esperó. Por amor a sus discípulos, por amor al teatro. Ese es el paradigma. Todo, por una pasión artística y sacra que pretende dejar grabada como herencia en las generaciones que se levantan. Sus estudiantes ―los diligentes― le llevaron algo para cenar y cenó con ellos.

Mujer más allá del reloj, más allá de los tiempos. Mujer eterna, que se renueva y transforma. Por eso, Victoria Espinosa, con 88 años se nos presenta: ¡Mujer in!