Puerto Rico y Latinoamérica: el alba perdida en el estrecho dudoso

Creativo

altPuerto Rico y Latinoamérica: el alba perdida en el estrecho dudoso

“En Estrechos Dudosos buscaron el abrazo

sólido de las tierras que el agua distanciaba.

Vencieron las montañas, domaron los torrentes,

se libraron del aire de la muerte que acecha.

Pero no de la vida que los mataba dentro…”

-Ernesto Cardenal, El Estrecho dudoso.

La metáfora será, debe ser, o siempre fue el Estrecho Dudoso. La sombra de esa metáfora me había acompañado siempre, desde aquella estadía en el Panamá de Omar Torrijos junto a mi padre, luego paso su río inevitable en la memoria, a través de una corta visita en Venezuela, en los comienzos de Hugo César Chávez en la revolución de las letras y los libros, que entraba en cualquier casa y transformaba vidas y se vapuleaba el agrio matiz de la pobreza. Pudo ser la metáfora que reposaba en mi oído en esa mirada que hice al mar durante el Encuentro Literario Lázaro Cárdenas en el año 2007 recordando el hipotético paso por ese mar que comunicaría el Océano Pacífico con el Mar Caribe y que Cristóbal Colón se afanó en su búsqueda con el objetivo de descubrir una vía de comunicación con Catay y Cipango y en otro tiempo al sol, en el año 1523 Carlos I exigía a Hernán Cortés que se esforzara en la búsqueda. Este interés provocó aventurados ejercicios de conquista que determinaron, sin lugar a dudas, las geografías políticas de la región centroamericana, así como también construyeron mapas simbólicos de unos territorios que fueron leídos en tanto promisorias fuentes de riquezas. Es precisamente este nivel simbólico el que se diseminó en los escritos de autores tan disímiles como Bernal Díaz del Castillo, Pedro Mártir de Anglería, Fray Bartolomé de las Casas y Gonzalo Fernández de Oviedo.


De esa metáfora, surge Ernesto Cardenal, poeta siempre en amplio registro transtextual, donde se comprenden la religión y el mito en sus dimensiones más humanas. Como todo poeta esencial Cardenal nos empuja a las preguntas medulares para la identidad del hombre en cuanto ser social en un contexto histórico concreto: ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?,¿qué tendré que hacer para llegar? origen-destino-búsqueda Cardenal se plantea estas preguntas no sólo a nivel personal, ni tampoco las lleva a la esfera de una especulación abstracta. Por el contrario, las hace vivas, prístinas, urgentísimas en toda historia que se escribe.

Por esa metáfora me recuentro con un texto coexistente en el ser El Estrecho Dudoso escrito por Cardenal en el limpio ángulo narrativo de aquella saga sedienta tan inherente en la óptica de los colonizadores del Nuevo Mundo. Por consiguiente Cardenal, como escritor, está presente también como cronista moderno, yuxtaponiendo imágenes (creadas por cronistas en otras épocas) con realidades inesperadas y apenas reconocidas por los sujetos históricos tratados en su poema. Plano de acercamiento para lo que escribimos ahora, arrancando con vehemencia esos lugares esmaltados en la narración-creación, para echar nuestra barcaza y navegar en estas vértebras, uniformes en niebla, de nuestro punto de (des)encuentro de Puerto Rico y Latinoamérica.

Nunca antes había sido tan pertinente. Aquí estamos como patria con más de 4 millones de habitantes, nivel alto de desempleo, bonanzas abusivas en las casas aseguradoras porque para empezar, ser puertorriqueño es estar luego de los 50 enfermos y perdiendo la cartera en las oficinas de médicos, regularmente compulsivos, cuyo diploma es un centro de operación comercial. “Baílala, celébrate la vida que está buena de verdad” es la silbada copla de bomba oronda en felicidad acartonada y colorido, anunciando el plan médico a elegir, porque estamos enfermos, desterrados, imbéciles, y lo único que nos queda es vivir en los hospitales, y enriqueciendo corporaciones dedicadas a “cuidar nuestra salud”. ¿Y dónde está la filosofía de la productividad? ¿Acaso es utopía? Un país donde la política es un ebrio paso de comedia, donde sencillamente los practicantes de la política no llegan a la genuina inteligencia-otra vez, con el perdón de los diplomas-nadie propone la reforma, el cambio, la solución demoledora que nos haga ser “otros” acercando ese estrecho luminoso, pero vacío, pero dudoso.

