Cordón roto

Caribe Imaginado

Nulo y desafiante tu constante
repetir la misma cosa
como si nunca recordaras lo aprendido
mariposa de papel en la metrópolis cielo.

Tu hilo mente, mamá,
revolotea.

Será que  me dejarás errante
limitada en el chasis
soñoliento del mustang verde
y de aquellas luchas
por ser la señora del hombre
que te humillaba y perdonaste.

Voz de mangó dulce y buena,
ya tu cintura desaparece, cede al peso barillento
de un casi adiós de frontera.

Múltiple de amor en sus abrazos
como el hilo del carrete, mamá, se aleja.

(Como si un duende te escondiera la mirada
y un chacal te infundiera el miedo en las pestañas,
se arremolina tu cuerpito de susto en tu pupila.
– Miedo, tengo miedo, así me dices.
-Y yo respondo: Estoy contigo y nada malo pasa.
-¿Y tu nombre cuál es?, me preguntas.
Y me duele tu olvido.)

Será que te me irás y para no dolerme
te me borras como las nubes
de mi niñez, de mi consuelo,
……………………………………………………………..
como las líneas del carril bajo la nieve fría.

Ahora que eres menos tú andando en la ciudad
de calles temerosas, sin iluminación…
y de ruidos exaltada por la voz que siempre
te da malas noticias del hijo que no ves,
de los malos vecinos metiches que bregan
con lo malo,
del centro de conversaciones interceptadas
allá arriba…

Y cómo dejar a fuera a tu amigo invisible del FBI,
de los que son buenos,
de los que matan por seguridad.

Y cómo dejar sin contar lo de las flores
que hablan contigo
y los pájaros que cantan cuando mueves tus manitas,
así como un director de una orquesta limitada
a un auditorio sinfónico solo tuyo.

Será que para no dolerme en mí, tú misma
eres otra estratosférica ajena,
tu cordón roto, sin nombre, sin palabras precisas,
sin hijos, sin domicilio en la tierra,
sin llanto, sin lamento, con la sonrisa partida
y el  hilo caído indeleblemente en mí
como el genoma que me regalaste
sin saberlo al concebirme,
mamá-cometa.