Las siete Partidas de Carlos Vázquez Cruz

Crítica literaria
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Esta es una novela homobarroca que se desborda en el exceso del lenguaje queer y el sarcasmo puro de toda loca que se respete. Porque si “ser barroco… significa amenazar, juzgar y parodiar la economía burguesa basada en la administración tacaña de los bienes, en su centro y fundamento mismo”, homobarroco, según Benigno Sifuentes, es la manifestación del Neobarroco en la relación de un hombre con otro hombre o en la diversidad sexual LGBTQ+ y Héctor Iglesias expande, cómo “el homobarroco la adereza con el placer, unido al sufrimiento y al desgarro que este gozo produce en la carne”.

Las siete Partidas es un delicioso tour de force de siete correos electrónicos enviados por La Kika desde París, La Ciática desde la Gran Muralla, La Diega desde Yucatán, Débora de Lourdes Sauerkrautfrankfurterberger desde su país, Futura Imperfecta desde el átomo fundacional del multiverso, Titi Pacheca desde Machu Picchu y Áurea Ladinos desde La Patagonia. Toda una red de comunicación iniciada por una inteligencia artificial puertorriqueña, llamada “Mr./Ms. Raquel Evadán… (elle)” (14), que carece de género. Los personajes, o las siete Partidas, al abrir el correo electrónico serán teletransportadas “a algún lugar, retando las leyes del tiempo y del espacio” (13) y desde ahí, deberán narrar utilizando “pronombres con que se sientan cómodas” (14). Han de hablar “del lugar donde se encuentran, de cómo se sienten, de sus limitaciones o males, de sus sueños, de los conflictos que las carcomen” (14) y reflexionar sobre el pasado, rescatar su relación accidentada por rivalidades y dar rienda suelta a sus sentimientos auténticos

como un proceso de sanación, y hacerlo melodramáticamente: “como si se les fuera la vida en ello” (14). Estas son las instrucciones precisas que detalla Raquel Evadán en el correo electrónico que abre la novela enviado a todas las protagonistas que pasan, entonces, a contarnos en qué momento exacto fueron teletransportadas y todo lo que acontece a su alrededor.

La Kika habla de religión y arte “live streaming” desde París, La Ciática diserta acerca de la pandemia del coronavirus desde China, La Diega es víctima de la maldición familiar en el Templo de Kukulcán en Chichén Itzá, Débora de Lourdes Sauerkrautfrankfurterberger preside un cuerpo legislativo, Futura Imperfecta desafía la física desde el origen de todo, Titi Pacheca expone sobre la educación puertorriqueña desde las alturas de la ciudad de los incas en Perú y Áurea Ladinos cuenta las frivolidades de la vida cercana al polo sur. Cada una envía su correo electrónico en diversas instancias de conexión o no conexión a la red cibernética. Lo que le da un carácter de simultaneidad temporal a la novela porque cada personaje narra en off, con o sin conexión, simultáneamente, siguiendo las instrucciones de la inteligencia artificial puertorriqueña:

… tendrán --o no—señal para contestar. De no haber servicio wifi, redacten borradores, graben en audio o válganse de vías alternas de comunicación, aunque les parezcan inverosímiles. Yo detectaré el origen de su transmisión, interceptaré sus mensajes, los organizaré según el orden de llegada y, cuando estén todos, los reenviaré. (13-14)

Es, pues, Raquel Evadán quien nos organiza el discurso narrativo, monta el entramado de la acción y nos la reenvía a los lectores en el libro publicado por la Editorial Riel en Puerto Rico, en 2022, alcanzando ya tres impresiones del texto.

Dar más detalles de la trama traicionaría el efecto alucinante que provoca la lectura de Las siete Partidas y develaría el mensaje escondido, y en clave, que el escritor puertorriqueño Carlos Vázquez Cruz nos propone descifrar con esta segunda entrega de una trilogía narrativa posible que comenzó con Dos centímetros de mar (2008) y continuará próximamente, como un buen cierre de todo episodio de la famosa serie X Files: “to be continued”, en la entrega que seguirá a Las siete Partidas.

El título de la novela juega con la intertextualidad medieval de Alfonso X, el sabio y su canónico texto, pero en esta entrega, en un espíritu decididamente homobarroco, se hace lo que Gloria Anzaldúa pedía para todo clásico, el acto de “to queer a writer” o amariconar al escritor y, por ende, a la literatura. “Partida” es un epíteto que describe el acto de “partirse” o “quebrarse” de toda loca o pato, en el imaginario boricua machista. En muchos casos, como en éste, se lo apropia la misma comunidad LGBTQ+ o lesbigaytrans como un modo de afirmación de una identidad que no necesita ya disculparse de ser como es. Exactamente lo que hace el gran Carlos Vázquez Cruz, como mencionamos anteriormente, y cómo a través de un lenguaje sarcástico lo celebra y encumbra magistralmente en Las siete Partidas.