Para que un hombre sea bello
no es suficiente el espejo,
los poemas, las canciones,
las pinturas, los tratados,
los convertibles, ni los relojes.
Un hombre será bello
cuando sea valiente y claro
como la lluvia;
cuando no engañe, ni dañe,
ni se acobarde.
Entonces, no importa cómo lo diga:
“Te querré solo esta noche
o por tres días
o, tal vez, toda la vida…”
Entonces, solo así
un hombre será bello.