Somos una exposición de vidas para ser adquiridas, como esclavos exhibidos para la compra;
en expectativa de que alguien sepa quiénes somos y nos ponga precio,
y entonces redimirnos con su amistad.
La parte noble de esta sensación ―de almas exhibidas― es que llegue o no la amiga, el amigo, que nos escoja…
Ya alguien nos redimió.
No hay teología suficiente que lo explique. Hay uno que se ilusionó por mí.
Fui escogida, seleccionada a modo de tesoro
o de princesa.
No solamente yo, sino la humanidad entera fue escogida.
¡Al amigo eterno le ilusiono!
Por más afanosa o intensa que me muestre,
ni le aburro ni le fatigo.
Para Él no hay acabe.
Podemos invadirnos los tiempos y las presencias sin estorbo.
Y puede habitar en mi silencio sin gastarme.
O me gasta, en paz eterna.
Quiero, necesito esta dulce amistad por los siglos de los siglos. Y que pueda así también reciprocarle.