Javier E. Laureano y su contribución a un archivo nacional más inclusivo

Zona Ambiente
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Hoy les quiero hablar sobre un trabajo de mi amigo, el destacado académico, intelectual y lider de nuestra Comunidad Javier E. Laureano, siempre recordado por su labor frente a la dirección del Programa del Estuario de la Bahía de San Juan, en torno a su proyecto de un Archivo de las Comunidades LGBTQ+ y la ampliación democrática de los archivos históricos de Puerto Rico, publicado originalmente e íntegramente, en el Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia. 

“Mi interés particular en crear un archivo de las comunidades LGBTQ+ de y en Puerto Rico, surgió luego de completar en 20 mi disertación doctoral en la Universidad de Puerto Rico sobre historia urbana gay y publicarla bajo el sello editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña en el 2016. Con lo primero que me encontré en mi proceso de investigación fue con la fragilidad de los archivos personales de comunidades que están en constante movimiento entre Estados Unidos y Puerto Rico, entre los que me encuentro. En mi caso, que vivo en la ciudad de Nueva York desde el 2016, mi archivo personal está depositado en un almacén en Santurce. 

Este archivo se hizo a su vez de materiales de otros archivos de personas que estaban fuera de Puerto Rico y que tenían colecciones importantes, como todos los ejemplares del boletín Pa’Fuera de mediados de los 1970, publicación de la primera organización política de su tipo en la isla, la Comunidad de Orgullo Gay PR. También por la generosidad de personas que emigraron de Puerto Rico a partir de la debacle financiera de la isla, sobre todo después de 2008, y que me regalaron parte de sus colecciones, aunque sé que muchos se deshicieron de otros documentos que terminaron en la basura por falta de tiempo antes de partir a nuevos trabajos y hogares fuera de la isla. Hubo otras personas que habían guardado hojas sueltas o documentos desde hacía 20, 30 años y sabían que alguien, algún día, iba a escribir la historia que terminé redactando y me los obsequiaron, ya fuera en copias o en originales. Aparte de esto, están los imprevistos maravillosos con los que topamos las personas que nos dedicamos al oficio de historiar, sobre todo al ver documentos como muestras aleatorias de periódicos que cubren los años que estamos trabajando. 

La Colección Puertorriqueña de la Biblioteca Lázaro de la Universidad de Puerto Rico me proporcionó desde días de frustraciones donde no encontraba un ápice hasta sorpresas que siempre atesoraré como cuando encontré los anuncios en los rotativos del país del show de transformistas en el club/barra El Cotorrito en Santurce encabezado por el compositor y músico Johnny Rodríguez, hermano del bolerista Tito Rodríguez en los años 1960. Los anuncios eran abiertamente transformistas, como el espectáculo.

Otro descubrimiento fue el de una primera plana anunciando los arrestos en el prostíbulo de hombres para hombres El Limón de Mayagüez, lo que se consideraba por muchos como una leyenda urbana. De hecho, casi todos los archivos tradicionales que se encuentran en municipios, universidades o agencias de gobierno, tienen noticias e informes sobre arrestos a personas de las comunidades LGBTQ+ ya sea por crímenes de odio, pasionales, prostitución o por otras razones. Otro eje temático donde se menciona la homosexualidad es en las noticias y documentos sobre la epidemia del HIV/SIDA. Esto me llevó a reconocer la urgencia de la historia oral para tener acceso a otros relatos que escapen de la criminalización o de los relatos de muerte de las personas de nuestras comunidades como templados narrativos. Historias de vida donde nosotros y nosotras, nosotres, tenemos el control de la narrativa, somos los y las, les protagonistas de estas historias y en las que no se nos caracterice como “criminales”, “lacras sociales”, “atómicos” o “enfermos”, adjetivos comunes en la prensa de Puerto Rico para referirse a la gente de las comunidades LGBTQ+ a lo largo del siglo 20.

