Un día el gato Milkha llegó maullando a la casa.
Se acercó muy cuidadoso y me invitó a acariciarlo.
Amo a los gatos y me di cuenta que a este minino
le hacía mucha falta comer, pues estaba muy flaco.
Solo tenía su piel y sus huesos y un poco de miedo…
Pobre Milkha, mi gato, porque él me adoptó.
Le dije que en casa nunca había leche porque
nací alérgica a ella y como si supiera, maulló con coraje.
Le di de todo lo que había en la nevera, pero nada le gustaba;
hasta que se me ocurrió darle la yema de un huevo hervido;
y, eso sí comió. Ya, la próxima vez, habrá leche.
Al otro día, no volvió, sino después.
Esta vez llegaba más nervioso que nunca
porque había un gato garfieldesco de gesto abusador
grande, gordo y muy glotón que abusaba de Milkha,
el ágil cazador, quien terminaba siempre sin su comida
porque el garfieldesco glotón le quitaba su alimento.
Milkha, así como el corredor sikh que me inspiró su nombre,
tienen un lugar especial en mi corazón.