(San Juan, 10:00 a.m.) Hace 46 años, una poderosa bomba que pusieron a escasa distancia de mi escritorio explotó en las oficinas de la revista Avance destruyendo parte del edificio de Paseo de la Covadonga 52 frente al Capitolio. Esa noche yo pensaba estar allí preparando un listado de tareas pendientes para irme por primera vez de vacaciones, lo que por supuesto no ocurrió.
Un providencial dolor de cabeza me hizo cambiar los planes y llamar al amigo Ismael Torres para decirle que no me tenía que sustituir en la moderación de Cara a cara ante el país, como yo le había pedido, pues yo iba a hacer el programa.
Una vez terminada la grabación me dirigí al apartamento de Eneida Molina que ese día cumplía años. Allí estábamos ajenos a la explosión hasta la llegada del director gráfico de la revista, el destacado pintor Félix Rodríguez Báez quien creyendo que estábamos al tanto de lo ocurrido, exclamó "Qué terrible lo de la bomba de Avance". Imaginarán nuestra reacción.
Salimos hacia el Paseo de la Covadonga donde los bomberos trataban de apagar las llamas. Allí nos encontramos con uno de los fundadores de la revista, Noel Colón Martínez, quien al vernos sentenció "El problema es que ahora la revista Huele a bomba."
Las investigaciones policiacas, como era costumbre en esa época, no arrojaron ningún resultado pese a que era obvio que el atentado dinamitero provenía de sectores vinculados a la extrema derecha.
Y para poder seguir sacando la revista, nos mudamos provisionalmente para una casa frente al río de University Gardens propiedad de un familiar de un compañero de la publicación, donde la tarea era más difícil que antes por la falta de facilidades.
La bomba trajo también conflictos dentro de la Junta de Directores, en la que sólo quedaba uno de los miembros originales.
Así comenzaba la etapa final del sueño de Avance, plasmado en un excelente libro titulado: "Huele a bomba: la paradójica presencia del periodismo de Avance", redactado con cariño y profesionalismo por la joven periodista Carmen Graciela Díaz.