Dedico este poema a Vicente Rodríguez Nietzsche
Sobre una isla sentencia
una quimera
en un oscuro cielo azul
(lente del norte impuesto
en la gran alacena).
Desde el mito en el descanso
la pequeñez del latido aguarda.
Otras voces curiosas escuchan.
La incomprensión asalta en la mirada.
Si la historia son solo indios, españoles, esclavos del África
y rubios norteños bondadosos,
la historia pasa como una eterna pavesa
que es en las aulas, toda una submaravilla de patraña;
y, se fríen las neuronas
se masacran más que en Ponce
con absurdo revuelo infernal;
se bombardean más que Utuado, que Jayuya
con los monstruos arquetípicos de la maldad
a quienes no mencionaré.
Y son, en la seudo noticia, los malos los caídos
(promoción mediática de la gran bota).
¿Somos taller de roca y de quimera
que por muda, al mundo ha dado a hijos mudos
isla por el fuego de una entraña hermana
sin la real historia, ni voz, que su verdad diga?
Estar aquí es volver a llorar a un guerrero
sin otro poder que su palabra
su palabra que embiste
y su dolor que eleva.
Si en la altiva mesa siguen sirviendo olvidos,
aderecemos con la sal de esta Quimera.