La súplica

Voces Emergentes

altEs penoso ver a nuestros gobernantes, entiéndase el partido en el poder, suplicar, mendingar por ayuda federal. Si siempre ha sido un espectáculo deprimente; ahora en el momento más crítico de la salud pública, la cosa toma cariz de infantilismo colonial.

Parece cierto lo que dijeron los teóricos políticos sobre los pueblos sometidos. En tales contextos no se toman decisiones propias, no se reta la “sapiencia” del poder decisional. Se subordina, se suprime todo pensamiento que libere, que gestione creatividad propia. La sociedad está a la espera del otro, del que decide. Como no hay poder decisional autogestionado el desbarajuste es la norma. La súplica del colonizado degrada la conciencia y empequeñece el alma.

Tomemos como ejemplo la crisis sanitaria que se avecina. Podrá alguien esperar un manejo, mínimamente adecuado, del problema de salubridad que ya tocó puerta. Ya hemos probado, como pueblo, que solo nuestra prudencia, solidaridad y sabiduría podrá hacerle frente a este enemigo invisible. No es cuestión de ser alarmista, es tener previsión y visión de tomar decisiones acertadas. Cuando la mediocridad se consagra como virtud y el miedo a disentir te excluye; los canallas de la mentira y el lucro descarado se autoproclaman monarcas absolutos. Lo estamos viendo en diferentes países. La “postverdad” y el razonamiento, por asociación, del que hablaba el profesor Eduardo Seda Bonilla, son la peor peste del intelecto.

Ahora que somos, por voluntad viral, reos de la pandemia; el Estado tan denostado por la inteligencia de la empresa privada y el libre mercado , debe ser el rector del bien común. Comunidad, del latín “communitas”, es cualidad de lo común, de lo que se vive en comunidad de intereses, deseos, amores y saberes. Pero en tiempos de infotecnología, ciencia de los datos, la cosa se desarticula. Ya no hay personas, sino algoritmos, porcentajes, gráficas del comportamiento. Todo esto vale, pero no es suficiente para validar el arte de la convivencia. El delirio mediático tiene un precio muy alto. La verdad se diluye, se desvanece (Bauman). La gobernadora y su equipo tienen que hilar fino, en esta coyuntura excepcional. No es tiempo de poses ni discursos de graduación. El presente es hoy y el futuro llegó sin avisar. Hay que escuchar otras voces, otros saberes, las otras solidaridades de nuestra común humanidad.