Ramón Emeterio Betances, 200 años después

Crítica literaria
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Hoy sábado 8 de abril se evoca el nacimiento, en 1827, del padre de la
patria, don Ramón Emeterio Betances Alacán. Para muchos, es un recuerdo fascinante y promisorio. Pero, para demasiados es algo ignorado o meramente el nombre inocuo de una calle municipal. Esto responde al desdén oficial, al desprecio deliberado de lo nuestro. En las colonias, la celebración del devenir histórico de la patria es un acto subversivo.

Urge iniciar la planificación de la conmemoración, en 2027, de los 200 años del nacimiento, en Cabo Rojo, del prócer. El grandioso suceso exige actos públicos, conferencias magistrales, ferias de libros, exposiciones de arte, oficios audiovisuales, eventos multidisciplinarios y la participación de todos los países de América y Europa tocados por el espíritu revolucionario y el genio solidario de Betances.

No se trata simplemente de un homenaje. Se trata también de la oportunidad de repensar, como pueblo, los retos y desafíos que nos legó el doctor Betances y su tiempo.

El patriota caborrojeño nos impresiona, desde los retratos, por su rostro venerable de profeta bíblico, la hondura plácida de su mirada, la frondosa cabellera y la barba espesa y enmarañada. Su vida de azares y pensamiento rebelde nos deslumbran. Creo que fue el primer boricua que manifiesta orgullo por su herencia africana.

Escribió poemas y novelas en francés y proclamas de libertad en español. Conoció a Víctor Hugo, autor de Los miserables, y probablemente a Karl Marx. Participó en los combates de la revolución de 1848 en las calles estrechas de París. Betances es el llamado centenario de la tarea inconclusa. Su voz retumba en los ecos telúricos de nuestras raíces heroicas. Es el grito perdurable de Lares.

Cuando regresó a Puerto Rico en 1855, con su diploma de médico cirujano de la Universidad de París, arremetió, sin demoras, contra la esclavitud y la epidemia del cólera. Dedicó su vida a echar a España de las Antillas. Junto a Gregorio Luperón y Hostos, denunció los planes expansionistas de Estados Unidos en el Caribe.

Los afanes libertarios lo obligaron a exiliarse en Francia en 1872, luego deser expulsado de Puerto Rico en 1858, 1864 y 1867. Conspirando, estuvo en San Tomas, Curazao, Venezuela, Haití, Santo Domingo y Nueva York. En 1882, se reunió en Londres con el primer ministro Gladstone. Conversaron, entre otros asuntos, sobre el proyecto de la confederación antillana. Fue, en sus años postreros, representante del gobierno revolucionario de Cuba en Francia.

Debido al destierro, Betances no estaba en Puerto Rico durante el Grito de Lares el 23 de septiembre de 1868. Estaba, en algún lugar del Caribe, almacenando carabinas, pólvora y municiones. Los patriotas de Lares se vieron compelidos – por una delación - a iniciar de prisa la batalla. Fue un golpe duro.

Dedicó doce años a organizar la insurrección. Pero no consideró el desenlace una derrota, sino el comienzo. Lo que faltó en Lares no fue el apoyo del pueblo, sino dinero, armas suficientes y tiempo.

Camuy hubiera sido, en el momento indicado, la cabeza de playa de la expedición libertadora. Simultáneamente, en puntos estratégicos de la isla habría levantamientos. Luego, la marcha hacia San Juan. Antes de la invasión norteamericana de 1898, presagió la «colonia para siempre». Propuso, como solución salvadora, que un ejército boricua participara, junto a los estadounidenses, en las acciones bélicas contra España. No sabemos cuántos respondieron al llamado.

«No quiero colonia ni con España, ni con Estados Unidos», dijo cerca de su fallecimiento en Francia el 16 de septiembre de 1898. Desde el pasado épico, Betances nos convoca a continuar la gesta descolonizadora.