Hermanos todos [la encíclica social del Papa Francisco]

Cultura

“En el nombre de los pobres, de los desdichados, de los necesitados y de los marginados que Dios ha ordenado socorrer como un deber requerido a todos los hombres y en modo particular a cada hombre acaudalado y acomodado. En el nombre de los huérfanos, de las viudas, de los refugiados y de los exiliados de sus casas y de sus pueblos; de todas las víctimas de las guerras, las persecuciones y las injusticias; de los débiles, de cuantos viven en el miedo, de los prisioneros de guerra y de los torturados en cualquier parte del mundo, sin distinción alguna. En el nombre de los pueblos que han perdido la seguridad, la paz y la convivencia común, siendo víctimas de la destrucción, de la ruina y de las guerras. En nombre de la fraternidad humana que abraza a todos los hombres, los une y los hace iguales. En el nombre de esta fraternidad golpeada por las políticas de integrismo y división y por los sistemas de ganancia insaciable y las tendencias ideológicas odiosas, que manipulan las acciones y los destinos de los hombres. En el nombre de la libertad, que Dios ha dado a todos los seres humanos, creándolos libres y distinguiéndolos con ella. En el nombre de la justicia y de la misericordia, fundamentos de la prosperidad y quicios de la fe. En el nombre de todas las personas de buena voluntad, presentes en cada rincón de la tierra. En el nombre de Dios y de todo esto […] “asumimos” la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio»

Fratelli Tutti, Papa Francisco

En un texto que interpela a creyentes y laicos, según señalara el periódico digital Menorca.info,  el Papa Francisco ha creado en su tercera encíclica, Fratelli Tutti,(Hermanos todos) una carta que se dirige al mundo presentando una ética de la especie que nos concierne a todos y todas, aún sin que profesemos creencias religiosas. Se trata  no solo de un religioso prominente sino de un intelectual que asume su religiosidad cristiana y su creencia en Dios desde un punto de vista sociológico que pretende la unidad entre todos los seres humanos y que la paz mundial sea posible. Es lo que se llama un intelectual orgánico: “el que organiza, conecta y liga” según lo define Gramsci.

Ha intercedido en graves conflictos como los de Colombia y Palestina, fue un defensor de los perseguidos durante la dictadura de Videla, además de haber sido conferenciante en  numerosos congresos por la paz.  Su encíclica anterior Laudato Sea fue un alegato en defensa del ambiente en el que abogó por los pequeños agricultores y puso de relieve la necesidad de combatir el cambio climático y la  minería, además de exigir la obtención o acceso al  agua como un derecho humano.

Este llamado al diálogo social, afirma, implica la capacidad de respetar el punto de vista del otro y este debe ser preferiblemente interdisciplinario. Su visión es cercana a la de los teólogos de la liberación como Leonardo Boff, Ernesto Cardenal, Gustavo Gutiérrez, entre otros, anteriormente excluidos de la Iglesia por su cercanía a la ideología socialista, aunque su centro es la protección y el respeto de los derechos humanos. Escribe esto inspirado en San Francisco de Asís de quien nos dice que “caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos”, de los parias, como los llama el sociólogo y filósofo polaco-británico Zygmunt Bauman.

Esta carta es una defensa radical de los derechos humanos creados por la ONU después de la Segunda Guerra Mundial y algunos reseñistas  señalan que cuestiona el neoliberalismo, política de la globalización que favorece la privatización.  Es cierto que la globalización y el mercado son duramente increpados por el Papa que entiende que vivimos en fragmentos una tercera guerra mundial y que la especulación financiera determina el precio de los alimentos equiparándolos con cualquier mercancía.  Sobre esto advierte que “”muchas veces se percibe que, de hecho, los derechos humanos no son iguales para todos. El respeto de estos derechos es condición previa para el mismo desarrollo social y económico de un país”.  Las múltiples formas de injusticia que perviven en el mundo, nos dice, han sido alimentadas por “visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias que no duda en explotar, descartar o incluso matar”. Por eso es que, apunta, que “se debe procurar el acceso  al mercado internacional de los países marcados por la pobreza y el  desarrollo”. Necesitamos, además, afirma con fuerza, un ordenamiento mundial jurídico, político y económico que aumente y “oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos”. La pobreza es para el Papa Francisco un escándalo que tiene como resultado el hacer pasivos a los pobres para que estos sean inofensivos.   Por eso es imprescindible, clama,  la solidaridad humana y la vida comunitarias, a veces como en los barrios, esto expresado sin idealizaciones.

