Unas notas sobre Abu siempre ha sido así. Abu has always been like that [de María del Rocío Costa]

Crítica literaria
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¿Cómo se hace frente a esa enfermedad que llega silenciosa y va horadando invisible a nuestros padres y madres, abuelos y abuelas, a nuestros amigos, hasta que un buen día no nos reconocen? Aparte de los naturales estragos de la edad, por fuera la persona no parece sufrir una transformación notable, pero por dentro algo misterioso le ha carcomido la personalidad, transformado la identidad y el carácter.

Demencia, senilidad, Alzheimer, el Alemán, la hecatombe tiene muchos nombres y un mismo efecto demoledor entre hijas e hijos, nietos y nietas, sobrinos... La persona sabe que va cayendo en un abismo donde la memoria no responde, la palabra no llega y, frente a la humillación de la impotencia, se encierra en sí misma, se acoge al silencio y se dedica a leer el mismo libro o a mirar la misma vieja película en la pantalla de la televisión.

Frente a esta tragedia que en mayor o menor medida todos conocemos, y para ayudar a los niños a entender y bregar con el problema, María del Rocío Costa autora de literatura infantil y profesora de lectoescritura en una Universidad de Puerto Rico, acaba de publicar Abu siempre ha sido así. Abu has always been like that. El libro, que aparece de forma bilingüe e ilustrado por la propia autora, presenta la historia de una abuela, “que siempre ha sido así”, y combina la palabra escrita con una fascinante serie de collages de vivos colores y fotografías intervenidas.

La narradora, una niña cuya Abu aparece cada vez más desmemoriada, inicia su relato enumerando las confusiones de su abuela con la explicación que la familia da a su comportamiento: “Abu siempre ha sido así”. Esta afirmación compartida por los adultos (Papabuelo, Papá, Mamá y Titi Rita) va seguida de una certeza, que se repite a modo de estribillo, y se opone a la apreciación de los mayores: “Abu siempre ha sido así. Pero yo creo que no tanto”.

Los miembros de la familia intentan calmar las preocupaciones de la nieta disimulando la situación. Y frente a esta voluntad de normalización, se rebela la intuición de la narradora con ese poderoso “pero”, esa conjunción adversativa que se levanta y contrapone a la proposición anterior.

En otras palabras, la voz de la niña corrige de forma rotunda y a la vez sutil, su evaluación de lo que en realidad sucede y los padres le quieren hacer creer.