“De las censuras y las expropiaciones, al boicot social”.

Cultura

(San Juan, 9:00 a.m.) Cuando un estado quería apoderarse de las tierras o los productos de un mercado para su propio beneficio o de algún sector privilegiado, realizaban una expropiación forzada. Esto consistía en varias formas. Por ejemplo, si una compañía no acataba los mandatos de un gobierno, su manufactura pasaba a manos del estado. Ocurría lo mismo con los dueños de las fincas, sus tierras pasaban a manos del gobierno para el beneficio de una compañía (nacional o extranjera) que de alguna forma beneficiaria a los mandatarios. Esto se ha implementado en diversos países. 

La United Fruit Company, les pagaba a gobiernos de Centroamérica para comprar tierras, hacer carriles para transportar sus productos (en este caso del guineo) a cambio de alguna ayuda militar, política y económica. Esta compañía bananera podía hacer lo que fuera para controlar su monopolio y quienes estuvieran en contra de sus intereses, le esperaba un golpe de estado como ocurrió el 1954 en Guatemala. Otro ejemplo fue cuando triunfó en 1959 la revolución cubana. La llegada de Fidel Castro al poder, todas las empresas privadas fueron expropiadas y pasaron a manos del gobierno. Esto era para el beneficio del pueblo cubano, lo cual nunca ocurrió.

Por otra parte, cuando un estado tampoco le gustaba las opiniones, expresiones artísticas o políticas, ponían en marcha un plan estratégico para ocultar la libertad de expresión: la censura. Este plan elaborado terroríficamente señalaba que aquella persona, movimiento o grupo social, partido político, artista, etc., serían acallados e incluso perseguidos de estar en contra del gobierno. En mi opinión, todos los países han implementado la censura de menor a gran magnitud. Por ejemplo: Calle 13 al opinar sobre algunos temas y expresar su ideología política, fue censurado por un tiempo en Puerto Rico. Otro ejemplo y este sería en mayor magnitud, sería del Papa Sixto V. Considerado como un tirano dentro de la historia del periodismo, mandó a que capturaran, en noviembre de 1587, al jefe de noticias en Roma: Aníbal Capello. A este último, se le cortó la lengua y la mano con la que escribía y fue colgado hasta morir con una pancarta que decía “falsario y calumniador”. 

Estos dos casos que mencioné (la expropiación y la censura) fueron implementadas en diferentes partes y épocas del mundo. Desde las monarquías y el feudalismo, los imperios, la iglesia católica, el socialismo y el comunismo, e incluso en países liberales y capitalistas. Aunque no era en todos los casos, este mecanismo era utilizado para que un gobierno o un sector en particular tuvieran ganancia absoluta sobre un mercado y/o mantener controlado las libertades que debe gozar cada sociedad.

Ahora los tiempos son otros, lo que en alguna ocasión se obtenía por medio de los fusiles, ahora se obtiene por medio de la tecnología y las palabras. Las palabras, nuestra fuente de magia como decía Dumbledore. Con esto estarán preguntándose ¿A qué me estoy refiriendo? Simple, al boicot.

El estado ya no necesita intervenir directamente en la expropiación o censura, porque ya un sector socio-político (partidos políticos, movimientos civiles, etc.) aprovechan los frutos de la libertad de expresión para llevar a cabo boicots ¿Qué significa esto? Sencillo, el boicot se convirtió en un eufemismo social para expropiar o censurar. No importa si es un individuo, artista, una compañía de comida o un programa de televisión. Lo importante es que, de no acatar las normas establecidas por algunos movimientos, serán boicoteados por un bien común.

Con esto no quiero decir que todos los boicots tienen un plan maléfico en el fondo. Gracias a unos de estos, hemos podido poner un alto a ciertas expresiones o comportamientos repugnantes en nuestra sociedad. Sin embargo, se debe tener cuidado. No porque ciertas acciones o cosas no cumplan con los parámetros de algunos sectores, gobiernos o movimientos significa que tienen la potestad de boicotear todo aquello que no le agrada. Esto debería ser así cuando la vida y los derechos de un sector son vulnerables y/o atacados severamente. Tampoco podemos discriminar, blasfemar e incluso enjuiciar socialmente a todas las personas que piensan diferente y quieran expresarlo. De ser así, cambiaríamos la libertad de expresión por el totalitarismo, algo que dudo que queramos vivir.

“Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”, era una frase que me decían de niño. En ocasiones opinamos sin darnos cuenta que podemos ofender y quizás nuestra intención fue otra. Siempre se ofenderá por más que uno lo evite. Pero, por el hecho de que alguien opine correcta o incorrectamente sobre un tema y no me agrada el comentario ¿Debo boicotearlo? Creo que no.

La democracia ha sido un sistema social, político y jurídico que desde sus comienzos le ha traído libertad al ser humano sobre decir lo que quiera hacer con su vida, sin que su libertad o creencia profane la libertad del prójimo. No podemos dejar que un sector esté boicoteando todo aquello que no le agrade porque no siga sus normas. A ellos tampoco les gustaría vivir bajo las normas y los estándares de los otros.  

Sería injusto que estos sectores que acabo de mencionar no puedan ejercer su libertad de expresión en una democracia. Pero también sería injusto que se aprovechen de la democracia para implementar otro sistema opuesto al que vivimos y nos harían esclavos del pensamiento, donde solo aquel puede opinar si piensa como el que está en el poder.