Deambulando: Alexa, Nandy y Che

Caribe Hoy

altA parte del coronavirus, la opinión pública de estos pasados días ha girado en torno al vil asesinato de la mujer transgénero Alexa. La vida e historia de Alexa Torres, de 28 años, era desconocida hasta que a través de las redes sociales se publicó un incidente denunciando que un hombre vestido de mujer había entrado en baño de mujeres del McDonalds de Toa Baja.

El incidente provocó que se desatara una ola de mensajes de odio, y hasta la petición de muerte para quien se catalogó como pervertido sexual. En la mañana siguiente Alexa amaneció asesinada. Entonces se desata una reacción de indignación por el asesinato Alexa. Ella era deambulante y tenía problemas mentales. Aparentemente fue expulsada de su hogar, rechazada y abandonada por su familia y abusada por muchas personas.

Nandy Torres, estuvo convicto, fue drogadicto y deambulante. Sin embargo, Nandy tuvo la fortaleza para poder levantarse y reincorporarse en la sociedad. Su experiencia en la calle lo hizo ser compasivo hacia la población de deambulantes a la que él una vez perteneció. Nandy, de 42 años, vive en Fajardo y asistió a Alexa durante los últimos cuatro días de su vida. Él le insistió que se dejara ayudar para salir de la depresión en que se encontraba y de la deambulancia. Entre las cosas que Nandy hizo en el breve tiempo que estuvo con Alexa fue encontrarle cupo en un Hogar Crea.

Ché, en una etapa de su vida, fue un alto ejecutivo en la banca. Sin embargo, la vida ajorada y superficial, esa que se puede llegar a vivir cuando uno está en ambientes vanales, lo llevó al alcoholismo. Perdió todo. Su empleo, su carrera y su familia. Se quedó en la calle y fue deambulante. Luego de un tiempo entró en el programa de alcohólicos anónimos, al cual perteneció hasta que falleció hace poco más de un mes. Dentro del programa recuperó su persona y su integridad. Desde allí sirvió a otras personas que pasaban por eventos similares a los que él había pasado y de los que logró sobreponerse. Che tuvo la bendición de poder rehacer su vida y volver a formar un hogar donde fue amado inmensamente hasta que trascender.

Estas tres personas, Alexa, Nandy y Che, tuvieron en común sus vivencias como deambulantes. En los casos de Nandy y Che, ellos pudieron reintegrarse exitosamente a la comunidad y aplicaron sus vivencias en la calle para hacer la diferencia y ayudar a otras personas necesitadas. Alexa no tuvo esa suerte.

Cuando estamos frente a un deambulante nuestras reacciones muchas veces son de rechazo, temor, desprecio o asco. Son muy pocos quienes de primera instancia son compasivos hacia los deambulantes. Sin embargo, las historias de Alexa, Nandy y Che, nos demuestran que detrás de la cara sucia, fea o negativa de una persona deambulante, hay un ser humano igual que cualquiera de nosotros. Un ser humano con necesidades y con una historia personal que lo ha llevado a la calle. Un ser humano que de dársele la oportunidad puede volver a reintegrarse a tener una vida digna y llena de amor propio.

La muerte de Alexa no tan solo debe causarnos indignación, sino que nos debe mover a no pasar juicios ligeros sobre la población de deambulantes. Nos debe llevar a ser compasivos no al momento que ocurre una tragedia sino desde el primer momento que nos encontramos con una persona de la calle. Las vidas de Alexa, Nandy y Che nos debe enseñar sobre compasión con el prójimo.

Debemos reconocer que las personas que están en la calle, los deambulantes, tienen una historia de vida trágica que los ha llevado a las calles. Deambular no es una selección, muchas veces es la última opción ante situaciones críticas y desesperadas. La muerte de Alexa y la vida de Nandy y Che, nos dan la oportunidad de ver la otra cara de la calle. Nos permite hacer algo para extender la mano y rescatar vidas descarriladas. Eso, aparte de la indignación, sería el mejor homenaje póstumo para Alexa.