La revolución también tiene que comer [sobre todo la gente que protesta hoy en la calle]

Política

La era está pariendo un corazón
No puede más, se muere de dolor
Y hay que acudir corriendo pues se cae
El porvenir
En cualquier selva del mundo
En cualquier calle…
        Silvio Rodríguez
 
 
(San Juan, 9:00 a.m.) La calle está repleta de gente protestando. Los maestros, los artistas, los jubilados, los bomberos, los estudiantes, los trabajadores, las comunidades, religiosos, agricultores, enfermeras, naturalistas, e incluso los policías.  A la derecha congelada en la guerra fría se le detuvo el discurso de que quienes protestan son sólo un grupo de cuatro gatos pelús y comunistas.  No, quienes protestan son la gente vilipendiada por tanto tiempo cuya conciencia siempre estuvo latente pero temerosa de expresarse. Ya no. De todos los sectores se levanta la voz de protesta y con ella se enarbola la bandera roja de pasión, blanca de pureza y en la cual en el fondo azul soberana brilla una estrella. Pero no se trata de enarbolarla desde el miope punto de vista partidista o del "problema del estatus", sino desde el corazón de las paredes de un barrio, de los mártires que gritan, del cariño que guardas de la abuela después de muerta, de un sentimiento como mirada de viejo, sol de eterna primavera, risa de hermanita nueva, y de tantas cosas bellas, al decir de Ruben Blades.  No, no se trata de la política chiquita, sino de la gente de carne y hueso, no importa su ideología. Es una revolución pacífica que se cuaja en el corazón del pueblo y que sigue y trasciende aquella del 2019 cuando el pueblo obligó a renunciar a cierto infame gobernador.

En estos momentos todos y todas conocemos la situación.  La Junta de Control Fiscal y su misión de cobro en pro de los bonistas sin que importe el bienestar del pueblo; el Plan Fiscal con el cual se condena a la pobreza a muchos sectores de nuestra población; la deuda pública producto de la corrupción y la mala administración que todos debemos pagar; el aumento en los impuestos, el costo de vida, la canasta básica; la inflación, la falta de empleo y paga digna, etcétera. Mientras, la impunidad y el enriquecimiento sin límites de unos pocos.

Siempre la protesta en la calle es una opción y una necesidad. Pero, ¿Qué de aquellos que apoyan, pero no se tiran a la calle, por la razón que sea?  Es decir, mucha gente apoya los movimientos, o los reclamos de los sectores que hoy son marginados, pero no necesariamente quieren o pueden salir a la calle a protestar. Por ejemplo, nadie duda de que un hijo o un nieto apoye que su padre o abuelo reciba una pensión justa en su retiro. Y justa significa suficiente para vivir dignamente y poder sufragar sus necesidades de vivienda, alimentación, medicinas, atención médica, y vestimenta entre otras. Lo mínimo que como ser humano merecen por el simple hecho de ser humanos, pero también por que se fajaron toda su vida trabajando por el bienestar de su familia y su pueblo. Sin embargo, quizás ese hijo no pueda acompañarlo en una protesta de jubilados porque trabaja, o su posición como empleado del gobierno se lo impide, o porque está enfermo, o por cualquier razón.  Pues sabrán, la revolución tiene que comer.

Cosas tan simples como compartir en las redes sociales las denuncias. De hecho, últimamente nos ha sorprendido ver personas compartiendo las denuncias que antes ni siquiera se atrevían a hablar del problema.  Pero hay más, puede aportar un poco de dinero para el pago del equipo de sonido, las pancartas, la publicidad o el agua que se tomen.  O puede llevarles o hacerles llegar agua.  En casi todas estas actividades comparecen artistas para llevar con su arte el mensaje de la reivindicación social y patriótica que donan su tiempo y esfuerzo. Sepa usted, que también sacrifican oportunidades para hacer ingresos y sostener a sus familias como todos los hacemos. Esos artistas no sólo sacrifican oportunidades específicas, sino que son marcados y no le llegan ofertas de trabajo del gobierno o de otros sectores privados. Sí, el carpeteo todavía existe aunque sea en formas nuevas.  Pues una aportación anónima y aunque sea pequeña le ayudará a pagar la gasolina o su almuerzo, y quizás la factura del agua de ese mes. Recuerde que el esfuerzo de ellos y ellas le rendirá frutos a usted y a su familia cuando se logre el aumento de sueldo, la protección de la pensión, o cualquier otro beneficio.

Hace varios años como coordinador de unidad de parte del Partido Independentista Puertorriqueño por allá por Cayey, en unas elecciones generales, pedí apoyo a amigos socialistas.  Ellos no creían ni participaban en las elecciones como el PIP, por lo cual no esperaba su apoyo como funcionarios. Pero cuando les dije que necesitaba almuerzos para los funcionarios de colegio, no dudaron un segundo en ofrecerse confeccionarlos y llevarlos. He hecho lo mismo en muchas ocasiones, aunque sea para apoyar a una sola persona. Nunca es poco, nunca es mucho, siempre es lo necesario. La revolución -esta revolución pacífica-  tiene que comer; ser apoyada desde todas las posibilidades. Así es la solidaridad, recorre muchos caminos, y todos llevan al mismo destino que dirige las aspiraciones de paz y prosperidad, y que sólo logra un pueblo unido.

Es bello e inspirador ver las calles colmadas de caminantes, ruidosas de consignas, soñadoras de futuro; viejos y jóvenes, familias completas, estadistas e independentistas juntos sin preguntar ¿y tú por quién votas? Miren bien, la era está pariendo un corazón.