Gaviota

Caribe Imaginado

 

A la memoria de Norberto González

—Tendrás tu puesta de sol. La exigiré.

Antoine du Saint Exupery

Algo mordió su corazón y comenzó un viaje al espacio llevado por su inseparable gaviota. Con su cuerpo nuevo, liviano como el de un pitirre, disfrutó de un paisaje interestelar que con sus ojos humanos no habría sido posible ni soñar. Antes de llegar al final de todos sus viajes, filosofaba en torno a esta oportunidad. Ya se había puesto al tanto de los peligros gracias al susurro de las aves amigas de su gaviota. Sabía que allí se encontraría con lo desconocido, con la nada, con el vacío, o con la misteriosa materia oscura que todo lo expande. Sin embargo, su curiosidad por llegar, le hacía querer viajar más. Por fin, logrará todos sus sueños en el planeta que le habían comisionado al momento del despegue. Guardaba en sus manos una esfera azul con semillas de incontables libros, incluso los ejemplares que habían sido quemados en todas las conquistas y colonizaciones de la tierra, además de los famosos papiros secretos de una antigua, muy antigua biblioteca. Su misión sería encontrar dicho mundo para poder darles presencia y, con algún tipo de madera multiversal, construirles estantes infinitos a sus libros.