Los nacionalismos cerrados, las guerras, el maltrato a los emigrantes, los derechos de la mujer, los derechos de los pueblos indígenas, el racismo, el abandono de los ancianos,  la trata humana, el abuso de los narcotraficantes, el uso de la tecnología por las redes criminales  y los tratantes de armas son discutidos en esta encíclica que da un sentido concreto a la palabra amor. No se trata de un texto abstracto. El Papa menciona los hechos sociales más preocupantes de esa casa común que es el planeta, según sus palabras.  Es un discurso que llama al diálogo y al perdón, pero no al  olvido. Tal vez el hecho de que nació en un país en el que imperó una dictadura militar que cometió delitos de lesa humanidad, como los llama el juez Baltasar Garzón, le hace entender que las agresiones de distinta índole y las violaciones de derechos humanos no deben estar ausentes de la historia de los pueblos. Las abuelas de la Plaza de Mayo posiblemente estarían en su recuerdo con su búsqueda de los nietos desaparecidos y violados.

Valientemente, encara la crisis que lleva a la muerte a millones  de niños “reducidos a esqueletos humanos”, hecho del que no se habla lo suficiente o que permanece velado, pues “”reina un silencio internacional inaceptable”, afirma el argentino Jorge Bergoglio, su nombre original.

Otro aspecto por el que clama la atención es el de  los emigrantes, a quienes dedica numerosas páginas, ya que considera que estos han estado asediados por los carteles de la droga y de las armas aprovechando su indefensión. Estos, señala, son desvalorizados y no son considerados dignos de participar en la vida social. Esto es lo que Bauman llama “víctimas colaterales del progreso económico”. La inequidad económica en los países  de los que provienen los emigrantes es una de las causas  de su ida, confirma el Papa. Su propuesta de reformas para lograr la inserción de los emigrantes en la nueva sociedad a la que se incorporan se compone, entre otros,  de los siguientes puntos:

Incrementar y simplificar la concesión de visados, adoptar programas de patrocinio privado y comunitario, abrir corredores comunitarios para los refugiados más vulnerables, ofrecer un alojamiento adecuado y decoroso, garantizar la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos, asegurar una adecuada asistencia consular; el derecho a tener siempre consigo los documentos personales de identidad, un acceso equitativo a la justicia, la posibilidad de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia vital, darles posibilidad de movimiento y la posibilidad de trabajar…

En la sección titulada “Los derechos de los pueblos” expone que estos tienen derecho a la subsistencia y al progreso, “que a veces se ve fuertemente dificultado por la presión que origina la deuda externa”. Aquí sentencia que el pago de la deuda limita y condiciona fuertemente el desarrollo de los pueblos, sobre todo los más pobres.  Pone de relieve que los que están en la periferia “ven aspectos de la realidad que no se reconocen desde los centros de poder”.

Con respecto a los pueblos indígenas destaca que la intolerancia  y el menosprecio sufrido por estos es una forma de violencia. Aunque no alude de forma directa a los indígenas de México o a los mapuche de Chile, se sobreentiende que sus movimientos políticos y sociales han sido escuchados por este. Las condiciones en que estos viven en el Amazonas, por ejemplo, y los diversos asesinatos de líderes comunitarios que defienden los derechos de los pueblos originarios son definitivamente alarmantes. Nos alegramos de que el Papa haya asumido una posición enérgica y contraria a la de los colonizadores españoles, que lamentablemente persisten en las mentalidades de muchos europeos,  y a la de los actuales explotadores de las tierras indígenas.

Igual reacción sostiene sobre las mujeres  quienes no tienen los mismos derechos que los hombres. Las que son más pobres,  declara, no se encuentran en condiciones de igualdad para defender sus vidas.

El Papa Francisco concluye que se necesitan organizaciones mundiales más efectivas y autorizadas que aseguren la erradicación del hambre y la miseria , así como la defensa de los derechos humanos elementales. El argentino Jorge Bergoglio nos invita al diálogo de forma constructiva incluyendo tanto a la cultura popular, la universitaria, la artística, la  tecnológica,  la cultura económica, la cultura de la familia y la de los medios de comunicación. El diálogo debe ser interdisciplinario para este religioso que ha trabajado duramente por eliminar la pedofilia en la iglesia católica y construir una transparencia en sus finanzas.

Ante el actual panorama mundial el Papa Francisco nos convoca a la esperanza, pues esta “es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y más digna. Caminamos en esperanza.”