El Chivo y las Mariposas (pieza de micro teatro)

Caribe Imaginado

El Tirano entra a su habitación, da un beso frío a su amante y pistola en mano comienza a buscar por todos lados.

Amante- ¿Qué te pasa? ¿Por qué esa inquietud?

Tirano-Tengo mis razones.

Amante- Te sobra protección.

Tirano- No digas pendejadas.

Amante- No te vendría mal un buen vaso de tu coñac y otro de despreocupación.

Tirano-(Como si no la escuchara.) Hace varias noches que solo duermo unas pocas horas.

Amante- (Mientras busca el vaso de coñac.) Recuerda que la suspicacia es  madre de la inseguridad.

Tirano- Tengo razones para sospechar.

Amante-Hace algunos días que cargas ese furor hormiguero.  ¿Qué puede inquietar tanto al mi Generalísimo?

Titano-El acecho traidor, Mony.

Amante- Sosiégate, amor.

Tirano- No puedo tranquilizarme, carajo. Tengo muchos enemigos. Los brujos y algunas de mis mujeres me han advertido.

Amante- Te sobra protección.

Tirano-La lealtad es una puta traicionera.

Amante- ¿Quién se atrevería traicionarte?

Tirano-(Se acerca amenazante a su amante.) Mi piel es recelosa, desconfiada, tú lo sabes como nadie.

Amante- Has sido dadivoso. Recompensas muy bien a tus subalternos. (La Amante le sirve un vaso de coñac.)

Tirano- ¡Bah! Detrás de sus ojos serviles se esconden alimañas. Son ratas que destilan su asedio Por eso mi pistola y yo tenemos los ojos bien abiertos.  Haz algo, asómate afuera  a ver si mis guardaespaldas están en sus puestos.

(La amante obedece asustada. Observa y regresa.)

Amante- Están en su lugar.

(El Tirano se recuesta a tomar el licor. Ella se sienta cerca y roza su mano en  el antebrazo de El Tirano. Él rehúye con violencia. Se escucha un silbido durante unos minutos. El Tirano se levanta irritado, abre la puerta y llama a uno de sus guardias. Éste saluda militarmente al entrar.)

Tirano- ¿Fuiste tú el pendejo que silbó?

Guardia-Excelentísimo Abanderado, no he sido yo.

Tirano- ¿Fue tu compañero?

Guardia- No, señor.

Amante- Debe haber sido algún vagabundo en la calle.

Tirano-Dile a tu amigo que lo arreste y se lo lleve. Acúsenlo de lo que sea. Ahora.

(El Tirano hace una gesticulación para que el Guardia salga. Tras el consabido saludo, abandona la escena. La Amante se va a un rincón, atemorizada.)

Tirano- Los otros días ordené que visitaran a doña Chea.

Amante-¿La madre de las muchachas que murieron?

Tirano- Sí, esa vieja gritona según me dijo el capitán Peña, el Gobernador de Salcedo. Fue con otros oficiales, a quienes encomendé darle mi pésame y llevarle una carta mía. La señora chillaba como una cabra en sacrificio.

Amante- ¿Ya estarían en el último rezo del novenario?

Tirano- Qué sé yo. La vieja se negaba a recibirlos.

Amante- Comprendo el inmenso dolor de perder a tres de sus hijas en un fatal accidente.

Tirano-Dices las mismas cursilerías de esos pobres desgraciados. La cuestión es que El Gobernador logró entrar y cumplieron con mis instrucciones.

Amante- Menos mal, eso debe tranquilizarte.

Tirano- No sé por qué me atormentan tanto esas cuatro muertes. Especialmente el de las tres Mariposas.

Amante- Tus enemigos han regado por ahí que no fue accidental su muerte, que las asesinaron a garrotazos.

Tirano- Viles mentiras inflamadas de odio. No repitas lo que dicen esos canallas; con sus injurias precipitan su propia muerte. Necesito desenredar este nudo de bilis en mi garganta.

 Amante- Va a pasar; todo pasa, Chapita.

Tirano- Aún abofetea mi nariz  la repulsiva peste a alcanfor  y a incienso mortuorio que Peña trajo impregnado en su uniforme. (Se sirve otro coñac. La amante trae un pomo y se lo muestra al Tirano.) Llévate lejos esa porquería. Hoy no estoy para sobos. (La  Amante se aleja)

Amante- ¿Quieres que te prepare algo de comer?

Tirano- No tengo hambre.

(Se escucha otra vez el silbido, ahora más fuertemente.)

Tirano- ¿Tendré que movilizar toda la guardia militar para hallar al cabrón que le ha dado por silbar. Haz algo coño.

(La Amante corre afuera a avisar a los guardias. El silbido aumenta escandalosamente.  El Tirano cae de rodillas en el suelo cubriendo sus orejas. Se escucha fuera de escena una ráfaga de tiros. El  Chivo saca su pistola y se protege detrás de un mueble. Un largo silencio, El Representante de Dios en la República pone en la baqueta la pistola. Vuelve a escucharse el silbo fuerte y prolongado. El Benefactor tiembla hasta caer abatido.) 

Fin de la Pieza