El tema del status para Puerto Rico, un poco de contabilidad y retórica 101

Política

Se acaba de dar a la luz pública desde Washington el informe de la Oficina de Contraloría General (GAO, por sus siglas en inglés) sobre cómo la estadidad afectaría ciertos programas, lo que ha causado la explosión de la colmena de abejas en la cual viven los líderes puertorriqueños. Una vez más, las abejas políticas de Puerto Rico están picando.

Ya hemos presenciado el debate entre nuestros líderes políticos sobre el estatus colonial de la Isla. Es un sonsoneo lamentable proveniente de una vellonera avejentada. Ya conozco la letra, o la lírica, como se dice en el Reggaetón: que si se afectarán algunas cosas, otras no, que si se podrían ir compañías foráneas o quizás no, que si Puerto Rico recibiría más fondos federales programas de ayuda social, que si no. No es ahora que el debate sobre la relación de Puerto Rico y Estados Unidos se ha reducido a números. ¿Cuánto, cuánto, cuánto dinero queremos de Washington? Esa es la pregunta. Desde los años 60 cuando el gobernador Luis A. Ferré usó esa infame frase del mantengo que la estadidad es para los pobres, y Carlos Romero Barceló la repitió ad nauseam en sus propias campañas políticas, el debate del status se ha convertido en un juego de números. A grandes pasos, han pasado al segundo plano los argumentos de seleccionar una opción que nos satisfaga espiritualmente y exalte nuestro respeto propio.

Por mi parte, yo soy independentista hasta en una caja de galletas. Lo soy porque reconozco que Puerto Rico es una nación viviendo bajo el colonialismo y que la naturaleza de las personas es querer definirse y aletear por su cuenta para abrirse camino. Nuestra economía ha estado estancada porque el sistema económico en que vivimos no nos permite desarrollarnos, cosa que muy bien podríamos si estuviésemos fuera del yugo del Congreso de los Estados Unidos. Sufrimos el gran mal de las colonias, la creciente y sofocante dependencia de la metrópolis. Podría caer (como ya lo he hecho) en mi propia letanía y platicar porque la independencia es viable; de porque es la única manera de entrar en tratados comerciales y competir favorablemente en el mundo globalizado. Pero podría apartarme del juego numérico y gritar yo soy puertorriqueño. ¡Cara#%, a mi país lo bombardearon los norteamericanos y nos invadieron! ¿Por qué yo quiero ser parte del país que nos tomó a la fuerza como botín de guerra?

Tener un ideal es un riesgo que debe tomar cada ser humano. Mi identidad no debe de estribar en cuanto le vamos a sacar a los americanos. Tenemos a un Estado Libre Asociado, que ya no tiene soluciones para nuestros problemas. Por otra parte, no existe frase más asqueante y cínica que “la estadidad es para los pobres”. Cuando un político que ni siquiera sabe papa de inglés ni nada sobre la historia de los Estados Unidos repite esa frase me pone mal. Hay patriotas dentro del movimiento estadista y dentro del oficialista Partido Popular Democrático. Son gente que tiene una sincera admiración por los Estados Unidos. Entonces comenzaríamos a oír otra letanía: que si democracia norteamericana, que si nuestros soldados en el ejército más poderoso del mundo, que si la primera enmienda, que si el sistema de libre empresa, que si hot dog, apple pie and Chevrolet. Hábleme de Washington, Jefferson, Lincoln, F.D. Roosevelt y JFK si usted cree que los Estados Unidos es el bastión de la libertad humana. También me puede hablar del llamado del 40 y Luis Muñoz Marín, y sus sentimientos genuinos de forjar una patria. Pero por favor tumben ya la contabilidad y retórica 101. Parecen unos jaibas. Aletean como gansos.