“Atisbos entre Sombras” de Julio Lugo Rivas

Zona Ambiente
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Julio Lugo Rivas es un hombre profundamente introspectivo, de honda sensibilidad y fino intelecto que, con mirada acuciosa, hurga en el detalle de lo oculto- en el aparente misterio indescifrable de las cosas- para intentar traerlas a la luz. Sus más recientes musitacionesartísticas lo han llevado a presentar una muestra de quince piezas en la Sala FAR, en el Edificio Ángel Ramos, en la Calle Chardón, Hato Rey.

Conjugando su creatividad como artista con el rigor científico de su formación (Julio es también farmacéutico), la curiosidad natural, artística e intelectual del artista le han impelido inexorablemente a retar lo insondable de un mundo prima facie oculto, cuyo fulgor inherente es mitigado por velos de sombra. Si bien heredero de la luminosidad de la escuela paisajista ponceña, la cual abrazó en los inicios de su transitar por los senderos de la pintura, es cuando comienza a estudiar Ciencias Naturales que arte y ciencia se unen en su siquis, intelecto y en sus pasiones. Como ese otro Julio que le precedió en tiempo en los trajines de la plástica patria (Rosado del Valle), Lugo Rivas incursionó en una obsesiva mirada a través del microscopio para regodearse en la belleza estética de un mundo celular microorgánicoque, aunque invisible a los ojos humanos no asistidos por instrumentos ópticos de aumento, se desplegaba en toda su majestuosidad y belleza en un microcosmos muy definido que, para el artista, se presentó como “abstracto y surrealista”, por sus patrones, formas, riqueza cromática, y exquisita calidad onírica.

Es de este modo que el artista comienza un proceso de reconceptualización de lo que es la vida hasta entonces conocida para él; hermanando el “mundo micro con el macro”; y mirando con sentido de propósito las características definitorias de la vida en la naturaleza, incluida la humana. Puede considerarse ésta una revelación radiante de lo que antes, a simple vista, podía ser menos que un atisbo entre sombras.

Con el paso de los años; la madurez y la experiencia ganadas; y la inserción plena del artista en la comunidad como dueño con su señora esposa de una farmacia de comunidad en Juana Díaz, Julio interactúa de cerca con la gente, conociendo de primera mano sus enfermedades, preocupaciones y temores. Absorbe la carga de una realidad tangible que le impide permanecer indiferente. Su visión humana y artística se agudiza con la ya conocida retahíla de sobrecogedores eventos que arroparon la Isla desde 2017 con el huracán María, exacerbándose en el sur con las violentas sacudidas de terremotos y, más recientemente, a partir de 2020, con la realidad pandémica que supone el COVID-19.

“Atisbos entre Sombras” recoge indefectiblemente la carga de lo vivido con intensidad por el artista como habitante de la Isla, y como profesional de la salud a quien no le es permitido mirar para el lado contrario de esta realidad. Reconoce la realidad plenamente desplegada y las capas que en ocasiones se ciernen sobre ella, dejando un saldo de sombra, a través de la cual es preciso desarrollar la disciplina de tratar de ver. A eso invita al espectador con su muestra, como muy elocuentemente expresa el curador de la misma, Carlos Ortiz Burgos, cuando articula que Julio “…nos confronta con la realidad para obligarnos a lidiar con lo que tenemos en frente y hacer sentido de ello. En estas abstracciones regidas por una fuerte materialidad, propone una reflexión sobre cómo la opacidad de la superficie es el resultado de lo subyacente, aquello que desconocemos o que nos ocultan. Así, Lugo Rivas nos invita a superar lo que ha quedado atrás, sin olvidarlo, y a enfocarnos en lo que tenemos por delante”.

Al reflexionar con ojo panorámico sobre el colectivo de las piezas que conforman la muestra, y en respuesta a la observación de que cada título de ellas aparece precedido de la anotación “Covid-19 (c. 2019-2023)”, el artista expresa que la referencia a la pandemia ha resultado imperativa en su práctica profesional de farmacéutico, no solamente por el disloque que ha representado la misma en todos los órdenes, sino porque a nivel legal y reglamentario se han tenido que admitir prácticas y procesos hasta entonces desconocidos que, para fines de documentación y control, ha sido menester destacar con la referencia a la realidad pandémica. Reflexiona que la pandemia impuso una “pausa” en todo, incluido el mundo del arte y, al inquirirle más, admitió que la anotación en sus obras se amerita igualmente pues es un modo de documentar la cosmovisión particular que, como artista y ser humano, necesariamente se ha transformado con la realidad de la pandemia.

