La prensa dominante y el aparato de justicia criminal de Puerto Rico han creado un sentido de colapso total del sistema producto de lo que llaman la “ola criminal”. Nada que ver con la realidad. La tasa de asesinatos se encuentra a la fecha a menos 109 asesinatos de los cometidos en el 2011. Esto indica, que la tendencia es una baja en la incidencia del principal delito que se analiza en el país. Ante este cuadro, lo interesante sería comenzar a hablar de proyecciones: bajo la actual tendencia bajista, se deben esperar cerca de 1,025 asesinatos en Puerto Rico para el 31 de diciembre de 2012. No obstante, es importante destacar que la tendencia sostiene un proceso de apertura en la brecha, y cada día que pasa va aumentando la brecha. Esto nos induce a pensar, que posiblemente para agosto, la proyección debe de estar a menos 140 asesinatos en relación al año anterior.

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En la saga del caso de un joven puertorriqueño asesinado por otros dos jóvenes, también puertorriqueños, ayer se arreastó al segundo victimario, quien se encontraba a la fuga. Jordan Arroyo se encuentra hoy detenido por haber asesinado al joven Stefano Steenbakkers-Betancourt, y en donde participó el joven Alexis Amador Huggins - quien también se encuentra hoy detenido. Ambos arrestados se exponen, de ser hallados culpables a una potencial pena de muerte en los procesos que se ventilan ante el tribunal federal de los EE.UU en Puerto Rico.

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En mi país hay una regla muy peculiar: se prohíbe asesinar a las personas de clases social alta, es decir a los ricos. Esta regla no está escrita en ningún sitio. Nadie la comenta. No obstante, cuando lamentablemente es asesinada una persona de un perfil socio-económico superior a su agresor, surgen entonces las críticas y reacciones de mano dura, y sobre todo de llamados a hacer justicia rápida y contundente. En fin, se asusta cualquiera, no sólo por la agresión física que condujo a la muerte de un ser humano. Se asusta uno también por la reacción de los que sobreviven al muerto – sobre todo porque su poder de clase es capaz de provocar una oleada represiva que no es comúnmente aceptable.

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Se hace inevitable: bajo la lógica de ojo por ojo, diente por diente, nos hacemos todos y todas minusválidos. No es posible continuar con una lógica de castigo de naturaleza retributiva. En esta medida, es importante pensar la lógica desde otra forma. Hay que superar el paradigma del castigo y la justicia que infringe daño como medida de rectificación del orden social, por otro tipo de justicia.

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