Machado, Serrat y yo

Caribe Imaginado

“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.”
Antonio Machado

Recorro con mis ojos en completo silencio la topografía que me rodea. Observo las montañas de la Cordillera Central y sus laderas sembradas de café, guineos, plátanos y chinas. Respiro aire puro y limpio, matizado por los olores del campo. Pululan por mis fosas nasales aromas florales refrescantes que se combinan acordemente con el penetrante cítrico de las mandarinas. Aunque doy vueltas en círculo por el mismo lugar, mi percepción cambia a cada paso. Joan Manuel Serrat susurra en mi oído el poema de Machado. Me sorprendo y siento que los dos, uno a la derecha y otro a la izquierda, me acompañan en este arduo caminar.

Sin avisar, veo que un hermoso zorzal se posa sobre la rama de un almendro. De lejos, con desconfianza, intercambiamos miradas, pero cuando me acerco, él vuela hacia la copa evitando que lo trate de atrapar. Al mismo tiempo, un perro grande de color marrón se acerca para olisquearme. Sentí un poco de miedo. De hecho, él percibió mi temor y movió su rabo de lado a lado. Entonces, decidió caminar conmigo y ambos seguimos fisgoneando las maravillas que nos regala la naturaleza.