El Legado de Trujillo [obra de Sandro Omar Alcántara] o la importancia de reescribir la memoria histórica

Historia

[Nota Editorial: Palabra de presentación de la obra aquí reseñada, en ocasión de actividad realizada en Casa Norberto, en Plaza las Américas, el pasado 9 de junio de 2022.]

           Desde que tengo uso de razón, Trujillo, Rafael Leonidas Trujillo, existió en mi vida.  Mi padre, Emiliano, fue un exiliado político y social, de dicha dictadura caribeña y dominicana, nunca dejó de hablar de él en mí infancia.  Mi madre, Nela, fue parte de ese exilio del cual, nosotros los hijos, por distintas razones históricas, nacimos en otras patrias, mis hermanas, Rose y Ruth en los EE.UU., y yo aquí en Puerto Rico.


           Pero ser migrante se dice pronto. Cada cual tiene su historia. Yo tengo las mías propias. Lo cierto es que la historia cuando se cuenta desde el no dominante, solo se sobrevive, por el recuerdo y la memoria, sobre todo cuando se hace testimonial. 
           En algo me relaciono con esta magistral obra titulada El Legado de Trujillo de Sandro Omar Alcántara.  Desde su participación social y yo desde la mía, tenemos códigos en común de desafecto al tirano, de repudio a toda forma de exclusión, y sobre todo de la violación sistemática de los derechos humanos de los pueblos dentro de los pueblos, que son oprimidos.
           Esta obra escrita en 180 páginas y dividida en cuatro capítulos (reseña histórica, mi niñez, mi adolescencia y mi adultez) narra la vida de un hombre dominicano, para ser preciso de un afro dominicano, quien en el devenir de su vida reconoció que en la afirmación del ser, viviría de forma consistente y no inconsistente. En el proceso de la afirmación y no la negación, lo cual es la forma ordinaria para muchos de asumirse, Sandro Omar Alcántara descubrió la importancia de ser y afirmarse como negro. 
           Lo interesante, es que esto lo hizo a partir del golpe, el insulto, la exclusión social e institucional. Ahora bien, ¿de qué fibra estaba hecho Sandro Omar para haber perseverado y resistido, tal vez en su abuela, la humilde mujer que vio en él y sus tres hermanos un futuro de dignidad, es que se puede encontrar la respuesta.
           Su madre vivió los embates, pero el arma de defensa y contención fue la abuela.  En este sentido, fue la importancia de vivir según ella y desde su punto de vista, lo mejor posible, y lo más dignamente posible, pero siempre afirmando algo tan sublime como correcto, de que ser negro, afro dominicano o humano, es lo normal.  
           Con este libro que narra los rechazos a Sandro Omar en la República Dominicana me identifico con los rechazos que yo propiamente viví en este país, por pretender ser distinto, o meramente por ser una segunda generación de integración.  Jamás me olvidaré de los epítetos del periodista del Vocero, diario de circulación nacional, Rafael De Jesús, cuando me acusaba mientras era líder estudiantil, de ser dominicano.  Peor aún, jamás me olvidaré de los apodos que me imponían mis compañeritos de grado en la cristiana Academia Discípulos de Cristo, cuando me llamaban, Kunta Kinte, Petroleo y Aguacate.
           Reflexiono que al leer la obra de Sandro Omar, El Legado de Trujillo, empaticé con él en cuanto a la experiencia de la otredad y el racismo como él lo experimentó en la República Dominicana, mientras yo lo experimenté aquí como boricua hijo de migrantes, cubanos y dominicanos, en particular hijo de un padre evidentemente negro.
           Pero no todo es sufrimiento y esa es la perseverancia de Sandro Omar quien pese a todo lo experimentado en República Dominicana, tuvo la dicha y la suerte, de haber sido un ser humano consistente. De esta forma, luchó por ser   humano en la República Dominicana, y pese a todo el maltrato sufrido a nivel social e institucional, logró mantener una verticalidad y honestidad pura, por la cual hoy lo reconocemos y honramos a través de su obra.
           Tal vez su dos grandes delitos habrán sido luchar por la libertad y justicia contra el racismo, a partir de entrar como una persona con documentos irregulares a Puerto Rico; o haberse casado son Sandra/Zoraida para arreglar su condición.  Pero eso lo podemos perdonar, porque el violar la ley para alcanzar la libertad, es algo que se puede reconocer.
           Ahora bien, una vez entró a Puerto Rico a fines de la década de 1990, la vida le dio otra oportunidad. Ojo que Puerto Rico no es el paraíso en cuanto a una cultura no racista y discriminatoria. Para muestras un limón, es decir yo el que presenta el libro. Pero, tampoco podemos desreconocer, que   Sandro Omar se encontró con gente correcta, humana, solidaria y sobre todo de cultura democrática, que le dieron la mano pese a todos los riesgos que para ellos conllevaba.  Como mínimo y sin conocerlos, debo reconocer a Ivana, Fernando y Mr. Ayala, por haber estado ahí y ejecutar que un mundo de solidaridad es real
           A su esposa y madre de sus hijos, Noemí, Ángel y Pedro, a estos también mucha dicha, por haber vivido esta aventura que se llama Sandro Omar Alcántara y haber trazado una vida, pese a sus complejidades con sus aciertos y defectos.
           Ahora bien, si una figura protectora ha existido en la vida de Sandro Omar Alcántara es la de la figura del Dr. José Francisco Peña Gómez.  Dominicano de a pie, que se convirtió en lider nacional, y quien fue discriminado por su pigmentación racial que lo vinculaba al pueblo haitiano. Pueblo que en República Dominicana, en la narrativa dominante ha sido altamente discriminado.  Importante el homenaje que Sandro Omar le rinde en este, su primer libro.
           Finalmente, no deseo pasar por alto la masacre y genocidio contra el pueblo haitiano que por vía de Rafael Leonidas Trujillo se llevara a cabo contra 30 mil haitianos en el 1937.  Genocidio que catapultó el miedo y aprensión dominicano contra el pueblo haitiano por la experiencia de 1822 a 1844, cuando Haití, el primer país libe de América Latina, conquistó a la República Dominicana.  De haber sido blancos los haitianos, la historia pudiera haber sido explicada de otra forma. Pero un negro imperialista y conquistador tiene el mismo destino que el proverbio que dice “chivo que rompe tambor, con su pellejo paga”.
           Sirva este libro para rendirle un homenaje humano al pueblo de Haití, que a partir de 1937, vive un calvario en la República Dominicana, y en su propio país, para quienes la esclavitud decimonónica como contemporánea, nunca ha terminado. Porque a fin de cuenta, la colonialidad del poder del ilustre intelectual peruano, Aníbal Quijano, tiene su muestra más dominante hoy en Haití.  De mi parte, no es repetir pelejil en lugar de perejil. Es pensar a partir de la relación hatiana-dominicana, de cómo se reproducen hoy las formas más brutales de dominación y humillación racial en el mundo.
           Gracias Sandro Omar Alcantar, hoy un emergente autor y escritor.  Porque por sobre todas las cosas se necesita tanto valor para seguir con dignidad en esta vida, haber sobrevivido todas las humillaciones que nos narras en tu libro; haber cruzado por furgón el Caribe, y sobre todo atreverte, siendo un desertor escolar de octavo gradeo, a escritor un libro monumental, del cuál todas y todos  hablaremos, y otros honrarán.

Agradecido de haberte presentado.