El nombre de una paloma de Eliseo Alberto

Crítica literaria
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"El nombre de una paloma" fue publicado por el escritor cubano ya fallecido Eliseo Alberto, hijo del gran poeta cubano Eliseo Diego, cuando terroristas encabezados por Luis Posada Carriles explotaron un avión cubano en Barbados hace 46 años asesinando a 73 personas que estaban abordo de la aeronave:

"La esgrimista era risueña y tenía ojos grises, de paloma. No recuerdo su nombre pero sí el de su asesino: Luis Gaspar Clemente Posada Carriles (Cuba, 1928). Un ingeniero demente. Un degenerado. Posada Carriles hoy habla con dificultad: la cicatriz que cruza su mejilla le impide olvidarse de aquel miércoles el 28 de febrero de 1990 cuando cayó en la emboscada que alguno de sus incontables enemigos le tendió en Guatemala. Ese día debe haber consumido la antepenúltima de sus siete vidas de gato terrorista. "La primera vez que debió morir fue el martes 18 de abril de 1961, horas después de que el presidente J. F. Kennedy ordenó de pronto que la fuerza aérea de Estados Unidos no participaría en la invasión armada de Bahía de Cochinos. Gracias a esa decisión, no desembarcó en la isla el segundo contingente de expedicionarios cubanos que, acorde a lo convenido, esperaba por aparición de los bombarderos para entrar en combate. Posada Carriles quedó con los brazos en jarra, en la cubierta de un pequeño destructor, a tres millas de su tumba. La séptima condonación de su muerte sucedió cuando Posada Carriles y tres cómplices (Pedro Crispín, Gaspar Jiménez y Guillermo Novo) llevaban cuatro años de prisión en la cárcel El Renacer, Panamá, acusados de intento de asesinato del comandante Fidel Castro cuando la presidenta Mireya Moscoso los incluyó en una relación de indultos, horas antes de dejar su mandato. La orden motivó el rompimiento de relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Cuba y Panamá. La presidenta Moscoso alegó convenios internacionales para explicar su antipática decisión: la había tomado (como quien traga un buche amargo) ante la muy cierta posibilidad de que el nuevo mandatario, Martín Torrijos, deportara a los detenidos a la isla, donde les espera de seguro un ancho paredón de fusilamientos.

"En su larga y repugnante existencia, Posada Carriles se ha hecho llamar Julio Dumas o Franco Mena o Juan Rivas o José o Ramón o Ignacio Medina y en ninguno de sus seudónimos ha conseguido dejar de ser un cerdo. De recia complexión, 190 cm de estatura, ojos verdes, mirada de cuervo, pelo canoso, piel blanca y arrugada, el anciano ex agente de la CIA hasta que se le comprobaron vínculos con el tráfico de drogas, ex colaborador del teniente coronel Oliver North durante las operaciones de la contra nicaragüense, el implacable ex asesor de gobiernos militares en Centroamérica, el hombre que se jacta de dormir “como un bebé” tiene las manos manchadas de sangre indeleble. Sangre, al menos, de 73 corazones inocentes. De uno de ellos, yo estuve enamorado: latía en el pecho de una paloma risueña, de ojos grises.

"El miércoles 6 de octubre de 1976, un DC-8 de Cubana de Aviación estalló en el aire, minutos después de despegar del aeropuerto internacional de Barbados. Entre los 73 muertos se encontraban los espadachines del equipo juvenil de esgrima de Cuba —entre ellos, mi risueña paloma—: sólo la vi una vez y quedé embrujado por su mirada. La investigación del atentado dio enseguida con la pista de Posada: dos empleados suyos aparecían en la lista de pasajeros que habían despachado maletas con destino a La Habana, pero no subieron al avión. Los terroristas fueron sometidos a un azaroso proceso judicial, hasta que en la madrugada del lunes 18 de agosto de 1985, durante un cambio de guardia, Posada Carriles cruzó el patio de la prisión vestido con una sotana de sacerdote. Dicen que llevaba una linterna, una bolsa de papas fritas y una Biblia. Nadie le cortó el paso: ¡qué cerradura aguanta un fajo de billetes como aquel que abrió una a una todas las puertas de la justicia! “Días más tarde, llegué a Aruba en un barco camaronero”, ha dicho Posada: “Soy inocente. Si hubiera hecho todas las cosas que dicen, yo sería un monstruo”. ¡Claro que lo es!

"El viernes 17 de noviembre de 2000, Fidel Castro convocó a una conferencia de prensa en el Hotel Contadora (Panamá) y denunció una conspiración para asesinarlo. Al parecer, Posada Carriles ya lo había intentado en Honduras y en Cartagena (1994) primero durante la toma de posesión del presidente Carlos Roberto Reina y, después, en plena sesión de la IV Cumbre Iberoamericana. En su denuncia, Fidel acusó a los cuatro veteranos que fueron indultados por Mireya Moscoso —y que ahora sobrevuelan el planeta en búsqueda de refugio político—. Nadie los quiere. Que se vayan al diablo. La esgrimista era risueña. No recuerdo su nombre —pero cómo duele su intacta, injusta, azulísima ausencia. Dios te guarde, paloma ahogada, paloma nuestra."