The last Dance, detrás del mundo de la opulencia [Michael Jordan]

Cine caribe

El muerto que más dinero genera se llama Elvis Presley.  El exjugador de un aliga profesional que mas dinero genera, por encima de todos los otros jugadores, a pesar que lleva mas casi 20 años retirado, se llama Michael Jordan. Una leyenda en vida.

Ahora bien, la serie/película en homenaje a él, The last dance (Dir. Jason Hehir, EE.UU., 2020), y producida por Netflix, fue la sensación del aburrimiento en el periodo duro de la pandemia.  Dicho así, se vendió como pan caliente. Como todo lo que hace Michael Jordan,  una maquina de generar dinero a la posteridad (en vida y en muerte cuando le toque… todo indica en relación a la producción de capital).

Este documental, entonces, nos va narrando la ultima temporada que el equipo de ensueño de los Chicago Bulls, mantuvo para lograr su sexto campeonato, todos en la misma década de 1990.  Una proeza, que combinó un buen dirigente, Phil Jackson, un tremendo equipo (Scott Pipen, Dennis Rodman, Steve Kerr, entre otros, y Michael Jordan), y sobre todo un propietario que decidió invertir en mantener una nomina muy costosa (Jerry Reinsdorf).

Ahora bien, a lo largo del super documental uno va descubriendo lo miserable que es la vida de un deportista profesional. No todos son Michael Jordan.  Pero para mantenerse en la cúspide, uno tiene que apostar siempre a más, y ante esto, lo opuesto es también valido: es simplemente un juego.

Confieso que fui fanático de Michael Jordan. Como deportista lo sigo siendo.  Como empresario mega exitoso, con un capital neto de sobre $2 mil millones de dólares, realmente no tengo mucho aprecio. Salvo que, un detalle importante, a la luz del asesinato de George Floyd, Jordan y su empresa ícono (las zapatillas Jordan), hicieron un donativo de $100 millones de dólares (no sé a quién) para transformar la desigualdad del hombre y la mujer afroamericana.

En fin, que me desconecté del documental, cuando sentí que un énfasis continuo, silente pero muy presente, lo era el éxito y opulencia con la cual vive Michael Jordan.  En todo mérito, cuando asesinaron a George Floyd, quien medía seis pies y cuatro pulgadas, nadie enfatizó que murió en la pobreza sin haber cumplido su sueño: jugar en la NBA.  Prefiero quedarme del lado de los no opulentos.  Vean la serie, a su discreción.