Adentrado en el análisis de su propuesta plástica, indica que la pandemia ha representado la colocación de un velo sobre muchos procesos y sobre asuntos que son objeto de la más apasionada discusión. Controversias como la de la vacunación para combatir el virus, han dejado ver algunas cosas, unas con bastante apertura y, otras, a medias. Indica que “muchas veces no se quiere ver más allá o, irónicamente, no se quiere ver lo que está de frente”. Plásticamente, las piezas presentan capas de pintura, en tratamiento cuasi escultórico, que, de algún modo, hacen evocar esos toldos azules que, a raíz del huracán María, se convirtieron en parte del paisaje de la Isla, cual manto plástico de protección para paliar la cruda realidad de que el esplendoroso cielo de Boriquén se erigió de súbito en el techo de muchos quienes además, tuvieron que enfrentar, de cara al sol, el maltrecho paisaje isleño desde el epicentro de la penuria.

Algunas piezas, como es el caso de “Velos y transparencias”, dialogan con la escultura, en su propio pedestal, en proximidad a la pintura, siendo ambas parte del mismo todo orgánico de la pieza. El espectador puede deleitarse en la amplia gama de emociones que evocan sus piezas, desde el poema visual sosegado y sutil de “Velo sobre azul”; la sensación de soplido y silbido del viento en “Velas, capas y transparencias”; y la seductora urgencia al tacto de la densa y ominosa “Velos y sombras”.

Mención especial amerita la atrevidamente gestual “Capas y velos negros sobre verde”, en que no solamente se representa la huella del trazo, sino que recrea- a través de lo que se insinúa como una lata de la que se derrama pintura- esa memorable danza navajo pollockiana, consustanciada con la naturaleza, que quedó plasmada en vivos y enmarañados lienzos que, setenta años después, parecen seguir goteando incesantemente. Los ecos del irascible por antonomasia de Cody, Wyoming, son capturados y procesados por el talento y la sensibilidad de Julio, quien despliega su fuerte ideario de rescate de las bondades naturales, en un esperanzador verde tímidamente escondido detrás de la tenebrista cortina de negro que le cubre en primer plano.

En un diestro e inteligente despliegue conceptual, el artista ofrece la deliciosamente primitivista y rebelde “Eject” que, irónicamente, es la que presenta las más ricas y estilizadas sombras en la pared, cual si fuera la proyección de una obra independiente en toda su coherencia y riqueza. Es el reflejo de una esencia tan real como el objeto mismo que le da proyección, lo que trae al recuerdo la alegoría platónica de la caverna y nos plantea nuevamente qué es real y qué no lo es. La caja de plexiglás que es parte inherente a la propuesta en “Eject”, y el corazón de los elementos que ésta guarece en su interior, retumba en reminiscencias de la estentórea voz plástica de un tercer Julio (Micheli), ese experimental y arriesgado artista que

sirvió, junto con el alucinante arte de Andrés Rodríguez Santos, a forjar en el joven Julio Lugo Rivas unos referentes indispensables en el despliegue de su carrera artística.

Micheli, al igual que Lugo Rivas, supo hermanar arte y ciencia o, quizás, el arte de la ciencia o la ciencia del arte, en cualquier conjugación que sus fértiles mundos imaginarios y pensantes les permitieron. Micheli fue entomólogo que resumió sus pasiones en propuestas de peso y densidad intelectual y artístico, dentro de los confines reducidos de cajas a modos de ensamblaje, como hace Lugo Rivas en su transgresora “Eject”, en que el paisaje de lo otrora escondido y destinado a no figurar en escaparate alguno, sale disparado con frontalidad y prominencia. El paisaje raído se apoya precariamente en lo que no se veía, pero con el telón de fondo del reverdecer prometido, sobre el cual pende una rama como extra-pictórico y efectivo elemento natural.

“Atisbos entre Sombras” es una muestra en que la sinuosidad de formas y sombras; la experiencia lúdica con el ojo del espectador; la urgencia táctil de la densa materia; los velos de color; y el reflejo de las sombras en la pared como realidad paralela, atrapan los sentidos y subyugan el ser pensante y emotivo a la contemplación estética y la más honda reflexión. Los “atisbos entre sombras” del artista son, por derecho propio, revelaciones radiantes del estado colectivo de un Pueblo que, en su esforzado ejercicio por ver lo oculto, accede a verdades intemporales y afina los ojos del alma.