Ya al modelo americano, de cual, y qué ironía, también estamos alejados y rezagados, la misma taxonomía de Harold Bloom, usa unas palabras indicadoras en los mecanismos de aprendizaje. “Aplica, separa, establece, DECIDE” y la vez ilustra que “El estudiante diferencia, clasifica, y relaciona las conjeturas, hipótesis, evidencias, o estructuras de una pregunta o aseveración”. El pensamiento puertorriqueño del Siglo XXI es uno vacío en propuestas y prerrogativas, desorientado, quebrado de futuro, y sabroso en chabacanería y sorna. Vemos a un Jay Fonseca, obtuso y proclive, decir sus “verdades” echar su lengua en tablas comparativas de cuál y cuál gobierno de turno. En la radio, el oscurantismo intelectual y conceptual es peor, nadie propone, solo critican, y critican, y quedamos perplejos escuchando a los radioescuchas, intercambiando el disparate en aras de un mejor país, a la manera de Pirulí Pulcinello, personaje centro de Luis Rafael Sánchez en La Farsa del amor compradito.

¿Somos entonces una farsa caribeña?, ¿Hablamos bajo el influjo de la superficialidad? Hay pobreza en nuestras relaciones con Latinoamérica, la realidad puertorriqueña es un ente desconocido para un mexicano, un peruano, un boliviano, un argentino. Se fomenta el único mapamundi apto para boricuas U.S.A.-Puerto Rico. ¿El resto? El resto subyace en una lejanía cruel, y no sabemos que hay un universo, literal y enriquecido que nos espera. Existe un umbral dispuesto a traspasarnos y cambiarnos el mirador de nuestras vidas. Hay una señal que no corresponde a la balística publicitaria de CNN, CBS, NBC, llámele usted lector como guste. Ya, nuestros escritores, a veces en rompeolas, están haciendo su acercamiento a ese estrecho, ya está Eduardo Lalo devolviendo la frontera del silencio a la nada, ya estuvimos en una Feria Internacional de Libro de Perú, años atrás lo hicimos en la FIL de Guadalajara, a pesar del lema “Puerto Rico does it better” de Pedro Roselló y su secretario de turismo-en minúscula-Luis Fortuño.

Creo que la patria, la nación, la Isla de San Juan, nuestro hogar compartido debe definirse de una vez, con o sin los políticos de turno, hacia una identidad. Sigue en el tapete la gran pregunta “o yanquis, o puertorriqueños” de Don Pedro Albizu Campos. Queda sobre el tapete si nos seguirán definiendo como un “pueblo feliz”-creo que el tercero, según supe-porque no pasa nada, y apenas la pandemia del conformismo, la necedad, el postulado fácil, la comodidad, el dinero como desenlace aún bajo los labios del Cristo capitalista, los falsos valores, erigen un calendario exhibido en favor de la inconciencia. En mi tapete de todos los días, ése, el que solamente cae y nace en letras, en visiones rotas, celajes contra el tedio, inmolación de estampas que suceden entre luz y oscuridad, está ese Puerto Rico salvo-no por las diatribas religiosas- sino por hombres y mujeres, poetas, escritores, trabajadores, pintores, compositores, músicos, el pueblo entero en su son, en su melaza, en su melancolía y su fiesta. No hay estrecho dudoso, si nos abrimos al abrazo con los pueblos de América; idiosincrasia que hace la esencia latina única en el mundo. Pienso, que ese estrecho dudoso, fuera de la cintura histórica que aprieta, que nubla, que pesa desde la identidad al cabotaje, que nos exhala en un ser bajo una otredad llagada de contrarios lenguajes y actitudes, puede relevarse, puede definirse. Me atrevo a pensar que no soy un poeta más deshecho en la ilusión de un Puerto Rico Hispanoamericano. Tenemos todo, para serlo; CELAC es la puerta a ese concierto que espera sediento un Puerto Rico continental y lleno de frutos. Si alguna vez Colón, Cortés, Balboa, Cabeza de Vaca, Magallanes, no creyeron en el fin, y apostaron a soñar-casi olvido a Juan Ponce de León, malévolo e intrincado en la fuente de la juventud, pendejada de siglos-nosotros pueblo, nos llevaríamos la tajada de los ángeles, aunque ronden inexistentes.

Cierro esta meditación más que escrito, con Abelardo Díaz Alfaro, tan maltratado por los buenos hijos de la academia, ajado de camino y principio, cuando nos hablaba de “Hay un Puerto Rico que quizás no conoces”, Yo, quiero ir a ese Puerto Rico desconocido, dormir en él, levantarme caminando a callejón o avenida con Cuba-aún mala palabra en el alfabeto gringo-Nicaragua, Guatemala, Honduras, Venezuela, Colombia, Brasil, Chile, …y estos puntos suspensivos del infinito.

Y saco mis palabras en esa metáfora que cada día, pasa por la frente y los ojos, desnuda y haciendo señales de milagro, o mejor, el milagro negado a nuestra existencia.

Quiero decir, que no deseo mis nuevas huellas en el estrecho dudoso. Prefiero el alba que dormita-nosotros-y despertarla desde cualquier palabra, y hacer como las semillas una vez profundas, cuando se descubren unidas y hacia el rastro.

Quiero decir, somos Hispanoamérica.

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