El capitalismo, y el cuento del sapo y el escorpión

Voces Emergentes

Había una vez un sapo sentado en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo —Amigo sapo, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme en tu espalda…

—¿Que te lleve en mi espalda? —ripostó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.

—No seas tonto —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pico con mi aguijón te hundirás en el agua y yo, como no sé nadar, también me hundiré?

Y el sapo, después de pensar mucho sobre lo dicho por el escorpión, se dijo a sí mismo:

—Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan estúpido como para hacerlo.

Y entonces, el sapo se dirigió al escorpión y le dijo:

—Mira, escorpión. Lo he pensado y te voy a ayudar a cruzar el río.

El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda del sapo y empezaron ambos a cruzar el río.

Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón al sapo. De repente el sapo sintió una fuerte picada y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, veía como se ahogaba asimismo el escorpión, y tras ello sacó de las últimas fuerzas que le quedaban para reclamarle:

—No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.

Y entonces, el escorpión miró al sapo y le respondió:

—Lo siento sapito. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.

Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.>>

 

El capitalismo es como es. No tiene remedio. La explotación le es consustancial a su naturaleza para la extracción de plusvalía, con el propósito de sostener una tasa de beneficios cada vez más alta. Es la lógica de la acumulación sin la cual no puede sostener su reproducción ampliada. De ahí el retorno a las lógicas prevalecientes de explotación más salvajes, propias del Siglo XIX y principios del Siglo XX. y el abandono del keynesianismo -y su Estado social o de bienestar- basado en la ilusión de que el capitalismo era reformable.

Los sujetos de ese modo socioeconómico de producción y dominación no son los humanos sino que las mercancías y los productores de éstas, que en el caso de los trabajadores también son valorados como mercancías. De ahí que su motor sea las luchas y no las conciliaciones entre clases. Lo habremos olvidado pero no ha desaparecido. La sociedad capitalista sigue siendo un orden civil de batalla, en que la economía, la política y el derecho no son más que la guerra por otros medios.

¿Humanizar el capitalismo? ¡No está en su naturaleza estructural! Hay que salir de él. Hay que socializar o, si se prefiere, comunizar progresivamente lo económico-político, lo que no es igual a su estatización. Hay que potenciar crecientemente las posibilidades representadas por la nueva esfera de lo común que se asoma por doquier, cuyas lógicas trascienden la esfera de lo público hoy privatizada hasta el tuétano.

El gobierno ha abandonado su deber de satisfacer las necesidades comunes de la población y se la ha entregado al capital privado. Salud, educación, agua, electricidad, comunicaciones, aeropuertos, carreteras, playas, entre todas otras cosas, son hoy tan sólo mercancías, cuyo acceso responde ahora a fines privados y lógicas monetarias. El modo actual de gobernabilidad demuestra así su incapacitación más absoluta para satisfacer las necesidades del conjunto de la sociedad, para adelantar el bien común. Se ha abdicado ya manifiestamente el poder…