Gaza, gasa [genocidio]

Justicia Social
(San Juan, 10:00 a.m.)  El llamado territorio o franja de Gaza, donde se originó el blanco tejido semitransparente utilizado para vendar heridas, sufre crecientes mutilaciones ejecutadas por su inclemente vecino, el estado de Israel.
Este territorio al que se le sigue negando el derecho a ser país, sitiado y disminuido, convertido en gueto privado de elementales derechos humanos, es una herida abierta ante los ojos del mundo que comienzan a abrirse al exterminio por tanto tiempo negado.
Demasiado tarde. Ya las vendas son insuficientes, si las hubiera. También las tumbas lo son, sustituidas ahora por fosas comunes alrededor de las cuales se mecen, tomados de la mano, dolientes y callados los deudos que aguardan su turno de unírseles envueltos también ellos en blanco sudario, último abrazo textil, ya no de gasa, sino de plástico. Arriba, en la tierra que pronto cubrirá sus restos, apenas queda piedra sobre piedra.

De damascos y gasas II (Los cosieron a tiros), 2024. Antonio Martorell/Inter News Service
El reino de las mil y una noches, el mítico paisaje que sobrevolaban las alfombras mágicas de nuestra infancia portando genios escapados de lámparas maravillosas, el mediterráneo mar que surcó Sinbad el marino, hoy llueve misiles mortales sobre tapices tornados afelpadas cortinas apenas cubriendo, cual coloridos párpados, los ojos ciegos de edificios en ruina y árboles desnudos.
El telenoticiero, con pretendido pudor o avieso encubrimiento, borra los rostros de víctimas infantiles, pero es incapaz de desenfocar el desesperado gesto de pequeños pies y manos buscando agarrarse a la vida que se escapa. En ocasiones, un aullido de dolor interrumpe la forzada neutralidad del reportaje. Corte a la toma aérea del dron, las diminutas siluetas entre los renegridos escombros, el polvo gris que todo lo sepulta.

De damascos y gasas III (Descansa en paz), 2024. Antonio Martorell/Inter News Service
Nosotros, apoltronados telespectadores del desamparo y el hambre, la enfermedad y la muerte, nos movemos incómodos tentados a cambiar de canal o apagar el televisor. ¿Qué hacer ante las tibias medidas de organizaciones y tribunales de justicia internacional, el apoyo a la matanza de civiles apenas condicionado por las potencias del mundo occidental, la consistente oposición de los Estados Unidos a la orden del cese al fuego en las Naciones Unidas?
Lo menos que podemos es hacernos eco del lamento del pueblo palestino y reclamar justicia para esta nación expulsada de su hogar y condenada a muerte una vez más. Seamos solidarios con su dolor y acusemos a quienes se lo infligen.