Dos entrevistas que resultaron clave en este proceso y que me abrieron rutas de investigación importantes fueron las que hice a Antonio Pantojas y a Freddie Mercado Velázquez, entre muchas otras personas. El esfuerzo activo de borrar nuestras memorias LGBTQ+ de parte de diferentes enemigos frontales de las comunidades, la fragmentación de los documentos que están en colecciones privadas fuera de la isla, la fragilidad de las colecciones existentes ante los fenómenos climáticos extremos y la desmemoria, a veces obligada e impuesta, como la eliminación casi absoluta del prostíbulo El Limón, nos llevó a mi marido, el académico Rubén Ríos Ávila y a mí, a incorporar en el Departamento de Estado de la isla el Archivo Comunitario LGBTQ+ de Puerto Rico el 1 de junio de 2020, que pocos meses después logró la exención contributiva federal 501 (c).

Gracias al trabajo voluntario y de amor del especialista en comunicaciones sociales Joselín Ramírez, quien creó la página del archivo en línea, y a la labor de digitalización de documentos de la historiadora Laura Horta, logramos iniciar lo que será un archivo digital más completo en el portal https://www. historiagaypr.org Como ningún proyecto es ajeno a las realidades de los procesos y las coyunturas de la historia, comenzamos esta iniciativa cuando apareció lo que resultó ser la pandemia del COVID-19. En gran parte debido a la pandemia, en estos pasados dos años no hemos podido convocar a un colectivo más amplio que ayude a dar forma a la iniciativa.

Sin embargo, la idea del Archivo Comunitario es que—quizás—se convierta algún día en un lugar físico, que sirva de lugar de reuniones, investigaciones comunitarias, y repositorio de documentos, entrevistas, libros, revistas y materiales etnográficos de nuestras comunidades. Digo quizás porque un archivo digital también es muy útil y, de hecho, la forma principal en que las comunidades LGBTQ+ de todo el planeta interactúan entre sí, socializan, buscan parejas y encuentros. De hecho, hay ya una antología de ensayos dedicados exclusivamente al tema de los archivos LGBTQ+ digitales. Claro, hay un componente socioeconómico importante, y no todas las personas LGBTQ+ tienen acceso al Internet y a los teléfonos inteligentes, aunque de acuerdo a algunas estadísticas recientes, una cantidad importante de la población mundial adulta tiene algún tipo de teléfono móvil con diferentes capacidades de conectarse al Internet.

Mi apuesta al archivo de las comunidades LGBTQ+ de Puerto Rico y sus diásporas no es que sea uno solo, centralizado, sino múltiple, como somos las personas que formamos parte de estas comunidades rizomáticas, que incluye gente que se niega a la institucionalización, que se niega incluso a la visibilidad. Hasta el momento, hay esfuerzos puntuales de personas que están en el proceso o tienen algún tipo de archivo digital, como el de Regner Ramos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico; también hay un esfuerzo que está en proceso de planificación en la Universidad Ana G. Méndez. Otras personas líderes de la comunidad han expresado su interés en los archivos LGBTQ+, como Ana Irma Rivera Lassén, quien es senadora –la primera pública y abiertamente lesbiana— en la Legislatura de Puerto Rico.

Por otra parte, el gestor cultural y Director Ejecutivo del Puerto Rico Queer Film Fest, Víctor González, concluyó su Maestría en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico con la iniciativa llamada La memoria visible: Proyecto de archivo de memorias y expresiones culturales de personas LGBTQI+ de la tercera edad en Puerto Rico. Hay varias personas que laboran desde la diáspora en la academia norteamericana y que han incursionado de forma importante en el mundo de los archivos cuir. Entre otras, se encuentran Frances Negrón-Muntaner, fundadora y co-curadora de la colección del escritor gay Manuel Ramos Otero en Columbia University, Salvador Ortiz-Vidal, Lawrence La Fountain-Stokes y Arnaldo Cruz Malavé.” Nosotrxs en El Post Antillano, periódico digital creado el 28 de septiembre del 2011, y su Zona Ambiente estamos presentes y deseosos de colaborar en este proyecto.