Hasta siempre, Roberto

Cultura

(San Juan, 9:00 a.m.) Ayer que recordábamos al inolvidable Roberto Clemente recordé la portada que le dedicamos en la revista Avance con un único texto que decía “Hasta siempre, Roberto”.

En el viaje en que recorrí Centroamérica en el 2012 fui a Masaya, a 28 kilómetros de Managua, a ver el estadio Roberto Clemente que los nicaragüenses dedicaron al astro puertorriqueño fallecido al caer la avioneta en que llevaba ayuda para los damnificados del terremoto de 1972. Allí se comenzó ahora la construcción de un nuevo estadio Roberto Clemente.

Una visita obligada en Nicaragua es León, la población en que nació Rubén Darío. La casa-museo del gran poeta contiene muchos recuerdos suyos y a poca distancia está la Catedral de León, donde está la tumba del iniciador del modernismo en la poesía. En la casa un joven guía adornó su plática relacionando a Darío con García  Lorca y aunque no le dije nada, le comenté a mi hija que era imposible pues vivieron en dos épocas diferentes. En la autobiografía del poeta entendí por qué el error ya que se menciona a un centroamericano que tenía Lorca entre sus apellidos.


Después me arrepentí de no habérselo dicho para que no siguiera cometiendo el error. En Guatemala me ocurrió algo parecido en la ciudad colonial de Antigua donde pasamos por una casa que el guía identificó como la casa-museo de Miguel Angel Asturias con su tumba incluida. Como yo había estado en la tumba de Asturias en Pere Lachaise en París, mencioné el hecho y alguien comentó que a lo mejor habían trasladado su cadáver. Le dije que no me parecía probable porque Asturias fue quien pidió que lo enterraran en ese cementerio parisino, además de que de haberse producido el traslado se habría publicado y yo no había leído nada al respecto.

A la hora del almuerzo me fui a pie hasta “la casa-museo de Asturias” que distaba poco más de un kilómetro pues hubiera sido inconcebible haber estado allí y no haber visitado la casa-museo de un escritor que tanto admiro. Cuando llegué a “la casa-museo de Asturias” descubrí que se trataba de la antigua casa de un escritor guatemalteco del siglo 18, Rafael Landívar: tampoco estaba allí su tumba. El eterno problema de los guías turísticos que algunas veces exageran y otras inventan cosas para enriquecer sus relatos.