Ganador de Premio Rómulo Gallegos enarbola su compromiso con el arte

Cultura

altTras agradecer ayer al jurado por su valentía, el escritor puertorriqueño Eduardo Lalo, flamante ganador del XVIII Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, aseguró que su compromiso es con la página, con ese arte que es desde siempre la literatura.

En rueda de prensa realizada en el caraqueño Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) -previo a la entrega del galardón el próximo viernes-, el autor de Simone se mostró descreído de la "oficialidad literaria" que suele estar bendecida por los supuestos grandes premios y las editoriales monopólicas.

"Yo no soy un escritor pop. (...) Mi propósito no es la notoriedad", afirmó, convencido de que un escritor es ante todo "un superlector" y de que él mismo bien pudiera pasar sin borronear cuartillas, pero jamás sin leer.

A una pregunta de Prensa Latina, Lalo contestó que más que de autores ha sentido la influencia de obras, pero sobre todo de gestos literarios, porque escribir para él no es solo una actividad para crear entretenimiento, sino esencialmente "un acto ético".

Su compromiso, dijo, es con el arte, con la literatura desde la epopeya de Gilgamesh hasta hoy.

Lalo -también ensayista, fotógrafo y artista de la plástica- concedió, no obstante, que siente una mayor afinidad, dentro de la ilustre tradición del Rómulo Gallegos, con autores como el chileno Roberto Bolaño y el argentino Ricardo Piglia, quien formó parte del jurado que seleccionó la novela Simone como vencedora de este año.

El novelista señaló que no le ha sobrado el tiempo para pensar mucho en el lauro, atareado con asuntos poco habituales para él, como las conferencias de prensa y las entrevistas de televisión.

Por lo pronto, pienso que me rebasa a mí y que es un reconocimiento a la literatura de mi país, indicó Lalo, quien aludió al doble aislamiento de Puerto Rico: por su "condición colonial" y por pertenecer al Caribe, que -estimó- "es como una marginalidad dentro de la marginalidad".

Valoró entonces su premio como una oportunidad para que los medios sitúen temporalmente los focos sobre la literatura de su nación, cuyas promociones más recientes -apuntó- muestran obras mucho más abiertas a diversas temáticas, sin dejar a un lado la circunstancia política, tópico predominante hasta los años 70 del pasado siglo.

"Vivimos una gran depresión (...) Una ruindad sin límites. (...) Estamos en un país en el que parece que el único proyecto que nos queda es la emigración", dijo Lalo, hablando de su Puerto Rico, de la misma nación que no se cansa de mostrar en sus obras.

Comentó que casi un millón de personas salieron del país entre 2000 y 2010, aunque, anotó, no se sabe cuántos han regresado "porque ya no hay a donde ir".

La ciudad de San Juan -a menudo "odiosa", a veces convertida en "un desierto urbano"- es, sin embargo, una protagonista más de Simone, porque para Lalo ese espacio, invisibilizado por el poder, no es de ninguna manera el ámbito de "una subhumanidad".

La invisibilidad es la condición humana más generalizada, advirtió con ácida lucidez Eduardo Lalo, cuyo credo estético concibe la literatura como una vía para crear imágenes densas acerca del mundo.

Los suyos -estableció- son siempre proyectos sin concesiones, surgidos solo por el hecho literario mismo, porque la comercialización ciega del libro le ha hecho un daño terrible a la literatura.

Por eso agradeció desde el principio la valentía del jurado que premió a su Simone, una novela distinguida -según el veredicto- por "la originalidad de la fabulación, la fuerza expresiva y la apertura a nuevas sensibilidades".