Desde que el ingenioso Ovidio intentó utilizar el arte, que “impulsa con el remo y el velo las ligeras naves”, para describir cómo se debe regir el buen arte de amar, invocando su vocación como poeta para lograrlo, hasta el psicoanalista Eric Fromm, que hace un decálogo del buen arte de amar para decirnos que el amor verdadero es lo contrario al ansia y la codicia, muchos han sido los que han reflexionado, de tantas maneras, sobre eso que llamamos, con mayúscula, Amor. Ya, en este punto, lo que valdría preguntarse es: ¿qué no se ha dicho sobre el amor? Y dar con una sola respuesta es, sin duda, tarea imposible.
De aquí se desprende lo siguiente: cada cultura y cada generación tiene que dar con sus propias y particulares respuestas. Entre las muchas tradiciones que han reflexionado sobre el amor está el Zen, que no es otra cosa que el casamiento del budismo hindú con el taoísmo chino. Lo cierto es que el Zen plantea que el amor que hay en nuestro interior es más fuerte que toda la confusión del mundo. Pero quién le quita la razón a Manuel González Prada cuando escribe: “¿Por qué la sombra, si eres luz querida?si eres vida, ¿por qué me das la muerte?si eres muerte, ¿por qué me das la vida?” No añado más. Por mi parte seguiré caminando para ver si doy con mi respuesta. Mientras tanto, no estaría mal detenerme, un instante, para conocer la tuya.